Por Daniel Montes de Oca | @montesdeoca11

La culpa de todo la tiene el tiempo, que se empeña en transcurrir cuando a veces debería permanecer detenido.

Fueron 22 años de carrera que llegaron a su fin, a dos días de que cumpliera 41 de vida. Y terminaron en una cancha, como debía de ser, aunque no de la forma que su grandeza demanda.

Sinha jugó sus últimos 17 minutos como futbolista profesional en la semifinal de Vuelta ante las Chivas defendiendo la playera de su amado Toluca, la misma con la que obtuvo cinco títulos de Liga.

Se marcha un virtuoso, el último gran ‘10’ que seguía en activo, un futbolista prodigioso, lúcido, que en sus últimos compases corría poco, pero lo que nunca dejó de hacer, fue pensar.

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Llegó a México en 1998 para el Saltillo de la entonces Primera A, y posteriormente pasó a Monterrey, en donde no pudo consolidarse. Sin embargo, Enrique Meza se lo llevó a Toluca, en donde forjó una historia fantástica al lado de José Saturnino Cardozo, quien fue su mejor socio.

El originario de Itaja, un pueblo de Río Grande al noroeste de Brasil, fue el séptimo de nueve hijos de don Antonio y doña María, y desde pequeño tuvo como referente a Zico. Eso lo explica todo, nació olfateando el talento y poco a poco forjó el propio.

Casi la totalidad de carrera la hizo en México, pues a los seis meses de estar en nuestro país conoció a Marcela Fuentes, su actual esposa con quien se casó en el 2000. Posteriormente se naturalizó, sin otro interés que establecerse de por vida en el país que le abrió las puertas.

Fue seleccionado nacional, jugó el Mundial de Brasil 2006 con Ricardo La Volpe como entrenador, y los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, a los que asistió en calidad de refuerzo.

Su estampa menudita (mide 1.63) y un físico alejado de los estereotipos de los atletas actuales los compensaba con cerebro y una velocidad de mente incomparable.

El ‘10’ en su espalda nunca fue un adorno, Sinha honró una posición en vías de extinción; la del creativo que ve espacios donde nadie lo espera y además tiene la virtud de colocar el balón en el sitio exacto para que otros se lleven la gloria del gol.

En su adiós, aunque fue una decisión que tomó desde hace varios meses, no contuvo el llanto, se quitó los zapatos y como torero los ofreció en tributo a la afición.

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Caminó hacia la banca con la tristeza de la eliminación del Toluca, y la propia por cerrar el ciclo más largo y brillante de su vida. Tomó sus pertenencias y se dirigió al vestidor en silencio. Algunos de sus compañeros y Hernán Cristante lo detuvieron para abrazarlo.

Se fue en silencio, pero su legado suena y lo hará hasta la eternidad.

Se fue Sinha y la culpa de todo la tiene el tiempo, que se empeña en transcurrir cuando a veces debería permanecer detenido.

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