El 30 de junio de 1520, el conquistador Hernán Cortés lloró debajo de un árbol de Ahuehuete después de haber sufrido una cruel derrota a manos de los mexicas. Casi quinientos años después, los restos de este árbol aun siguen en pie; esta es su historia.

1. La historia que a todos nos han contado

Todos escuchamos la historia de este árbol en el que lloró Cortés, en nuestras clases de primaria; en mi caso, la narración de la derrota del férreo ejército español (los malos) a manos de los mexicas (los buenos) más que un pasaje histórico me parecía el capítulo de un cómic de aventuras. Llámenlo sentimiento nacionalista, afinidad por el más débil o simplemente orgullo por mis raíces, el chiste es que siempre me sentí atraído a ese fragmento histórico que varias veces me contaron en clase.

Sabía que ese árbol aun existe, pero no tenía ni idea de dónde y en qué condiciones se encontraba. Hace unos días revisando un libro de texto de primaria me encontré nuevamente con una alusión a la Noche Triste de Cortés;  me pareció injusto vivir en la misma ciudad en la que se encuentra ese árbol histórico y no conocerlo.

2. La Batalla de la Noche Triste

Durante los intentos que el Ejército Español tuvo para tomar a México-Tenochtitlán, capital del Imperio Mexica, Hernán Cortés debió ausentarse a causa de la lucha que sostenía contra Pánfilo de Narváez. Al frente de las fuerzas españolas se quedó Pedro de Alvarado, quién tomó la decisión de atacar a los mexicas mientras estos celebraban una fiesta y estaban desarmados. Esto provocó la llamada “Matanza del Templo Mayor”, en la que perdieron la vida muchas mujeres y niños, y que es considerada el punto de rompimiento entre las endebles negociaciones que sostenían los conquistadores con el Imperio Mexica.

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A su llegada, Cortés se molestó pues deseaba que la conquista de Tenochtitlán se diera de la forma más pacífica posible. Sin embargo, la acción emprendida por Pedro de Alvarado provocó la furia de los mexicas, quienes arremetieron en contra de los invasores en una intensa batalla. El ejército español se vio forzado a huir de Tenochtitlán y sufrió la baja de más de la mitad de sus elementos, y la pérdida de la mayor parte del tesoro que habían recabado en su incursión al Valle de México.

Herido y hundido en soledad, Cortés lloró amargamente su derrota a la sombra del follaje de un ahuehuete, dando vida a una de las imágenes icónicas del periodo de la conquista.

Francisco López de Gómara, describió este momento en su Historia general de las Indias:

“…Cortés a esto se paró, y aun se sentó, y no a descansar, sino a hacer duelo sobre los muertos y que vivos quedaban, y pensar y decir el baque la fortuna le daba con perder tantos amigos, tanto tesoro, tanto mando, tan grande ciudad y reino; y no solamente lloraba la desventura presente, más temía la venidera, por estar todos heridos, por no saber adónde ir, y por no tener cierta la guardia y amistad en Tlaxcala; y ¿quién no llorara viendo la muerte y estrago de aquellos que con tanto triunfo, pompa y regocijo entrado habían?…”

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3. El triste destino del Árbol de la Noche Triste:

Pasaron los siglos y este árbol se convirtió en símbolo del valor y resistencia que los indígenas mostraron ante los invasores españoles.

Esta fotografía fue tomada en 1901:

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A lo largo de su historia, este árbol sufriría varios incendios, uno de ellos ocurrido en 1972; sin embargo, la peor agresión de la que fue víctima ocurrió en septiembre de 1981, cuando unos barbajanes (hay quien habla de que en realidad fue un borracho) quisieron acabar con él y después de rociarlo con combustible se le prendió fuego.

Lamentablemente los intentos para rescatarlo por medio de un tratamiento y una estructura para reforzarlo no fueron exitosos y sólo pudo conservarse la base del tronco.

Por años el Árbol de la Noche Triste permaneció en el olvido, hasta que en febrero del 2013, como parte del programa “Decisiones por colonia”, impulsada por Miguel Ángel Mancera, Jefe de Gobierno del Distrito Federal, se realizó toda una reestructuración de la plaza del “Árbol de la Noche Triste”, en la que se instaló un nuevo sistema de iluminación, se cambió la reja que protegía al ahuehuete, se rehabilitaron las áreas verdes de alrededor, se mejoró el mobiliario y se añadió un espejo de agua.

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Además de éste árbol, existen otros dos ahuehuetes, ubicados en Tacuba y Naucalpan, que también se disputan el título de ser el Árbol de la Noche Triste original, sin embargo el ubicado en la colonia Popotla y al que está dedicado este texto, es el más afamado.

4. El Árbol y yo

La historia de la colonia Popotla data de la época prehispánica, cuando era un barrio ubicado cerca de los límites de la capital del Imperio Mexica. En la actualidad, pasearse por varias de sus calles es todo un deleite gracias a varias casonas que aun se encuentran en pie, y a sus edificaciones estilo victoriano, que fueron usadas como villas de campo a principios del siglo XX y que en su mayoría se encuentran en las avenidas Mar Mediterraneo y México-Tacuba. Una colonia antigua y con un sabor nostálgico que la distingue del resto de las colonias del Distrito Federal.

Para los chilangos sureños ir hasta el norte de la ciudad puede ser todo un calvario que termina valiendo la pena en cuanto uno ve a lo lejos la Plaza del Árbol de la Noche Triste, ubicada sobre la Calzada México-Tacuba, al cruce con la calle Mar Blanco. Se puede llegar en Metro por la línea 2 del Metro en sus estaciones Popotla o Cuitláhuac, que están a sólo unas calles de distancia.

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Debo reconocer que a mi llegada no tuve ojos para otra cosa que no fuera el enigmático árbol, el cual captura la atención del visitante que se acerca al lugar por primera vez. Sí, todo está arreglado y luce bien, pero eso poco importa cuando se tiene ante sí los vestigios de ese árbol que vivió un pasaje histórico que ya está grabado en el imaginario colectivo; también es cierto que sólo queda una especie de cascarón del tronco, relleno de otros materiales que sirven para darle forma y que nos infunden un sentimiento de pesar; sin embargo, el contemplar este árbol también nos ayuda a conectar con un pasado muy remoto al que solemos voltear cada vez menos.

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No recuerdo bien si le di cuatro o cinco vueltas a esa reja, tratando de dimensionar el tamaño de aquel árbol que atestiguó la derrota de uno de los conquistadores más famosos que llegaron a lo que hoy es terreno mexicano. En esas ramas fuertes y retorcidas aun puede adivinarse el orgullo y simbolismo que ese ahuehuete transmitió con el paso del tiempo a los pueblos indígenas y oprimidos.

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Entonces me doy cuenta que la colonia Popotla no podía ser de otra forma, que ese sabor de años vividos emanan desde ese árbol al que muchos pasan de largo; lo mismo ocurre con las personas que se encuentran en la Plaza del Árbol de la Noche Triste y que no le prestan la menor atención al mítico árbol, al que sólo perciben como un elemento más de ese espacio público.

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Sin ser nada del otro mundo, la remodelación de la Plaza del Árbol de la Noche Triste es digna y contribuye no sólo a la recuperación de espacios públicos, sino a la preservación del recuerdo histórico que tan vasto es en nuestro país.

Una tarde de reflexión, de lectura o simplemente de descanso, eso ofrece este parque que además está rodeado por varios negocios que en sus nombres hacen alusión al árbol (como una farmacia o un restaurante bar). A un costado de la plaza se encuentra una parroquia que data de finales del siglo XVIII que también ha sido restaurada, y que en uno de sus costados tiene un mural titulado “La Noche Victoriosa” que recientemente realizó el pintor Enrique Martínez.

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Soy un firme creyente de la importancia de conocer los sitios historicos  en donde ocurrieron los acontecimientos que cambiaron nuestro porvenir. En esta plaza uno absorve el sentimiento de tristeza de Cortés, pero también flota por los aires el orgullo de un pueblo que no se dejó amedrentar ante los invasores.

5. Cañitas

Mientras caminaba por las calles de la colonia Popotla me topé con un parque de canchas deportivas, entonces me enteré de su nombre: Parque Cañitas. Inmediatamente lo relacioné con el nombre de esa novela que hace más de una década fue un éxito de ventas a pesar de su dudosa calidad (la verdad yo también lo leí, pero no me siento orgulloso de ello).

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Cuando vi que una de las calles circundantes también se llama “Cañitas” hice lo que cualquier persona sensata haría, googlear si en esa calle había sido en la que se encontraba la famosa casa en la que según la historia, varias personas jugaron a la Ouija y desataron a las fuerzas ocultas, ocasionando la muerte de la mayoría de los participantes.

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Cuando descubrí que efectivamente, la casa en la que ocurrieron estos hechos estaba ubicada en el número 51 de esa calle, decidí sucumbir ante mi curiosidad y buscarla. Una tupida lluvia comenzó a caer cuando finalmente divisé la vivienda. No se veía tan terrorífica como en algún momento la imaginé.

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Cayeron varios truenos y el cielo se oscureció. Me resguardé debajo de un pequeño techo del exterior de la casa por varios minutos. Confieso que esperaba que me espantaran, escuchar voces raras o ver algo extraño, pero no sucedió nada sobresaliente. Cuando la lluvia cesó me retiré y así concluyó mi visita a la colonia Popotla.

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Por Gabriel Revelo

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