Algunos de los papeles que hacen ver mejor a una actriz son aquellos que implican algún tipo de transformación física. Sobre todo si este cambio las hace alejarse de su apariencia generalmente impecable. Así de bote pronto, podemos recordar a Nicole Kidman con tremenda prótesis en la nariz para interpretar a Virginia Woolf en Las horas, a una Charlize Theron sin cejas en Monster: asesina en serie y Hilary Swank desprovista de una larga melena en Los muchachos no lloran.
A Hollywood le encanta que una actriz renuncie a su estatus de sex symbol por amor al arte. En esta ocasión le tocó sorprender a Margot Robbie, que se está preparando para su papel en la biopic sobre Tonya Harding, una patinadora que en los 90 se vio envuelta en un escándalo porque le hizo una trampota a una compañera de su equipo.
Pero esta trampa no fue cualquier cosa. El esposo de Tonya Harding contrató a alguien para que Nancy Kerrigan, otra patinadora estadounidense, quedara incapacitada para competir y así ganarle sin broncas. Aunque parezca sacado de Amigas y Rivales. Sin embargo, todo le salió mal a Tonya porque Nancy no quedó lo suficientemente lastimada y en las Olimpiadas hasta ganó una medalla de bronce mientras, que ella se tuvo que conformarse con un octavo lugar. Tss.
Margot Robbie andaba filmando I, Tonya –así se llamará la película– en Atlanta, Georgia cuando los del Daily Mail la cacharon con un traje que le añade algunos kilos a su figura, el pelo crispado y un atuendo apegado a la época donde se desarrolla esta historia.
I, Tonya llegará al cine en el 2018. Está siendo dirigida por Craig Gillespie, que en el 2007 realizó Lars and the Real Girl, una película bien buena en la que Ryan Gosling se enamora de una muñeca de plástico. Así es que probablemente esta nueva producción gozará de la misma calidad. Por lo menos la caraterización de Margot luce bien.