Visitamos lo que queda de uno de los cines más emblemáticos de la Ciudad de México, aquel que por años fue encasillado como un espacio donde se proyectaban películas para adultos. Sin embargo, su valor histórico y arquitectónico ha sido poco valorado. Esta es su historia.

El gigante al que preferíamos ignorar

No sé bien cuándo cobré conciencia de su existencia. Lo cierto es que a los 11 años, gracias a un recorte de periódico que llevó al salón uno de mis compañeros de la primaria supe que ahí se proyectaban “películas de encueradas”. Aquel pedazo de periódico traía la fotografía de unas chicas semidesnudas y los nombres de las películas en exhibición. Solía pasar afuera de ese edificio blanco cuando acompañaba a mis papás al centro de la ciudad, pasábamos sobre Eje Central, y desde la acera opuesta veía ese legendario letrero azul con el nombre del cine en dirección vertical.

“TERESA”

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Me declaro incapaz de recapitular el número de veces que mis compañeros de salón y yo mencionábamos ese nombre en chistes y comentarios ocasionales. Más de uno juraba ya haber entrado a esas salas en las que decían, sucedían orgías. Lo cierto es que ninguno de nosotros tenía el valor suficiente para comprar un boleto en la taquilla y aventurarse en el interior de ese cine al que ya relacionábamos con el pecado.

Llegué a la adolescencia y pubertad. Varias veces me prometí que algún día entraría, más por morbo de saber lo qué sucedía adentro, que por las cintas que ahí se protectaban. Desgraciadamente lo fui dejando para luego, la facilidad para conseguir películas para adultos en la calle y la llegada del internet hicieron que el morbo de toda una generación dejara de centrarse en cines como el Teresa.

Aun así, ese enorme lugar permaneció ahí por años. Ocasionalmente escuchaba leyendas de lo que ocurría en su interior y aunque seguía siendo un sitio que despertaba mi curiosidad, jamás me animé a entrar… hasta hace unos días, cuando ese edificio ya había cambiado irremediablemente.

Un cine dedicado a las damas metropolitanas

El 3 de junio de 1942, las ediciones de varios periódicos de circulación nacional anunciaron la próxima apertura del Cine Teresa “un cine dedicado a las damas metropolitanas”.

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Este cine estaría ubicado en el mismo terreno donde había estado una sala cinematográfica del mismo nombre, que habia sido inaugurada en 1924 y que tenía una capacidad para 6 mil asistentes. Ahí se exhibían películas mudas musicalizadas con piano. Este primer cine fue destruido entre 1934 y 1936 debido a las obras de ampliación la avenida San Juan de Letrán.

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En 1939 el arquitecto Francisco Serrano inició en ese mismo predio la construcción de un inmueble cuya administración estaría a cargo de la compañía Exhibidores Mexicanos SA, propiedad de Arturo Ceballos, quien también estaba al frente de varias salas de cine de la ciudad. Fue Don Arturo quien decidió que el nombre del cine siguiera siendo Teresa, en honor a una dama cercana al dueño del antiguo cine.

Finalmente, el 8 de junio de 1942 se inauguró el que muchos llamaron el cine más bonito y elegante de la capital con su fachada estilo Streamline Modern. Hasta San Juan de Letrán llegaron en autos lujosos y en tren personas de la alta sociedad mexicana. Las mujeres vestían pieles y ropajes elegantes, que asentaba la opulencia del cine.

Su interior era simplemente espectacular, una mezcla de elementos neoclásicos con Art Decó pomposamente compuestos con mármol, bronces y maderas preciosas; esculturas, bustos, una fuente y un mural enorme con la foto de 40 damas metropolitanas. Incluso los pasamanos de las escaleras eran de cristal.

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El interior de la sala era aun más espectacular con sus 3,105 butacas acojinadas y cubiertas de tapiz cristalino, la presencia de esculturas ubicadas sobre el foro (nueve musas y tres gracias) que daban la impresión de volar sobre la pantalla gracias a un efecto de la luz azul que las iluminaba, y un sistema de ventilación que conservaba una temperatura interior de 21°C. Técnicamente, la sala cuidaba aspectos como la isóptica y la acústica.

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Las primeras décadas del Cine Teresa estuvieron llenas de éxito. Por su pantalla pasaron películas tan exitosas como “El Manto Sagrado” o “El Salario del Miedo”, que se exhibió durante 56 semanas ininterrumpidas, implementando un récord en cartelera.

Los años obscuros

En 1992, la crisis que padeció el país también afectó al Cine Teresa. Tampoco ayudó el que la industria de exhibición cinematográfica en México se convirtiera en un monopolio que obligó a los empresarios a vender sus cines para hacer complejos con salas más pequeñas.

Jesús Ceballos, su entonces propietario, se negó a vender el cine, por lo que fue boicoteado y dejó de recibir la concesión para exhibir películas comerciales. Durante esos meses complicados intentaron levantar la taquilla con películas francesas. Después, el empresario Carlos Amador les heredó un gran lote de películas pornográficas y con su exhibición lograron mantenerse a flote económicamente.

Los constantes intentos de los dueños por proyectar películas familiares no prosperaron y así, el Cine Teresa comenzó a ser relacionado al giro del cine XXX. Su eslogan cambió por “El cine del Centro Histórico” y en sus marquesinas se anunciaba que había funciones a partir de las 10 de la mañana. Entrar a ese cine se volvió todo un tabú.

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Según varias personas con las que he podido conversar y que llegaron a entrar durante esta época, el cine no se encontraba en tan malas condiciones como pudiéramos pensar. Si bien la dulcería había dejado de funcionar, algunos asistentes vagabundos arrancaron trozos de tapiz de los asientos o el robo de algunas tazas del baño, el cine y sus acabados de mármol lograron mantenerse en pie. Ni siquiera el sismo de 1985 causó ningún daño significativo en su estructura.

La zona superior de la sala debió ser cerrada. Cuando el cine cambió de giro y comenzó a exhibir películas para adultos, ese espacio estaba destinado a las parejas, pero debido a problemas relacionados con la prostitución, esta debió ser cancelada definitivamente y se prohibió la entrada de mujeres para evitar problemas.

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En un día normal era común ver salir y entrar hombres a todas horas del inmueble. Algunos deambulaban por el lobby y los pasillos, otros dentro de la sala veían las películas en silencio y otros se tocaban o interactuaban con otro espectador. Imaginar este ambiente lúgubre y de soledad fue el que me mantuvo a raya de entrar y ver cómo era El Teresa.

La triste sombra de lo que fue

La semana pasada finalmente entré a lo que era el Cine Teresa. Tras años de vivir en crisis y de sostenerse económicamente de milagro, ese edificio cerró sus puertas en el 2010. Se decía que sería remodelado, otros hablaban de que ahí se construiría un centro comercial y también de que sería sede del culto brasileño conocido popularmente como “Pare de Sufrir”.

Al ser considerado como patrimonio cultural arquitectónico (como la mayor parte de la obra de Francisco Serrano) cualquier intervención en sus instalaciones debería ser aprobado por el INBA, es por eso que me sorprende lo que al final ocurrió con el que llegó a ser el cine más bonito de México: Ahora se le conoce como Centro Cel Teresa, y no es más que una plaza comercial especializada en teléfonos celulares y que poco se diferencia de las otras plazas que abundan en la zona.

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De la grandeza del Cine Teresa queda casi nada. Ya no hay estatuas, ni grandes escalinatas o espacios lujosos. Ahora todo son pasillos blancos con locales en donde ofrecen carcasas y fundas para teléfonos móviles. Únicamente la fachada, las escaleras principales y el mural con la foto de las damas metropolitanas se mantienen para recordarnos un pasado glorioso.

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Supuestamente en esta transformación se cuidaría de alterar lo menos posible la arquitectura del lugar, pero no fue así, quién quiera que ahora esté al frente de este espacio sólo dejó el cascaron y arrasó con el interior.

Recorrí el lugar con tristeza pero sorprendido por las dimensiones del edificio. Añorando esos años glamurosos que el tiempo se encargó de erosionar hasta despojarle al Cine Teresa todo su encanto. Llegué al segundo piso con el corazón melancólico. En ese espacio dedicado a varios locales de comida hay dos salas de cine que fueron inauguradas a finales del año pasado. Ahí se exhiben películas comerciales, aunque también es una de las sedes alternas de la Cineteca Nacional.

La dulcería del cine también funciona como taquilla. Ahí fui atendido por una empleada que sin muchas ganas me vendió un boleto para la película “La Chica del Sur”. Entré a una sala tipo estadio con capacidad para 150 espectadores, de corte muy similar al de las salas de la sede principal de la Cineteca Nacional. Dos personas más entraron a la sala y la película comenzó.

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Nunca me sentí cómodo en esa nueva sala fría y sin vida, impregnada de un sentimiento de ausencia y nostalgia por lo no vivido. Ojalá y con los años este espacio dedicado al cine pueda recuperar su vieja vitalidad.

Al salir volví a recorrer los puestos de teléfonos móviles y me topé con el mural de las Mujeres Metropolitanas. Afuera la gente recorre a toda prisa el rumbo de San Juan de Letrán, como desde hace décadas pocos se preocupan por el Cine Teresa, ese palacio enorme al que todos preferimos ignorar y que ahora ya no existe.

Teresa, te conocí a destiempo…

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El Cine Teresa (me niego a decirle Centro Cel Teresa) se encuentra en Eje Central número 109, Colonia Centro. Para checar los horarios de Cinemas Teresa da clic aquí.

Por @gabrielrevelo

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