La senadora del Partido del Trabajo y exatleta nacional Ana Gabriela Guevara fue agredida físicamente por cuatro sujetos el pasado 12 de diciembre, mientras conducía su motocicleta sobre la carretera México-Toluca. La legisladora terminó con una fractura en tres partes del pómulo; una herida en la mano; moretones por todo el cuerpo; clavos y placas; y fue sometida a una dolorosa operación.

Una segunda agresión en su contra se perpetró inmediatamente después, una vez que hizo del dominio público el ataque del que fue víctima: las mofas, burlas y justificaciones a través de las redes sociales no se hicieron esperar. El periodista Jenaro Villamil calificó los comentarios en contra de Guevara como “doble violencia” contra la excorredora sinaloense; así como una muestra palpable del discurso de odio que permea en nuestra sociedad.

A través de un comunicado, Ana Gabriela se dijo preocupada por el “lamentable estado de violencia al que estamos sometidas las mujeres“, y que sus agresores no tuvieron motivación alguna salvo el hecho de que es mujer. La legisladora hizo hincapié en las situaciones a las que están expuestas las mujeres diariamente, y pidió castigos ejemplares para los que vulneren sus derechos.

Sin embargo, más tarde en una entrevista con la periodista Carmen Aristegui, la medallista olímpica en Atenas 2004 reculó sorprendentemente en el tono de sus primeras declaraciones y sobre el incidente, dijo: “no es privativo de ninguna edad y tampoco de género, no es un tema sexista, ni tampoco de género, ni tampoco feminista, es un tema real y se llama violencia”.

La medallista de plata en los Juegos Olímpicos de 2004 hizo énfasis en las diversas y numerosas ofensas que ha recibido a raíz del ataque del domingo pasado, tanto de parte de hombres como de mujeres; aunque también recalcó que le han hecho extensivas muchas muestras de apoyo y cariño. “Pobre mentirosa, apelando al victimismo de género y sacando la carta de víctima por un altercado vial”, “¡UN VERDADERO HOMBRE NO SE QUEJA CUANDO LO GOLPEAN, ASÍ QUE AGUANTA VERGA HIJO DE PUTA!”, se puede leer en algunos de los cuantiosos comentarios en su contra.

De acuerdo con Villamil, los discursos de odio no se limitan a sus expresiones más visibles y estremecedoras como el homicidio, la agresión sexual o discriminación explícita; sino que se refleja en las acciones que minimizan, justifican y celebran la violencia verbal o física contra quienes por su “condición de género, religión, clase social, pigmentación de piel u orientación sexual” son considerados merecedores de ser violentados.

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Sobre las burlas que pululan en las redes sociales, incluso llegando a ser Trending Topic, a través del hashtag #GolpearMujerEsFelicidad. Teresa Incháustegui, directora del Instituto Nacional de las Mujeres, indicó que aunque mucha gente lo pueda ver como una broma, seguirle el juego a los promotores de las tendencias lesivas con los derechos de otros se convierte “en algo que legitima los fenómenos”.

No existe espacio o momento en la vida de una mujer que no esté marcado por el acoso o la violencia de género (Nexos).

Lo peor, es que la violencia es tolerada y ocultada por la sociedad. De acuerdo con Estefanía Vela, académica especializada en investigación sobre la relación entre derecho y sexualidad, la violencia es algo que “de inicio todo mundo condena”; aunque la cosa cambia cuando se habla de violencia en contra de las mujeres, ya que de inmediato se escurren objeciones al respecto.

Según la experta, hay cuatro objeciones comunes que se argumentan para minimizar la violencia de género:

  1. La duda sobre si lo denunciado realmente pasó, o es más bien inventado (caso Andrea Noel).
  2. En caso de que se tenga certeza de que haya pasado, no considerarlo como “violencia” (transformar el acoso sexual en un cumplido).
  3. En los casos tipificados como violencia de género, responsabilizar a las víctimas (“traía muy corta la falda”, “los estaba provocando, es su culpa”, “es que le estaba dando entrada”, “¡de qué se quejan, si son bien putas!”).
  4. Cuando existe violencia, es catalogada como grave; pero se compara con otros eventos igualmente o más importantes (“¡Si no son las únicas víctimas! ¡Los hombres también sufren violencia!”).

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La condenable agresión contra Ana Gabriela Guevara evidenció el discurso de odio inherente a nuestra sociedad -disfrazado de burlas y ‘comentarios chuscos’- que no hacen sino perpetuar y justificar la violencia contra el otro. Una dolorosa realidad que se justifica en el cotorreo; que minimiza y normaliza la agresión al amparo del humor.

FOTOS: @ANAGABRIELAGUE

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