Bueno, no exactamente como la película estelarizada por Daniel Brühl, en la que un rifado hijo hace lo imposible (programas de TV, periódicos, productos) para que a su jefecita no se le reviente la chirimoya al saber que su amada Alemania Oriental valió máuser… pero algo tiene de eso.

Si no saben de qué les hablamos, después de leer esta nota, les recomendamos ver Adiós a Lenin   de Wolfgang Becker. Pero el caso es que en Alemania, un asilo para ancianos ha implementado un curioso “método” para levantar de sus camas a personas que antes no podían oír o ir solas al baño. ¿Cómo? Simplemente recreando cómo era su país 60 años antes, en las épocas de la República Democrática Alemana (RDA).

De acuerdo con La Jornada, la mayoría de las pacientes del asilo “Alexa”, ubicado en Dresde, capital del estado federado de Sajonia, sufren demencia senil, sin embargo, evocar sus años mozos hace que revivan recuerdos y, con ello, recuperen parcialmente habilidades que parecían perdidas. Más importante: alcanzan sorpresivos niveles de felicidad.

 Al entrar en las instalaciones -cuenta el director Gunther Wolfram- dejan sus andaderas, se ponen el delantal y hacen su día como lo hacían hace décadas: “Pican pimientos rojos, tomates y salchichas para preparar una ensalada húngara popular en su juventud, lavan los platos en lavaderos de los años 60 y planchan con viejas planchas a presión, mientras escuchan canciones viejas en un tocadiscos”.

El efectivo tratamiento fue descubierto hace dos años por el propio Wolfram, quien se dio cuenta que artículos de la Alemania comunista producía efectos favorables en los 130 residentes del asilo. Al ver las mejoras que los adultos mayores tenían con sólo ver los artículos, decidió decorar la sala de cine del inmueble con una motoneta de la época de la RDA. “En lugar de prestarle atención a la película, estaban pendientes de la moto. Se acordaron de cómo encenderla y recordaron emocionados paseos al mar Báltico. Fue sorprendente”.

Para aumentar la “dosis”, el director se fue a surtir a mercados de pulgas y en cualquier sitio en el que pudiera encontrar muebles y productos de la época: pequeños detalles, como detergentes, revistas y saleros de plástico que todo hogar tenía. Los resultados son sorprendentes, tanto que ahora el asilo tiene una lista de espera y otros centros están copiando el “tratamiento”.

“Es importante para esta gente, que no se siente bien en este mundo, porque no se ajusta a lo que recuerda, el que esté en un ambiente en el que se siente bien”, señala la gerontóloga Harlind Megges… nomás para que vean que no es sólo una ocurrencia.

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