Por Miguel Cane

Seamos honestos: el cine de estudio siempre ha sido un negocio y el retorno a las pantallas de Spider-Man obedece, principalmente, al feliz arreglo entre Sony Pictures y la casa Disney, actual dueña de Marvel Studios, así que lo que se ve en Spider-Man: Regreso a casa, es básicamente el fruto de una transacción de negocios y está particularmente pensada para generar ganancias. No hay en ella nada que pueda calificarse de mérito artístico y eso tampoco importa; nadie —o casi nadie— va a ver una película de verano esperando encontrar una obra maestra (aunque se han dado casos como excepción que prueban la regla).

Aquí todo ha sido específicamente pensado en el arte del marketing y cómo extender el negocio más allá de la taquilla y eso lo logra Spider-Man: Regreso a casa con creces. Así que no es de extrañar que el personaje ahora forme parte integral (por fin) del Marvel Cinematic Universe.

Por suerte, esta vez nos evitamos volver a presenciar el origen de Peter Parker y su identidad secreta (que, lo que sea de cada quien, todo el mundo se la sabe, y es además un dramón). Esta vez, el quinceañero mocito (interpretado con abundante carisma suficiente y eficiente ritmo por Tom Holland, de Lo imposible) ya está entrado en gastos: fue reclutado y está siendo entrenado por Tony Stark (obviamente, Robert Downey Jr) para convertirse en parte de la nueva generación de superhéroes. Su tía May (¡hola, Marisa Tomei!) ya no es una anciana vetusta, sino una cuarentona muy in y muy sexy. Todo es más fresco, juvenil y divertido; más bonito, más llamativo y superficial.

¡Y eso está bien! No es ningún pecado buscar ser una película taquillera y valerse, para lograrlo, de todos los trucos habidos y por haber. El villanazo de rigor tiene cierta empatía con la gente de a pie — y es El Buitre por una razón específica relacionada con Tony Stark. Así que es posible identificarse con él (Michael Keaton está fabuloso), aun si está pulverizando gente con armas extraterrestres. Hay acción, hay humor, hay chistes de todos los colores y la promesa de más aventuras de este chamacón que lo único que busca es ser un héroe útil para su comunidad… y también jugar en las grandes ligas, ya que es bastante intrépido el canijo.

La película cuenta con una banda sonora expertamente curada por el propio director, y con un par de buenas secuencias de acción, pero, y aquí estamos siendo bien honestos, lo cierto es que no tiene nada de memorable y no tiene tampoco ninguna escena icónica (cosa que sí tenían las dos primeras de Sam Raimi, que siguen siendo quizás las mejores de la serie), así que lo más probable es que, si no tuviera tantos cameos de otras estrellas Marvel — Chris Evans, Jon Favreau, Gwyneth Paltrow, etcétera— tal vez la película podría funcionar mejor, aunque resulta bastante olvidable. Pero, eso sí, muy entretenida. Los fans estarán satisfechos (hasta cierto punto) y los niños y adultos saldrán contentos (la verdad es que, la vez pasada, la muerte de Gwen Stacy —Emma Stone— fue un downer bestial) y no les va a doler el codo. Pero tampoco esperen estar hablando de esto dos días después de verla. Definitivamente, no es tan mala como Suicide Squad ni tan buena como Wonder Woman. Y quizá Spider-Man merecía algo mejor… pero habrá que ver qué pasa después.

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Miguel Cane es narrador, periodista cinematográfico, crítico y dramaturgo –desde hace 20 años vive de escribir y no se explica todavía cómo le hace. Es autor de las novelas Todas las fiestas de mañana y Corazón caníbal y las obras Somos eternos, Laura Dieste y Almas perdidas. También del inclasificable Pequeño Diccionario de Cinema para Mitómanos Amateurs. Tiene un gato llamado Llewyn y su película favorita es El bebé de Rosemary (Polanski, 1968).

Twitter: @aliascane

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