Por Diego Castañeda

Este inicio de año, al igual que 2017, trajo consigo incrementos de precios que, además de generar molestia en la sociedad, pueden tener consecuencias indeseadas en la evolución de indicadores sociales como, por ejemplo, la pobreza. En los primeros días de 2018 ha surgido una suerte de disputa entre el gremio de tortilleros y el gobierno intercambiando culpas sobre el aumento en el precio de la tortilla. Pero… ¿qué puede explicar lo que paso?

Los tortilleros acusan al gobierno del aumento por el impacto de los costos de los energéticos, principalmente la gasolina, que desde su liberalización total, hace poco más de 1 mes tuvo un incremento y del gas, por ser un mercado en el que abunda la falta de competencia (es decir, de alta concentración) ha venido sosteniendo incrementos que afectan a más del 70 por ciento de los hogares.

Por el otro lado, el gobierno acusa a los tortilleros de coordinarse para incrementar precios, lo que en el argot económico suele llamarse colusión. Si esto fuera el caso, constituiría una práctica anticompetitiva y deberíamos estar viendo medidas de los órganos reguladores en temas de competencia económica hacer algo al respecto.

Para saber quién tiene la razón vale la pena revisar algunos datos:

La tonelada métrica de maíz en el mercado internacional hoy ronda los 138.98 dólares; mientras tanto, hace un año la tonelada de maíz se encontraba en los 159.95 dólares por tonelada métrica. Usando nuestros poderes detectivescos a la Sherlock Holmes podemos deducir que los cambios en los precios internacionales no son los que están detrás del aumento.

Sherlock Holmes
Fuente: Giphy

Aquí vale la pena apuntar que una parte que sí puede explicar algo del aumento es el tipo de cambio. Si bien los precios en el mercado internacional disminuyeron, éstos se encuentran en dólares y el peso se ha depreciado fuertemente frente al dólar. La depreciación del peso pudo haber contrarrestado al menos en parte la disminución en el precio internacional.

Otros comentaristas han apuntando a que quizá se deba a una escasez del maíz: quizá producimos menos ahora. En 2017 México produjo 26.2 millones de toneladas métricas de maíz lo que representa la segunda mayor producción de maíz en un año desde 1960, que tenemos datos al respecto. Si tomamos en cuenta la producción de los últimos 4 años eso nos dejaría en promedio teniendo que importar entre 3 y 4 millones de toneladas. La escasez no parece ser la causa que explique el incremento porque no parece que exista. México apenas produce el 7 por ciento de lo que produce Estados Unidos o el 12 por ciento de lo que produce China, pero con sus 26.2 millones de toneladas métricas se encuentra cerca de sus 30 millones de toneladas métricas de consumo.

Otra opción es que los precios de los energéticos expliquen parte del aumento. Esta explicación parece ser correcta. Otros datos apuntan en esa dirección: por ejemplo, que la inflación de la canasta básica se encuentre cercana al 10 por ciento. Otro dato que apunta en esta dirección es que si observamos la tendencia desde 2012 de los precios de la tortilla, podemos ver que son relativamente estables hasta 2016, desde 2017, cuando los precios de la gasolina y el gas comenzaron a subir muy bruscamente, observamos cómo la tendencia del precio cambia.

El mecanismo causal parece muy obvio: el incremento en los costos del combustible tiene impacto en los costos de transporte y eso, de forma indiscutible, se ve reflejado en precios. Al mismo tiempo las tortillas requieren calor para hacerse y la fuente de combustible más común para ese tipo de labores es el gas que también ha incrementado. El costo de los energéticos parece explicar una parte del aumento, aunque no puede explicarla todo. El incremento en el precio de las tortillas ha sido más que proporcional con el aumento de estos energéticos.

Eso nos lleva a buscar una explicación adicional para poder entender qué produjo todo el cambio. El Sistema Nacional de Información e Integración de Mercados (SNIIM) tiene información detallada del precio diario de productos como la tortilla en una muestra de las ciudades y zonas metropolitanas más importantes del país. Tomando los datos del SNIIM podemos observar un patrón de dispersión de los precios para cada año que nos deja hacer algunas conjeturas sobre la parte que nos falta para explicar el aumento.

A diferencia de los años anteriores, el patrón de dispersión del precio en las ciudades (la distancia entre los puntos en cada año, donde cada punto es una de las 51 ciudades de la muestra) es más grande. ¿Qué nos puede decir esto? Lo que tanta varianza en el precio nos debería hacer notar es que, asumiendo que el tipo de cambio, los costos de transporte por la gasolina y los costos del gas afectan más o menos igual a estas ciudades, entonces deberíamos observar que la dispersión es menor, por ejemplo, como se ve entre entre 2012 y 2015.

Que observemos una mayor dispersión en los años 2016 al 2018 puede estar relacionado con la liberalización de los precios del combustible ya que conforme se han ido liberalizando las regiones del país los precios de las gasolinas divergen más en el país. No obstante, esta variación es marginal, pues PEMEX sigue en buena medida siendo el proveedor de la gasolina en todo el país y siguen existiendo algunos estímulos. ¿Entonces qué es?  Lo que podría apuntar esta dispersión es que sí existe cierto nivel de colusión entre algunos productores y que es probable que algunos de ellos aprovechen la coyuntura para incrementar un poco más los precios.

Por ejemplo, es difícil pensar que sólo los combustibles pudieran llevar el precio hasta los 19.83 pesos como en Hermosillo o hasta los 18.29 como en Mexicali al mismo tiempo que en Tijuana es de 15.36 (precios observados el día 3 de enero de acuerdo al SNIIM).

Todo lo anterior apunta a que los precios de los energéticos definitivamente tienen que ver en el aumento al igual que lo que hemos observado en la inflación general y la inflación de la canasta básica. Pero también es posible que existan prácticas anticompetitivas y comportamientos abusivos en distintas partes del país.

Es un tema que debe preocuparnos, pues en México, en promedio, los hogares destinan más del 50 por ciento de su ingreso para cubrir sus necesidades básicas, entre ellas la alimentación —y la tortilla es uno de los componentes más importantes de esa canasta—. En un contexto de salarios estancados, con inflación creciente y con fuentes de presión inflacionaria aún presentes (como el tipo de cambio y los precios de los energéticos), este tipo de sucesos pueden llevar a miles de personas a una vida más precaria, donde ya están al menos otros 52 millones de mexicanos.

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Diego Castañeda es economista por la University of London.

Twitter: @diegocastaneda

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