La obra de Hersúa pone de manifiesto en los años sesenta una actitud antiobjetualista que hace énfasis en la interacción del público, el movimiento, el espacio y lo efímero.

Hacia finales de 1960, las investigaciones plásticas del escultor mexicano Hersúa se centraron fuertemente en provocar y exaltar las reacciones perceptuales en el público. Realizó esculturas transitables a las que llamó ambientes, que apelaban a la visión, al tacto y la interacción física. En 1970 expuso en Bellas Artes el Ambiente de comportamiento psicológico o Ambiente II, mismo que se presentará en el Eco.

Su escultura transitó hacia la concientización de un “espacio negativo”, del espacio ocupado y del espacio necesario para recorrerla, pasando de la simple interpretación visual/virtual y contemplativa de los volúmenes escultóricos tradicionales a una espacial e integral que evoca al cuerpo y la acción. Sus ambientes de finales de los sesenta surgen como una postura ante la manipulación mediática, tecnológica y política que se vivía en el momento y aluden a la interpretación personal y al encuentro con un lenguaje individual.

Su escultura transitó hacia la concientización de un “espacio negativo” –del espacio ocupado y del espacio necesario para recorrerla– pasando de la simple interpretación visual/virtual y contemplativa de los volúmenes escultóricos tradicionales a una espacial e integral que evoca al cuerpo y la acción. Sus ambientes de finales de los sesenta surgen como una postura ante la manipulación mediática, tecnológica y política que se vivía en el momento y aluden a la interpretación personal y al encuentro con un lenguaje individual.

Antes, comenta Hersúa,” tú veías una pintura y te decían ‘mire esta figura representa esto y esto’, y ya, tú te ibas creyendo que sabías de arte ¿no?, digo, tú no habías significado nada, pero sentías que sabías… En realidad, no importa si tu significación no concuerda con la del otro, lo importante es tu significación. En la medida en que vas significando, la obra o experiencia adquiere sentido y llega un momento en que tienes toda una forma de significar. Un lenguaje personal de apropiación. Cada persona tiene una lectura o interpretación que dar a las cosas. Cuando estás en el ambiente, estás viviendo un espacio en el que sus elementos te permiten la experiencia con algún sentido propio y esto te despierta, aunque sea por un instante”.

“El arte es lo que nos acerca más a las sensaciones, a lo que es el sentimiento. El sentimiento es el lugar más cercano a nosotros mismos, es mucho más cercano que la palabra o que las ideas o que los conceptos. El sentir es la síntesis de lo que nos sucede, en este sentido hay un acercamiento a lo que Mathias Goeritz un día planteó acerca de lo emocional. En este contexto, vamos a fijarnos en el sentimiento, no sólo como la parte más cercana, sino como la que une. Los hilos son para unir, nosotros somos en esencia un sentir que va cambiando y que tiene la necesidad de compartir,” agrega el artista.

Hacia la década de los setenta Hersúa experimenta y continúa con su lenguaje sensorial en los ambientes, en los que el espacio es el protagonista –desplazando completamente al objeto–. En las obras de esa época se acentúa la iluminación, el sonido y las proyecciones de diapositivas y fotografías. Hacia mediados de la década, presentó en Bellas Artes dos Ambientes urbanos, en los cuales sucedieron diversas acciones de danza y música, también actividades con niños, que por un lado señalaban a la acción como una característica vital del hombre y por el otro las posibilidades espaciales y escenográficas de estas obras. “Las cosas que suceden ‘afuera’, señala, suceden ‘adentro’, pero el dispositivo que está ‘afuera’ es sólo un medio para que algo me suceda en el interior, nada más un medio –lo enfatizo para tampoco caer en la adoración de aquel supuesto objeto–. Así que el ambiente es un medio, el meollo o el centro de la pieza está en nosotros como espectadores activos. Por ejemplo, si yo atravieso la obra transitable que –para ser más preciso– tienen un grado de designación de belleza, al pasar y captar esa belleza la hago mía, me ‘hago’ bello por el sentimiento, por un instante.”

Las obras ambientalistas de Hersúa, más allá de tener fines socializantes, subrayan el proceso de su propia naturaleza: una obra viva y cambiante a partir del efecto del hombre en los espacios, la manera en que los condiciona, modifica y apropia. Sus ambientes son espacios habitables inacabados, dotados de vida propia o de una dinámica incierta y cambiante.

“Al estar en constante proceso de cambio, podríamos pensar que cada día se inaugura esta pieza, otra pieza. Los hindúes dicen que detrás de esta vida hay muchas vidas, hay un proceso, somos un continuo proceso como lo es el universo, el universo siempre se está expandiendo, está generando tiempo porque al moverse el espacio genera tiempo. Yo veo las cosas así. Nunca sabes la manera en que las personas recibirán algo y qué les generará, por eso hay que considerar la obra siempre en proceso. El hilo se va tejiendo y a la par va presentando una problemática: la problemática de la libertad. El recorrido del hilo nunca va a ser igual”, concluye Hersúa.

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