En la madrugada del viernes 29 de marzo,murió Agnès Varda, directora conocida por ser una de las más grandes representantes de la Nouvelle vague. La cineasta falleció a los 90 años de edad como consecuencia del cáncer de mama que padecía, de acuerdo con la noticia confirmada por su familia. La importancia de Varda en el cine no se cuestiona, y la prueba fue su última película documental, Rostro y lugares, que demostró la fortaleza de una cineasta que logró jugar con la línea que existe entre el cine documental (el de la verdad) y la ficción (el que precede nuestra realidad).

Agnès Varda nació en Ixelles, Bélgica en 1928 como hija de padre griego y madre francesa. Durante el caos provocado por la Segunda Guerra Mundial, su familia se mudó al sur de Francia, donde encontró una de sus más grandes pasiones, la fotografía. Esto la llevó a trabajar para el Teatro Nacional Popular y el Festival de Aviñón donde también descubrió su pasión por el cine, pero sobre todo por la oportunidad de contar historias reales a través de técnicas simples.

Agnès Varda / Getty Images

Y así, en 1955, Varda realizó su primer filme bajo el título de La pointe Courte sobre una pareja en situación de crisis (amorosa y existencial) que se desarrolla en Sète, Francia. Esta cinta es considerada por muchos como una de las primeras obras que definieron la famosa Nouvelle vague. De hecho, filmada mucho antes que las grandes obras de cineastas como François Truffaut y Jean-Luc Godard, considerados pioneros de la “Nueva ola”. La filmación de La pointe Courte en escenario naturales y con una narrativa sin “libreto”, sentó las bases de toda una revolución del quehacer fílmico en cuanto a sus técnicas y objetivos…

La Nouvelle vague pone como punto más alto al director de la obra, quien en todo momento debe explorar la esencia del arte fílmico con base en algunas características como la autenticidad de la obra, la presentación de innovadora de ideas (innovadoras también), el cambio del lenguaje cinematográfico en toda la estructura, la simplicidad, libertad y la búsqueda de la naturaleza (en el sentido más literal de la palabra) como la filmación en escenario naturales; es decir, fuera de un set.

Sandrine Bonnaire como Mona Bergeron en ‘Sans toit ni loi’ / Mucem

Con esto en mente, Varda exploró todas las posibilidades del cine en cintas grandiosas como Cleo de 5 a 7 de 1962 sobre una cantante que espera los resultados de sus análisis que le dirán si tiene cáncer; Una canta, la otra, no de 1977, que en realidad es un statement feminista sobre la liberación de las mujeres en la década del filme; Sans toit ni loi (Sin techo ni ley) de 1985, un retrato sombrío de Mona Bergeron y por la cual se llevó el León de Oro del Festival de Venecia. Ni qué decir de sus distintos documentales sobre temas de interés social, político y cultural como el muralismo de la ciudad de Los Ángeles en Mur Murr, Black Panthers, Tío Yanco y más.

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