Disney anunció que traería de vuelta la historia de Alicia en el país de las maravillas en un formato de live action; y así, una nueva forma de reimaginar los clásicos de Disney nació. Sin embargo, eso no significa que tomara forma… y ahora es el turno de Aladdín

La primera entrega de Alicia a manos de Tim Burton llegó en 2010 con una secuela para 2016 con otro director. A partir de esta, llegaron grandes producciones live action como Maléfica con Angelina Jolie, Cenicienta junto a Lily James y Cate Blanchett, El libro de la selva bajo el lente de Jon Favreau, La Bella y la Bestia con Emma Watson, Christopher Robin con Ewan McGregor y Dumbo de Tim Burton, el primer estreno de 2019 de los tres que Disney tiene preparados.

La mayoría de esas producciones, de alguna manera, no lograron convencer al público del regreso de un clásico, ni a las nuevas generaciones ni a a las viejas que crecieron con esas historias, entre esas la de Aladdín. El espectador se sabe de memoria la trama de Aladdín como cualquier otro clásico, así que una nueva adaptación está más cerca del fracaso que del éxito (empatía, no la taquilla). El aplauso vendría en qué tanto el director se apega a la película original… 

Y aquí es cuando entra el nombre de Guy Ritchie. Cuando Disney anunció que el director británico se haría cargo de este proyecto live action, nadie pudo imaginar un producto final real. Sin embargo, hemos de decir que Ritchie superó esa incertidumbre con un Aladdín que cumple con la mayoría de sus aspectos, incluso para aquellos espectadores más exigentes. El diseño de producción y el vestuario se llevan una palomita aparte, pues acercan al público, sonora y visualmente, a un musical de Broadway de alto perfil.

Guy Ritchie, quien participó en el guión también, no sólo utilizó como referencia el Aladdín de 1992, basada a su vez en Las mil y una noches, sino con la adaptación de Broadway en la que la historia de un ladrón se convierte en un espectáculo visual con números musicales largos y “pesados” con esas canciones que cantamos mientras pasaba la década de los 90. 

La presencia de Richie fue clave para poder decir que Aladdín es el mejor live action en el que ha trabajado Disney desde su Alicia de 2010. Es un gran acierto que dista mucho de ser perfecto, pero que presenta la fórmula que la compañía debe seguir si quiere continuar con una etapa que podría dar para más. Los demás  live action se han servido de esta tecnología para hacer remakes (¿realmente son necesarios?) que se pueden sentir anacrónicos y forzados.

Aladdín, contrario, se apoya en su filme de animación para reforzar un live action con algunos elementos que la sitúan aquí y ahora. Por ejemplo, la sugerencia de que la princesa Jasmín no sólo puede decidir con quién casarse, sino que también puede gobernar a su pueblo.

La filmografía de Ritchie ha jugado con una narrativa bastante interesante, centrándose en historias de criminales y ladrones, y no hay mejor ladrón que Aladdín. Esta película sirve como prueba. Mena Massoud, después de Ritchie, fue la opción perfecta para dar vida a un chico incomprendido con un gran corazón que en realidad roba para sobrevivir. Para suerte, Aladdín con Mena Massoud, canadiense de origen egipcio, es la el paso de Hollywood y la muestra de que entendió ese “problema” de la representación en el cine.

Desde 1992, Aladdín estuvo marcada por ese estereotipo del pueblo árabe pues, finalmente, la adaptación la hicieron, como dicen, un grupo de blancos que trabajó con lo mejor que tenían en su época. Ahora, este live action adaptado de varias fuentes, no se siente estereotipado, y la historia y sus protagonistas fluyen con naturalidad.

Naomi Scott, británica de ascendencia india, nos regala una nueva Jasmín que también sueña en grande como Aladdín, pero que no se niega como Bella en La Bella y la Bestia dentro de su propio contexto histórico. Marwan Kenzari, actor danés de familia tunecina, interpreta a Jafar mientras el Genio de la lámpara es llevado por Will Smith. Y aquí es donde está la cereza del pastel.

Cuando el nombre de Smith fue seleccionado para dar vida al Genio, las dudas crecieron. ¿En verdad habría un actor capaz de hacer justicia al Genio de Robin Williams de 1992? En el clásico animado de los 90, Williams se luce con un Genio que lo sigue sin romper su vínculo. El comediante tenía una capacidad impresionante para la improvisación, y su caricatura está tan bien hecha, que no se pierde en sí misma en un personaje que parece no detenerse nunca: salta, canta, baila, cambia su voz, se convierte en otro, da consejos, dice chistes y nunca deja de ser divertido. ¿Era posible traducir una animación así en algo de carne y hueso?

Ritchie lo hizo posible con Smith, y la razón se encuentra en que no es una imitación, sino un homenaje justo que retoma el dinamismo del Genio de Williams. Will Smith como el Genio hace lo que mejor sabe hacer: comedia. Pareciera que el actor estuvo atrapado en una lámpara por una década llena de proyectos fílmicos que a veces eran ridículos. Aladdín es, de este modo, el regreso de Smith en toda su gloria con ese swag noventero del príncipe del rap. Quizá a veces parezca exagerado, pero no afecta en lo absoluto el contenido ni la calidad de su producción.

Aladdín es una película musical en la que cada personaje tiene su momento y su viaje interior. Escuchamos “Un mundo ideal” en voz de Mena Massoud y Naomi Scott, “Un genio tan genial”, “Si a Arabia tú vas”, “Príncipe Ali” con sus intervenciones de baile que pueden ser muy abrumadoras y largas, pero que se pueden interpretar como números en un estilo Bollywood que hace referencia al entorno cultural de la película que no podemos dejar en segundo plano. 

Aladdín también acierta en retomar sus partes más emocionales para potenciarlas con mensajes que podemos entender de formas claras. No hay spoilers en esta cinta, sólo sorpresas con detalles que ajustan su historia y la hacen más convincente. 

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