Por Esteban Illades

Hoy es 5 de noviembre y, por lo tanto, es buen momento para tomar un respiro de la transición presidencial, a la cual le queda poco menos de un mes, y de voltear nuestra atención hacia otros temas.

Quizás el que más nos afecte, dada su proximidad, es el que sucederá mañana en Estados Unidos: las elecciones intermedias.

¿Qué se elige? Para empezar, el sistema político estadounidense es distinto al nuestro. Como bien sabemos, allá hay reelección presidencial y los períodos duran cuatro años en lugar de seis.

Pero ésa no es la única diferencia: en Estados Unidos las Cámaras, conocidas como The House of Representatives (la cámara de diputados) y The Senate (el senado), también se renuevan de manera distinta. Allá cambian cada dos años pero no del todo, salvo los diputados. Éstos, por cierto, se pueden reelegir cuantas veces quieran, al grado de que John Dingell, diputado por Michigan, estuvo 59 años en su curul.

Los senadores también se pueden reelegir, pero ellos lo hacen de manera escalonada: cada estado tiene dos senadores, cuyo período electoral se renueva cada seis años pero en distintos períodos; es decir, cada que hay elecciones, uno de los dos senadores tiene su puesto en disputa, pero no los tres al mismo tiempo.

El senador que más tiempo mantuvo su escaño fue Robert Byrd, de West Virginia, que lo ocupó durante 51 años, hasta su muerte.

En total están en juego 435 curules de diputados y 35 de 100 escaños en el Senado. Asimismo, 36 de los 50 estados de nuestro vecino del norte elegirán gobernador.

Elecciones intermedias Estados Unidos
Foto: Chip Somodevilla/Getty Images

Ahora bien, ¿por qué nos debe de importar? Por varios motivos, tanto como mexicanos como habitantes del planeta Tierra.

Lo primero, obviamente, porque queremos saber con qué tipo de política tendrá que lidiar nuestro país durante los próximos dos o seis años. Al día de hoy, los republicanos, el partido de Donald Trump, domina tanto su Cámara de Diputados como su Cámara de Senadores y por eso estamos viviendo una de las peores épocas políticas en la historia de Estados Unidos. A este partido lo único que le importa es que se pague menos impuestos, y que quienes paguen menos, en general, sean los ricos –entre ese grupo muchas veces están ellos mismos–. A cambio de que eso suceda, están dispuestos a soportar e incluso apoyar cualquier idea que se le ocurra a Donald Trump. ¿Campos de detención para migrantes? Va. ¿Expulsar a musulmanes? Sin problema. ¿Negar el cambio climático? Seguro. Todo con tal de que no haya freno a sus leyes y a sus privilegios.

De repetirse esto –lo cual es factible–, veríamos otros dos años de un Estados Unidos abiertamente hostil, racista y proteccionista que nos seguiría utilizando como punching bag cada que fuese necesario.

Más aún, que los republicanos se mantuvieran en control de ambas Cámaras daría pie a que Donald Trump se pudiera reelegir en 2020 como presidente de Estados Unidos. Esto sería malo en sí mismo –cosa de ver lo que ha sucedido desde su elección en 2016– e incluso peor: al no tener que asegurar una segunda reelección, porque no se puede, los presidentes estadounidenses utilizan su segundo período para empujar su agenda de manera aún más agresiva. En pocas palabras, veríamos a un Donald Trump más echado para adelante y más peligroso tanto para México como para el mundo.

La elección también nos debe importar por el papel que juega Estados Unidos en el orden mundial. Al terminar la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos reconfiguró las alianzas internacionales y el papel de los países en el planeta. Estados Unidos se volvió la potencia del mundo y esto lo cimentó cuando ganó la Guerra Fría y la Unión Soviética se desintegró. Desde entonces –con muchísimos problemas, claro está–, ha habido una especie de continuidad en cómo funcionan las cosas.

Sin embargo, junto con la elección de Donald Trump vino el ascenso de China en las últimas décadas, y el resurgimiento de Rusia a partir de la elección presidencial estadounidense. Desde entonces Estados Unidos ha dejado de desempeñar ese papel. Ahora ya no es la primera potencia, y corre el riesgo de dejar ese puesto a sistemas de gobierno antidemocráticos, como el chino, que privilegia el crecimiento económico por encima de todo. Incluso por encima del planeta –cosa que Estados Unidos también hace, pero a menor escala–. De caer Estados Unidos hablaríamos de un cambio en la manera de entender a nuestros gobiernos y nuestros sistemas electorales.

Donald Trump, elecciones intermedias, cambio en el orden mundial
Foto: Stefan Zaklin/Getty Images

Y, por último, de mantenerse el Congreso como está, también nos mostrará algo muy grave: que en nuestro vecino del norte las tendencias autoritarias no son una moda sino son parte de una creencia nacional. Si Estados Unidos reelige a los republicanos y les otorga una vez más el control del Congreso, quedará claro lo que algunos sospechan pero muchos todavía se niegan a aceptar: Estados Unidos no es la tierra de los libres, como pregona desde su fundación, sino la tierra del racismo y de la desigualdad; un imperio que vive sus últimos años y comienza su franca decadencia.

Así que por eso debe importarnos la elección de mañana en Estados Unidos: sabremos de una vez por todas qué tipo de país es en verdad nuestro vecino del norte, sabremos con qué tendremos que lidiar durante los próximos años como mexicanos, y el mundo también entenderá cómo debe acomodarse frente a un país que lucha por la supervivencia de su modo de vida y de su ideología.

Básicamente, Estados Unidos elige mañana qué país es en realidad.

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Esteban Illades

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