La publicidad ha sido parte de nuestras vidas desde que el arte dejó de ser contemplativo y se utilizó para promocionar o anunciar productos.
La gran revolución llegó con el cartelismo y la litografía en la última parte del siglo XIX, comenzó a expanderse con el trabajo de Alfons Mucha, Jules Chéret y Henri de Toulouse-Lautrec.
Después, en los años 60 y con la llegada del pop art, los carteles y anuncios publicitarios se utilizaron tanto en medios políticos, como para mercadotecnia.
En los 70 surgió mucha publicidad dirigida a las mujeres, especialmente por la revolución que se dio en los productos electrodomésticos o porque se trató de reivindicar el lugar de la mujer en la sociedad, después del destape que hubo en los 60.
Varios de estos anuncios son bastante –por no decir excesivamente– machistas, donde dibujan el papel de la mujer como de ama de casa, que le encantan los electrodomésticos y en algunas veces es inferior al hombre al no poder realizar diversas actividades (como el póster que anuncia la botella de catsup que “hasta las mujeres pueden abrir”.
Por suerte, este tipo de propaganda a ido desapareciendo, aunque no del todo, ya que se tiende a objetivizar el cuerpo de hombres y mujeres (como la publicidad de muchas marcas de ropa).