El 11 de agosto de 2014 el mundo enteró se sorprendió al conocer que el actor Robin Williams, de 63 años de edad, había sido encontrado muerto en su residencia de California. Su publicista dijo que el fallecimiento del actor había sido consecuencia de una depresión a la que se enfrentó por un buen tiempo, y aunque no entró en detalles, la nueva biografía Robin, de Dave Itzkoff, periodista de The New York Times, revela los tormentosos últimos días que el actor tuvo antes de su muerte.
Según el libro, el cual se publicará próximamente, a Robin primero se le diagnosticó Parkinson, aunque él pensaba que era sólo una consecuencia del consumo de alcohol y drogas. Tiempo después se descubrió que el actor sufría “demencia con cuerpos de Lewy”, un síndrome degenerativo y progresivo del cerebro que es muy parecido al Alzheimer, debido a que proteínas se acumulan en el cerebro y afectan el pensamiento, la memoria, las emociones y los movimientos corporales.
En los últimos meses de vida de Robin Williams, los síntomas empezaron a afectar su rutina diaria. El actor lloraba desconsoladamente de un momento a otro, no podía recordar sus diálogos e incluso ya tenía dificultades para caminar normalmente. En el rodaje de la película Una Noche en el Museo 2 (2009), Robin Williams colapsó.
“Lloraba en mis brazos al final de cada día [de rodaje]. Era horrible. Horrible”, recuerda su maquillista Cheri Minns, quien en varias ocasiones le recomendó al actor que volviera a hacer monólogos en directo para que de esa manera recuperara su confianza. Sin embargo él se resistía: “Simplemente lloraba y me decía, ‘No puedo, Cheri. Ya no sé cómo hacerlo. No sé cómo ser gracioso'”.
Finalmente todos esos problemas que lo aquejaban llegaron a su fin cuando Robin Williams se ahorcó con su cinturón, en su habitación, el 11 de Agosto de 2014, apagando una de las sonrisas más hermosas del mundo de Hollywood, la cual irónicamente fue perdiendo su brillo desde varios meses antes sin que muchos se dieran cuenta.
