La ingesta de alcohol se relaciona con comer en exceso en los seres humanos y esto conlleva una preocupación doble en materia de salud pública. Sin embargo, no había quedado tan claro si existía una relación causal, Y si la había, cuál era su naturaleza. La parte más importante de la duda es: por qué consumir alcohol, que es un nutriente con alta densidad de calorías, provoca hambre; si se supone que las calorías suprimen las señales de hambre en el cerebro.

Un estudio del instituto Francis Crick de Londres sugiere que el alcohol activa una hormona en nuestro cerebro que está conectada a nuestro apetito. En el experimento, unos científicos inyectaron alcohol en la panza a unos ratones una vez al día durante tres días. Lo que equivale a dos botellas de vino, unas cinco caguamas o cuatro caguamones. Descubrieron que los ratones consumieron hasta 25 por ciento más comida que el grupo de control de ratones sobrios y probablemente aburridos.

El estudió mostró un aumento en la actividad eléctrica cuando los ratones consumían alcohol. También se midieron las neuronas proteicas r-Agouti, que están relacionadas con los ciclos alimenticios de estos animales. La actividad de estas neuronas incrementa las ganas de comer, por eso han sido correlacionadas con el hambre. La información obtenida de este estudio sugiere que el alcohol provoca señales de apetito prolongadas, no sÓlo desinhibe su manifestación conductual.

 

 

Se sugiere que la actividad llevada a cabo por las neuronas r-Agouti estimulada por el alcohol es la principal razón por la que corremos a un carrito de hot dogs después del antro o toleramos los tacos del Borrego Viudo a las 4 de la mañana. Así que bueno, si están a dieta mayor razón para bajarle un poco al chupa-que-chupa. No sólo están ingiriendo las calorías propias de la bebida, sino que están estimulando sus ganas de comer más y más. Lo dice la ciencia.

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