¿Cómo reprocharte, si me has dado tanto?
¿Cómo olvidar tu belleza por un simple tropiezo?
¿Cómo borrar las sonrisas que por años patrocinaste?
¿Cómo no creerte, si me has convencido con base en el amor?
¿Cómo sentir desilusión sólo porque esta vez fuiste superado?
¿Cómo te dejo de seguir, si tu juego me embrujó?
¿Cómo evito ilusionarme en cada fecha que saltas a la cancha?
¿Dónde busco a los culpables, si éstos no existen?
¿Dónde compenso mis vacíos, si no es frente al televisor, admirándote a la distancia?
¿Dónde voy a encontrar tanta congruencia, si no es en tu obsesión por intentar una y otra vez lo mismo?
¿Por qué esconder mi uniforme, si hoy más que nunca debo presumirlo?
¿Por qué guardar el orgullo que me da recordar tus juegos memorables, más que el número de títulos que coleccionas?
¿Por qué no aceptar que te exhibieron, si los líderes del grupo rindieron tributo a su verdugo?
¿Por qué sentirme derrotado, si estoy cierto que, aunque te eliminen, habrás dado otro buen ejemplo?
¿Por qué pensar en el fin de un ciclo, si te han ‘matado’ mil veces y tu respuesta ha sido el ‘futbol total’?
¿Por qué cegarse a que existe una curva descendente en tu rendimiento, si es ley de vida bajar tras tocar el cielo?
El futbol es un generador de emociones y en los últimos años tú me has dado las mayores; por ello, a unos minutos de sufrir un golpe certero en la frente, es difícil digerir lo que sentían los otros cuando apenas te veían pasar; ahora lo vives en carne propia… lo vivimos los tuyos.
La derrota ante la Juventus arroja lecturas reveladoras:
Messi es humano… Dejemos de condenarlo cuando lo demuestra.
Luis Enrique perdió la eliminatoria en la Ida: alinear a Mathieu y no haber aprendido del 4-0 en París, su condena.
Neymar heredará el trono de Leo, pero ojalá que sea en muchos años; mientras tanto, puede seguir acercándose y buscar compartirlo…
Y la conclusión final: TODAS las derrotas duelen, pero la forma en que hoy caíste, FC Barcelona, me lastimó menos que otras veces…
