La vida muchas veces puede ser injusta. Le da a los que no lo merecen, le quita a los que no tienen, en pocas palabras, muchas veces es inexplicable. Eso demasiado tratar de explicar esto, así que lo único que queda es luchar, ir hacía adelante, disfrutar de los detalles, de las pequeñas alegrías y seguir con una sonrisa.

Esta lección se puede aprender viendo a Emilio, un joven que todo lo que ha hecho en su estancia en esta tierra ha sido divertirse, aunque la vida muchas veces no se lo permita.

Emilio nació en 1992 y su familia cuenta que se convirtió en “bendición y tormento”. Desde pequeño fue muy activo, al punto que sus padres lo tuvieron que poner a hacer actividades acabando la escuela como futbol, karate y otros deportes.

Más tarde le llamó la música y se convirtió en baterista. Como buen muchacho toda su energía la concentró y hasta armó su propia banda. Eso sí, fue en Zacatecas porque su padre aceptó un trabajo y tuvieron que mudarse de la Ciudad de México.

Todo iba bien, pero a sus 15 años cuando iba a ingresar a la preparatoria le diagnosticaron hipertensión arterial, provocada por una coartación aórtica congénita. El muchacho se cuidó y de ahí nació un amor grandioso al futbol americano.

Ese sentimiento se centró en nada más y nada menos que los New England Patriots. Tanto fue su cariño que sus familiares lo describen como alguien que tiene este deporte en las venas.

Cuando entró a jugar en un equipo de su ciudad hasta se puso el 87 de Rob Gronkowski, su jugador favorito. En pocas palabras, el futbol americano y la NFL se convirtieron en toda su vida, comía, respiraba y dormía pensando en esto.

Todo estaba bien, todo viento en popa pero llegaron las malas noticias. A finales del 2016 su salud comenzó a deteriorarse. Tanto que había momentos en que su presión arterial lo hacía perder la vista y no podía sostenerse de pie.

Justo por esas fechas se jugaba el regreso de la liga en México, Texans contra Raiders y él se hizo presente. La cuestión fue que más tarde recibieron más malas noticias: los doctores encontraron que en la arteria aorta se había formado un aneurisma de más de 10 centímetros de ancho.

El 3 de febrero del 2017 se le practicó una operación a corazón abierto para arreglar este problema. Las esperanzas eran pocas, pero el destino le tenía preparada otra cosa. Emilio vivió y los doctores lo consideraron un milagro. Además, tenía otra alegría: sus queridos Pats estaban en el Super Bowl.

Estaba en terapia intensiva y se jugaba el último domingo de temporada, Patriots contra Falcons. Los médicos le habían dicho que no podía hacer esfuerzos ni sobresaltos, pero le dieron permiso de verlo en un celular.

Ahora conocemos la historia de la remontada más grande en la historia del SB. Nadie sabe cómo hizo para contener la emoción, nadie sabe cómo hizo para no gritar al ver a New England una vez más campeón. Si eres de los que cree en que las cosas están escritas, así tenía que ser la historia de Emilio.

Empero, la lucha para él no había terminado. Pasaron cinco días en terapia intensiva y al pasar a hospitalización normal los doctores le dijeron que no tendría movimiento de la cintura para abajo. Esto no lo desanimó, al contrario, le hizo una promesa a su familia: que vería a su equipo en el Estadio Azteca y lo haría caminando.

Lo primero que hizo al salir del hospital fue decirle a su hermana: “Vamos a ver el Super Bowl como Dios manda”. Pusieron la televisión y lo disfrutaron juntos.

Han pasado nueve meses y el pronóstico de los médicos no pudo ser más erróneo. Emilio ya se sostiene de pie y puede caminar tramos pequeños tramos con ayuda de una andadera.

Verá a sus Patriots este 19 de noviembre en el Coloso de Santa Ursula y como dice su hermana,  “La emoción del touchdown de sus muchachos lo pondrá de pie”.

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