Por Roco Casillas

“No hay forma de vivir después de haber matado. Para bien o para mal, es una marca. Una marca que no se borra. No hay vuelta atrás. Ahora ve con tu madre y dile… dile que todo está en orden. Que no hay más armas en el valle.”

Suenan los primeros acordes de “When the Man Comes Around” de Johnny Cash. Corren créditos. Abrazamos nuestro Guepardo/Wolverine/Lobezno, intentamos no llorar… Y fallamos miserablemente.

Después de unas horas, con el corazón en esa paz que sólo se encuentra con el monchis post velorio, nos quedamos con la sensación de que Logan fue una experiencia extrañísima. Eran los Hombres X, pero en realidad no lo eran. Bueno, de hecho no era X-Men: Logan, sino sólo Logan. Todavía uno porque se las da de ciudadano del internet y ya llega sabiendo si va a haber escena después de los créditos, pero no me sorprendería que algún don o doña de esos que odian las películas de Hollywood porque capitalismo entraran a la función sin saber la que les espera. Similar situación han de haber pasado los que fueron a ver Hagen y Yo esperando una versión europea y refinada de Marley y Yo, y terminaron viendo algo así como Napoleón + Conquista del planeta de los simios.

Una de las primeras citas más extrañas de la historia

En fin, no sólo la izquierda antigringadas se llevó una sorpresa (¿grata?), también nosotros, los que crecimos pensando que el teléfono de emergencia era el 911 y no el 066 (o al menos así era en el DF). Logan fue más allá que sus predecesoras. Hubo guamazos y rocanrol, pero hubo algo más. ¿Qué fue lo que cambió?

Damas y caballeros, ustedes acaban de ser testigos de un producto del postmodernismo.

“Ya van a empezar con sus sopijaladas”

Sí, ya sé, ya sé. A mi también me escama cuando oigo al personal tirando postmodernismo a diestra y siniestra. Es de esas cosas que te hacen sonar más listo de lo que realmente eres. Como pedir un café “latinoamericano” en vez de un “americano” en los cafés/covacha autogestiva de la UNAM, o decir tránsito en vez de tráfico. SIN EMBARGO, lo amerita.

Uno de los varios conflictos que plantea la teoría del postmodernismo es el de la originalidad. De manera intuitiva pensamos en lo original como algo nuevo, que no ha sido hecho antes, que no ha sido contado antes. Per esto resulta mucho, mucho más difícil de lo que aparenta.

Así como hay una regla en el mundo contemporáneo que indica que si crees que eres bueno en algo seguramente hay un niño/niña oriental que es mejor que tú, en el mundo de las teorías y el arte existe una regla que indica que si crees haber llegado a una gran idea seguramente un griego o un chino lo descubrió miles de años antes; si no, seguro un alemán tantito después. Así también hay quienes piensan que las grandes historias que contar se forjaron con los mitos y las religiones, y todo lo demás es sólo una repetición de eso.

El caso es que por ahí hubo gente que no tuvo conflictos y decidió copiar otras obras (a veces sin dar crédito sobre sus fuentes) y reinterpretarlas con harina de su propio costal. Así encontramos que de La Odisea se desprenden un fanfic para glorificar a un emperador romano, un poema sobre un rey aburrido en su hogar, al que tanto trabajo le costo volver, y que termina por huir de él al darse cuenta de que ese en realidad ya no es su hogar (ándale, como Frodo); una historia de un vato dando el rol en Dublín el 16 de junio de 1904; una peli con George Clooney en el sur de EEUU durante la depresión de 1929; y un poema que adora recitar el infumable de Serrat.

El caso es que en los setenta empezaron a darse cuenta de que este fenómeno creativo se empezó a volver el pan de cada día en la producción de cultura en occidente, y se le creó su propio -ismo, el mentado postmodernismo. A tal grado llegó el análisis de este fenómeno que hay quienes opinan, junto con Linda Hutcheon, que “Un trabajo literario ya no puede ser considerado original, y si así lo fuera, éste no podría ser entendido por su lector. Es sólo a partir de discursos previos que se puede obtener significado y relevancia de un texto.” (126) O, lo que es lo mismo, algo verdaderamente original no podría ser comprendido debido a que entendemos y apreciamos las cosas (películas, canciones, libros) a partir de compararlas con obras que conocemos desde antes. ¿Recuerdan la entrada sobre el mashup de la vez pasada? Es parte de lo mismo. El mayor disfrute del mashup se logra cuando tenemos conocimiento previo de las dos cosas mezcladas y las vemos unirse en una nueva. Para el postmodernismo, la destreza, la novedad, de una obra no radica en crear algo de la nada, sino en tomar elementos que conocemos, cuestionarlos y reinterpretarlos. Sacarlos de su zona de confort y ver cómo mutan en un nuevo ambiente. 

¿Y esto qué tiene que ver con Logan?

Así es como volvemos a Logan, nuestra película de superhéroes que no lo es (tanto). Es ante la decadencia natural en la que se encuentra este género de películas que empiezan nuevos riesgos creativos y aparecen películas que parodian sus fórmulas y convenciones, como Deadpool, o que las aniquilan con garras de adamantio, como Logan.

¿Pero cuáles son las nuevas reglas con las que están jugando los escritores de esta película? Las han sugerido incluso desde el trailer: desierto y Johnny Cash (tocando un cover a Nine Inch Nails [Así es, siempre se puede ir más abajo en la escalera de la intertextualidad]). ¿No? Bueno, volvamos con las palabras al principio de esta entrada y que recita Laura al final de la película. Esta cita es parte de Shane, un western clásico, y en su contexto original es dicha por un vaquero, un héroe que no puede permanecer en la civilización, pues está marcado por su pasado turbulento y la sangre en sus manos, pero que a través de sus actos moralmente grises está generando un posible futuro en el que el niño de la película, o Laura en Logan, no tengan que seguir sus violentos pasos.

Logan es un producto postmodernista en tanto que se enriquece de significado al mezclarse con los códigos visuales y dramáticos del western, generando un choque entre los dos géneros cinematográficos más norteamericanos que existen hasta ahora.

Al igual que Shane se aleja en el horizonte, yo debo dirigirme a los confines del internet, en búsqueda de los capítulos perdidos de Odisea Burbujas. Como siempre, les invito a que me escriban a rocoensopitas@gmail.com si quieren discutir alguna de las ideas expresadas aquí. 

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Roco Casillas estudió literatura inglesa en la UNAM. Es músico y estudia una maestría en gestión cultural.

Twitter: @rocorcholata

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