Por: Daniel Montes de Oca

Cerrar el ciclo como futbolista profesional y despedirse de los grandes sueldos requiere de una madurez e inteligencia que pocos tienen.

La falta de claridad de algunos jugadores para retirarse a tiempo los hace alargar sus carreras a costa de ya no tener nivel para competir.

Es el caso del histórico defensa de los Pumas, Darío Verón. Hoy en día resulta penoso observar la facilidad con que el paraguayo es superado en cada partido, y su influencia en la cancha es cada vez menor; en todo caso, negativa.

La culpa de (casi) todo la tiene el tiempo, que se empeña en transcurrir cuando a veces debería permanecer detenido. Y también la tiene Verón, próximo a cumplir 38 años, quien ya debería haber identificado que el cuerpo llegó al límite para un atleta de alto rendimiento.

Este texto no es para exigir el retiro de nadie ni mucho menos para llamar “viejo” al legendario zaguero central; sencillamente, en el balompié como en la vida misma, los ciclos terminan, y con lo que se ve de Darío en la cancha desde hace dos torneos por lo menos, resulta evidente que el suyo como jugador concluyó… Aunque se resista a aceptarlo.

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Hace una semana ante los Tigres, la defensa completa de los Pumas fue exhibida, particularmente Verón, pues contra la juventud y velocidad no hay antídoto que valga.

Por si algo le faltara al desastroso torneo del paraguayo, frente a Veracruz se hizo expulsar de una forma indigna para su trayectoria y veteranía: perdiendo la cabeza al pisar a un rival. Nada menos que en el partido en el que su escuadra se jugaba meterse de lleno nuevamente entre los ocho clasificados rumbo a la Liguilla.

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Tiene 14 años en el Club Universidad, ha sido Campeón de Liga en cuatro ocasiones, un zaguero central de época que solía ser una muralla y un maestro en el arte de defender.

Es por ello que hoy no es grato observar a Verón sin argumentos para competir. La estadística es contundente y no sólo le compete a Darío, si no a toda la zaga auriazul: Pumas ha recibido 25 goles en 15 partidos. Una locura.

Jorge Valdano escribió alguna vez que lo único malo de la carrera del futbolista es que termina, por ello recomienda “beberse hasta la última gota de futbol”… Y parece que Darío Verón lo hizo, no le debe nada al juego ni el juego a él.

Cuando se termina el futbol, al mismo tiempo se terminan muchas cosas: el placer de vivir de un juego, que es como prolongar la infancia; la facilidad de ganar un dinero importante; y finalmente, dejar de ser famoso, otro privilegio social que uno tiene en una sociedad que consagra el olvido. Cuando dejas el futbol ya formas parte de la gente corriente y tienes que empezar una nueva vida. Si yo tuviera que recomendar algo a aquellos que dejan el futbol, es que tengan el tiempo ocupado mañana, que tengan una actividad en la que puedan sentirse realizados. Así sugiere Valdano en uno de sus maravillosos textos.

¿Y tú, en qué te vas a ocupar, Darío?

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