Por Daniel Montes de Oca | @montesdeoca11

Desde que Pep Guardiola estaba al frente del Barcelona y se llegó a presentar algún sonoro descalabro se hablaba del fin de una era, de la debacle de un equipo que marcó un antes y un después en el futbol.

Sin embargo, existía una estructura sólida que permitía echar abajo los presagios pesimistas y el Barça volvía a encantar con su futbol apegado a la congruencia y a la estética, más allá de un resultado.

Llegó Luis Enrique para darle continuidad a una idea, al estilo blaugrana, y sin alcanzar la fantasía que se vivió con Pep, el Barça mantuvo el protagonismo, en gran parte cobijado por el histórico tridente que conformaron Messi, Suárez y Neymar.

En la etapa final del asturiano resultó evidente que no hubo desde la cúpula culé la visión para renovar al equipo. Andrés Iniesta no tiene un recambio, tampoco Busquets, menos Piqué y ni hablar de qué sería del club si Messi o Suárez se lesionan.

Dice Jorge Valdano que las grandes agrupaciones son las que apuestan por la renovación a partir del éxito, no bajo la presión de los fracasos.

Hoy el Barcelona está extraviado, se fue Neymar y solo quedan las cenizas de un equipo que encantaba, pero no es solo la salida del brasileño, a los directivos se les olvidó cobijar al mejor jugador del mundo, pues en su ignorancia depositaron todas sus esperanzas en lo que pueda hacer Messi. Y pese a ser Messi, no puede solo.

Las malas decisiones empiezan desde el entrenador y terminan en fichajes millonarios que no hacen ni harán diferencia en el club.

Ernesto Valverde, más allá de haber sido futbolista del Barcelona, como entrenador no tiene la jerarquía ni los pergaminos para asumir la dirección técnica de un conjunto de primer mundo. Ya lo dejó claro en dos juegos.

Por André Gomes pagaron casi 40 millones de euros y el portugués se ha cansado de desperdiciar innumerables oportunidades que ha tenido. No genera, no desborda, no marca, no recupera balones. Flota. Una mentira muy bien contada con, seguramente, un promotor de primer mundo.

De aplaudirse la vergüenza deportiva de Javier Mascherano, pero el argentino ya no está para competir en el máximo nivel. Asensio, Benzema y compañía le pasaban al lado y el ‘Jefecito’ ya es incapaz siquiera de frenarlos con una falta. Una pena.

A Samuel Umtiti nadie le compite su sitio de privilegio en la defensa central, y pese a que es de las contrataciones más rescatables, está lejos de ser un indiscutible y mucho menos confiable. En el segundo gol merengue su nivel quedó expuesto.

Sergi Roberto es la cara más presentable de La Masía, pero tampoco es ni será referente en el equipo. De lateral derecho no funcionó y volvió al mediocampo para suplir a Iniesta en la vuelta de la Supercopa, con marcados altibajos y unos zapatos muy grandes por llenar.

Sergio Busquets representa la esencia del barcelonismo, el que no desespera, que nunca revienta un balón, que respeta las formas incluso en la adversidad, pero su lentitud y excesos quedaron al desnudo frente a un Real Madrid que jugó con el Barcelona, pues nunca hubo partido.

Lionel Messi está más solo que nunca, pues aunque cuenta con Luis Suárez como socio en el ataque, el uruguayo es un definidor por excelencia, así que si Leo no se quita a tres o cuatro rivales de encima para crear una oportunidad o anotar, este Barcelona es un equipo del montón.

Las negociaciones por los posibles fichajes han sido una vergüenza y la realidad indica que hoy Nelson Semedo es la única contratación del club: lateral derecho portugués que en lo poco que jugó ante el Madrid demostró que es más, mucho más que Aleix Vidal. Tampoco es difícil.

Al Barcelona le arrancaron la mística, rompieron una idea futbolística y hoy el panorama es sombrío. El daño no se resuelve con las posibles contrataciones de Coutinho y Dembelé ni gastando los 222 millones de euros que recibieron por Neymar; el Barça debe renovarse, ya tocó fondo en apenas dos partidos y es tiempo de juntar las cenizas, recogerlas e iniciar la reconstrucción.

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