La Selección de Futbol de Siria sigue viva en las eliminatorias para el Mundial Rusia 2018. Una historia de Cenicienta en un equipo que al inicio del proceso parecía tener mínimas posibilidades.

Su último resultado ante Australia los tiene con la esperanza de llegar a la justa mundialista. El empate les deja el marcador casi abierto en la repesca en Asia, pero en ese país hay cosas mucho más importantes.

Para poner en perspectiva lo que pasa, Siria no juega de local desde el 2010. Este partido, por ejemplo, se jugó en Malasia. La razón es simple: la guerra que se está viviendo ahí. Esto a consecuencia del régimen de Bashar Al-Asad.

El tema político en el país asiático es complicadísimo. Hay cientos de versiones, teorías, conspiraciones y miles de comentarios de personas expertas en el tema. Aún así, nadie tiene la verdad absoluta y lo único que nos queda es la pequeña información que logra salir a medias de esa crisis.

Mientras, en lo deportivo se notan las consecuencias a leguas. Se han rumorado que Al-Asad ha mandado ejecutar futbolistas de la selección. Por ejemplo, el periodista Oz Katerji reportó que desde el 2011 hay más de 100 jugadores desaparecidos. En realidad, hay información que dice que se perdió rastro de casi 300 atletas desde el inicio del conflicto bélico.

Además, se dan nombres en específico. Uno de ellos es Louay al-Amr, jugador del al-Karamah FC que fue arrestado en 2013 por militares y se reconoció su cuerpo tiempo después.

Claro, el futbol puede ser una alegría para los habitantes de Siria. Ver a su “selección” puede ayudarles en distracción en tiempos de guerra. El problema es que este equipo está vinculado directamente a un régimen autoritario y no sabemos si en el Mundial veríamos las consecuencias.

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