Entonces estás scrolleando Instagram y de repente aparece una selfie de Petronilo, tu amigo de la primaria; luego un pastel, unas nubes y luego otra selfie, ahora de Carmelita, seguida de ooootra selfie de Petronilo que está muy orgulloso de su nuevo corte de cabello.

No se sientan mal por odiar a Petronilo y Carmelita. La Ciencia dice que es natural odiar las selfies. El estudio que llegó a esta conclusión tiene el mejor nombre de la historia, “La Paradoja de las Selfies: A nadie le agradan, pero todos quieren tomarse una”.

Esto es parte de lo que dice el documento:

“En general, los participantes expresaron actitudes distanciadas de las selfies, estando de acuerdo en sus potenciales consecuencias negativas como amenazas a la autoestima y mundos ilusos.”

“Si tomamos literalmente las declaraciones de las personas, las selfies nunca debieron convertirse en algo tan popular como lo que son actualmente”.

Esto quiere decir que Petronilo odia ver las selfies de Carmelita tanto como tú odias ver las selfies de Petronilo y de Carmelita, aún así, ambos se las toman. Esto es un problema si consideramos que a ti y a Carmelita, les cae en la punta del hígado ver las selfies de Petronilo.

Nadie quiere ver selfies, pero todos se las toman.

Por supuesto que esto deja una interrogante… ¿Por qué nos seguimos tomando selfies entonces? Esto dice el estudio:

“Las selfies propias fueron calificadas como más ‘auto-irónicas’ y percibidas como ‘más auténticas’ que las ajenas.”

El estudio también puso a participantes a calificar sus selfies en contraste con las demás y donde ellos veían “ironía” en sus propias fotos, en las ajenas notaban pretensión.

Así que ya lo saben, todos odian sus selfies.

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