Y ustedes ¿cuántas veces han recorrido la colonia Roma de la Ciudad de México?

Quien escribe este texto lo ha hecho varias decenas de veces. Comercios, restaurantes, galerías de arte, antiguas viviendas llenas de historia, y bares, por citar sólo algunos elementos, conforman este rumbo por el que todos hemos caminado alguna vez.

Erróneamente creí conocer esta zona que desde hace unos años se ha convertido en uno de los centros medulares de capital. Parece mentira que en esta colonia, tan frecuentada por propios y extraños, todavía haya lugares sorprendentes que permanecen ocultos al bullicio de la ciudad.

El Vagando con Sopitas.com de esta ocasión es sobre una pequeña plaza de la que pocos saben, pero que es capaz de enamorar a quien logra dar con ella.

Un recorrido por Plaza Romita

 

Aztacalco

Tras la conquista de la gran Tenochtitlán, muchos indígenas se refugiaron en Aztacalco, nombre que en náhuatl quiere decir “en la casa de las garzas” . En realidad se trataba de un islote circundado por canales, ubicado muy cerca de la recién derrocada capital del Imperio Azteca.

Para expandir su poderío, los conquistadores españoles se instalaban donde ya habían pueblos prehispánicos. Aztacalco no fue la excepción y para 1530, Fray Pedro de Gante ordenó la construcción de un templo dedicado a Santa María de la Natividad. También se erigió una calzada rodeada de árboles que unía esta nueva región del Valle de México con Chapultepec.

 

Un recorrido por Plaza RomitaMapa de Sigüenza

Este pequeño poblado comenzó a conocerse como Santa María Aztacalco y años después como San Cristobal.

Un callejón hacia el pasado

Fue un domingo nublado, y a ratos lluvioso, cuando salí en busca de ese rinconcito conocido actualmente como Plaza Romita. De hecho, en cuanto supe su ubicación me sorprendí, pues muchas veces pasé por ahí y seguí de largo sin saber que a unos metros se encontraba esa pequeña plaza rica en historia.

Rodeada por las calles Puebla, Durango y Morelia, y a unos cuantos pasos de Avenida Cuauhtémoc, la mejor forma de llegar en transporte público es mediante la estación Cuauhtémoc, tanto de la Línea 1 del Metro como de la línea 3 del Metrobús.
En mí caso, decidí ingresar a la plaza por el callejón Durango, se encuentra sobre la calle de este mismo nombre.

Un recorrido por Plaza Romita

 

Fue sorprendente como este pasaje me llevó del típico entorno de la Colonia Roma compuesto por mansiones art nouveau, a un espacio en donde el tiempo parece haberse detenido décadas atrás. Esa sensación de estar en una pequeña plazuela de provincia en donde todo transcurre más lento fue lo primera que percibí en cuanto llegué a la Romita.

Los ahorcados

Por años el antiguo pueblo de San Cristobal tuvo la fama de ser un sitio violento y peligroso, un barrio marginado de la ciudad habitado por delincuentes.

La arbolada de la calzada, construida junto al templo en Santa María Aztocalco y que llevaba hasta Chapultepec, guardaba un gran parecido a otra que se encontraba en Roma, Italia. Por ese motivo, el poblado comenzó a ser conocido como Romita. Hay registros del Ayuntamiento que datan de 1752 donde ya se emplea este nombre.

romita-luis-cotoSanta María de la Natividad pintada por Luis Coto (1857)

 

Durante la colonia, en la Plaza de la Romita había cuatro inmensos árboles ahuehuetes donde eran ahorcados los ladrones condenados a muerte, principalmente de Tepito. Los acusados eran sentenciados frente al pueblo desde un atrio. Antes de la ejecución ingresaban al interior del templo de Santa María de la Natividad, donde pedían benevolencia y le encomendaban su alma al Señor del Buen Ahorcado.

Esta tétrica costumbre de la época virreinal fue mutando hasta que a finales del siglo XIX y principios del XX, se convirtió en una celebración popular donde los pobladores representaban los roles de aquellos enjuiciamientos (ladrones, jueces, fiscal, alguaciles, ejecutores) a modo de farsa. Esta fiesta resultaba muy atractiva para los habitantes y los visitantes.

Durante el Porfiriato, ya en el siglo XX, con la expansión de la Ciudad de México, en los potreros que conformaban la Romita se comenzó a trazar un fraccionamiento habitacional para la clase alta tratando de emular el estilo europeo (Díaz estaba obsesionado con hacer de la Ciudad de México una especie de París latinoamericano) y que para 1903 recibió el nombre de Colonia Roma.

 

Un recorrido por Plaza RomitaImagen de barriolatino.mx

 

Por cierto, los nombres de las calles de esta colonia fueron dados por los propietarios del circo Orrín, que también eran dueños de esos terrenos y que se inspiraron en los lugares donde más aplausos habían recibido durante sus giras.

En cuanto al nombre de “La Romita”, este quedó destinado únicamente a una pequeña plaza cuyas calles angostas y llena de arboladas parecen una versión miniatura de la capital italiana.

Un recorrido por Plaza RomitaPlaza Romita en la década de los ochenta, imagen de El Universal

El templo

Arboles frondosos, unas cuantas banquitas y una fuente en el centro. Así de sencilla y simple, pero a la vez enigmática es Plaza Romita.

Un recorrido por Plaza Romita

 

Rodeada de construcciones antiguas -algunas de tabique aparente- que datan de mediados del siglo XIX, lo que más destaca de este espacio tan alejado de la realidad urbana es el pequeño templo de una torre que ahora está dedicado a San Francisco Javier, y que invariablemente invita a los curiosos a conocer su interior.

 

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Estar dentro de aquella construcción tan añeja me resultó sobrecogedor, pues conserva muchos de los elementos de un templo de la época colonial. Poco a poco el visitante va percibiendo varias características que hacen de este espacio algo único.

 

Un recorrido por Plaza Romita

 

Por ejemplo, el crucifijo que se encuentra en el altar mayor fue hecho en el siglo XVI y es, ni más ni menos, que uno de los cinco que el Rey de España mandó a estas tierras recién colonizadas.

 

Un recorrido por Plaza Romita

Un recorrido por Plaza Romita

 

En este recinto religioso, considerado uno de los más viejos de la capital, se venera a varios santos, como a San Martín de Porres (con todo y las tradicionales escobas que lo acompañan como símbolo de su humildad).

 

Un recorrido por Plaza Romita

 

Aunque el más venerado es San Judas Tadeo.

Un recorrido por Plaza Romita

Un recorrido por Plaza Romita

 

Y precisamente enfrente de San Judas Tadeo, se encuentra el Señor del Buen Ahorcado, que es precisamente a quien solían encomendarse los delincuentes, momentos antes de ser colgados.

 

Un recorrido por Plaza Romita

 

Dentro de estas paredes se respira un ambiente denso, donde ronda una cierta tristeza que se acrecienta cuando estamos al tanto de la historia de los condenados a muerte que siglos atrás, en ese mismo lugar, clamaban el perdón divino antes de enfrentarse a su destino.

Para 1973 la fachada y la nave del templo de San Francisco Javier fue remodelado, y para 1980 tanto la iglesia como la plaza Romita fueron reconocidos como monumentos del acervo cultural de la Ciudad de México.

Cuando salí al exterior una ligera lluvia comenzó a bañar ese espacio del que ya me había enamorado.

 

Un recorrido por Plaza Romita

 

Referencias culturales

Aunque en la actualidad los ahuehuetes donde ahorcaron a los delincuentes ya no existen, una de las muchas leyendas que aún existen en el barrio afirma que en esa plaza hay fantasmas y nahuales (brujos o seres sobrenaturales que tiene la capacidad de tomar forma animal).

Otra leyenda difundida desde los años cuarenta del siglo pasado, afirma que los pobladores han visto a un bulto blanco de contorno humano surgir de los árboles de la plaza y sentarse en una de las bancas, haciendo que aquellos que se encuentren cerca sientan un repentino frío.

¿Acaso el alma de aquellos ahorcados aún sigue merodeando ese inquietante espacio?

Esos pensamientos lúgubres ocupaban mi mente cuando el colorido mural de una esquina capturó totalmente mi atención. Inmediatamente reconocí en él a varios personajes de Los Olvidados, cinta filmada en 1950 por Luis Buñuel y que entre sus locaciones tuvo a Plaza Romita.

 

Un recorrido por Plaza Romita

Un recorrido por Plaza Romita

 

La iglesia de la plaza es donde “El Ojitos” es abandonado.

Un recorrido por Plaza Romita

 

Y no sólo en el campo cinematográfico encontramos referencias a la Romita, también las hay en la literatura. En “Las Batallas en el Desierto”, de José Emilio Pacheco, el protagonista habla del miedo que los niños sentían al pasar por ahí, debido a un robachicos que vivía en el barrio:

“Romita era un pueblo aparte. Allí acecha el Hombre del Costal, el gran Roba Chicos. Si vas a Romita, niño, te secuestran, te sacan los ojos, te cortan las manos y la lengua, te ponen a pedir caridad y el Hombre del Costal se queda con todo. De día es un mendigo; de noche un millonario elegantísimo gracias a la explotación de sus víctimas. El miedo de estar cerca de Romita. El miedo de pasar en tranvía por el puente de avenida Coyoacán: sólo rieles y durmientes; abajo el río sucio de La Piedad que a veces con las lluvias se desborda”.

Aunque claro, ahora el tranvía ya no existe, ni tampoco pasa por ahí el Río de la Piedad.

 

Un recorrido por Plaza Romita

Un barrio que transpira arte

Detrás del templo de San Francisco Javier se encuentra el Callejón de Romita, un angosto corredor donde las fachadas de los edificios fueron intervenidos por artistas urbanos y ahora tienen plasmados coloridos murales.

 

Un recorrido por Plaza Romita

Un recorrido por Plaza Romita

 

Así, un espacio público que por años permaneció gris y abandonado, cobró vida y hoy es un sitio vivo y dinámico donde conviven varios elementos icónicos culturales pop y religiosos.

 

Un recorrido por Plaza Romita

 

Esta galería al aire libre continúa por la calle Real de Romita.

Un recorrido por Plaza Romita

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Al ser domingo me topé con varios puestos de comida en donde se pueden probar tamales, garnachas, enchiladas, pozole y otros suculentos antojitos. Tras la lluvia el sol aparece tímidamente, por lo que aprovecho para sentarme a comer algo entre los pobladores que van saliendo de misa. Lejos de sentir escalofríos repentinos por la presencia de almas en pena siento un asombro reconfortante por el paisaje que me rodea.

 

Un recorrido por Plaza Romita

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Tomo unas fotos más y salgo caminando por el mismo callejón por el que llegué. Vuelvo a la colonia Roma de siempre, y con ello a nuestro presente, aunque con la firme intención de regresar muy pronto.

Por @gabrielrevelo.

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