Germán Madrazo llegó en último lugar en la prueba de Cross Country a 15 kilómetros en PyeongChang 2018, el tablero marcaba el sitio 116 en la lista y a más de 25 minutos del ganador de la medalla de Oro, el suizo Dario Colonga, quien no tuvo problemas para imponerse y que es considerado el Michael Phelps de la prueba sobre nieve.

Exhausto, tomó la bandera de México casi al llegar a la meta y la comenzó a ondear, celebraba como si hubiera ganado un lugar en el podio y su sonrisa de 43 años no se quitó de su rostro durante la parte final del trayecto. Pero, ¿por qué celebrar un último lugar, si es el sitio en donde nadie quiere aparecer?

No es que celebremos la mediocridad de un último lugar, no, sino la historia de vida y la forma en que llegó a los Olímpicos de Invierno en una prueba donde Madrazo podría ser pionero e inspiración para futuros mexas que quieran andar en nieve. Cabe recordar que solo Roberto Álvarez había participado en una prueba de Cross Country y fue en Calgary 1988 cuando era categoría libre.¡Ya llovió!

Los esfuerzos y adversidades que realizó el abanderado tricolor en PyeongChang 2018 son para aplaudirse; primero, solo conocía pruebas como el Iron Man y las carreras, pero un día, supo la historia del peruano Roberto Carcelén, quien participó en Sochi 2014 y llegó a la meta en esquí de fondo con una seria lesión en las costillas. El no rendirse inspiró a nuestro compatriota para comunicarse con él inca a través de redes sociales y pedirle de favor que lo entrenara.

Pero como Carcelén andaba muy ocupado en su chamba, recomendó que fuera con su entrenador, quien vivía en Estados Unidos y como también estaba cargado de trabajo, le dio la opción de acompañarlo en un viaje para entregar un vehículo de Michigan a Utah, trayecto en el que podría darle algunas lecciones básicas más no para crear un Campeón.

“Le hablé a ese entrenador y me dijo ’no puedo prepararte, porque no tengo tiempo, pero si me acompañas manejando 6.000 kilómetros de Michigan a Utah, adonde tengo que entregar un coche, en el camino te enseño a esquiar. Me subí al avión, no sabía siquiera si iba a ir por mí al aeropuerto”, reveló Madrazo a su llegada a tierras Olímpicas.

Y pues como no había de otra, en cada parada o donde vieran una pista apta para esquiar, Madrazo aprendió sin equipo profesional, con los bolsillos limitados, una esposa con trillizos que mantener y un gran coraje apoyado por su familia, ¡bravo!.

“La parte económica (fue lo más difícil) por mucho, yo estaba acostumbrado a correr carreras y eso es algo que puedes planear mejor. Programarte cambia, ahora tienes que ir a pedir dinero y hacer algo que nunca has hecho. Fue un proceso desgastante y angustiante. La parte de hacer ejercicio ya me encantaba”, señaló.

“Hubo un día en que nos quedamos definitivamente sin dinero. Nos quedaba sólo una barra de chocolate. Nos las íbamos robando hasta que quedó sólo una. Pita la compartió y me dijo… ‘lucha otro día, hermano’”, explicó.

Madrazo vendió pertenencias y pidió préstamos a amigos para costearse viajes a las pruebas de clasificación a los Juegos. Germán consiguió su boleto a los Juegos Olímpicos el 21 de enero en Isafjourdur, Islandia, donde sin saber el tiempo que tenía que cumplir acabó como pudo la prueba y fue el chileno Yonathan Fernández quien le informó de su hazaña.

“Lo que yo quiero que mis compatriotas sepan es que no importa si tienes 43 años, si naciste en México o si no tienes dinero para practicar un deporte. Si quieres hacerlo, puedes hacerlo”, concluyó.

Y sí, después de toda esta aventura, el último lugar es digno de ser festejado por un mexicano que le supo echar todas las ganas del mundo… Por esto y más, Germán Madrazo es #OrgulloNacional.

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