Lo que necesitas saber:
Bad Bunny arrancó su serie de conciertos en el Estadio GNP con un show dividido entre el escenario principal y La Casita, resolviendo la disputa entre General A y B. Hubo perreo, nostalgia, momentos emotivos y un cierre que dejó a todo el estadio vibrando.
El 10 de diciembre la CDMX amaneció en modo Catedral del Perreo por el show de Bad Bunny. Sin exagerar, hubo gente formada desde días anteriores y varios que llegaron súper tempranito, metidos en el eterno debate de si era mejor estar en General A o en General B, como si eso fuera a decidir su destino. Spoiler que se confirmó después: todos terminamos ganando.
Desde que se abrieron las puertas se sentía la vibra. Sombreritos de paja, glitter por todos lados, bandanas boricuas, que si su florecita y grupos enteros caminando con emoción pura. El ambiente era de festival pero sin la preocupación de andar corriendo entre escenarios.
La tensión estaba ahí. Toda la gente hablando de La Casita, ese segundo escenario en General B que traía a todos con el ánimo alterado. Muchos querían vender o cambiar el boleto, otros estaban resignados, otros juraban que desde su zona se vería perfecto. Al final Benito se movió entre ambos escenarios, así que la experiencia fue pareja para todos.
Pusieron una pantalla enorme en General A fue un alivio. Se podía ver todo lo que pasaba en la casita sin perder detalle. El show estuvo planeado para que nadie se sintiera olvidado.
Benito abrió con esa energía clásica que te prende en automático. Callaíta en versión salsa fue una locura. También sonaron Safaera, Otra noche en Miami, Si veo a tu mamá. La gente estaba en modo fiesta total, sin un solo momento apagado.
Cuando llegó la parte de La Casita el estadio cambió de mood. Era como asomarse a un patio boricua aunque estuviéramos en el GNP. Los de General B lo vivían casi frente a frente y los de General A lo tenían enorme en pantalla. Nadie se quedó fuera de ver a Bad Bunny.
Todos recibimos una camarita que flasheaba, un detallito que puso a todos nostálgicos. Pero lo más fuerte vino con Debí Tirar Más Fotos. Benito dio un discurso precioso, pidió que abrazáramos a la persona de al lado y dejó esa reflexión que pega directo: amar más mientras estamos aquí.
No faltaron los himnos. Titi me preguntó, Me porto bonito, Neverita, rolas que ya son parte del ADN colectivo. Cada una llegó con nostalgia directito a la yugular y el público la coreó completita.
El cierre que nos dejó vibrando
Al final sonó EoO, que Bad Bunny definió como la última oportunidad de perrear, porque para eso habíamos ido. La gente lo dio todo.
Cuando se apagaron las luces, todos salieron felices, sudados y con la sensación de que sí valió la pena cada peso.
Benito no solo dio un concierto. Armó una experiencia que se sintió enorme, compartida y llena de emoción.
