Por: Mafer Olvera y Paola Palazón

Somos ambivalentes, eso es un hecho. Así como podemos estar, apreciar o interpretar las cosas de la mejor forma, también somos capaces de irnos hacia los rincones más oscuros de nuestra mente y hacer catarsis en torno a una misma situación. Estar bien o mal resulta tan normal como el día y la noche, lo interesante es cómo vemos nuestro alrededor y cómo nos vemos a nosotros mismos, y las acciones que cada situación detonan. 

Pensamiento-emoción-acción, es tal vez el trinomio que mejor nos define como seres que pensamos, nos emocionamos y reaccionamos según los estímulos que se arrojen. Pensar es un acto voluntario e involuntario a la vez. Intenten meditar por algunos minutos y podrán comprobar que los pensamientos llegan y llegan acompañados de pendientes y preocupaciones, lo cual es completamente normal, por ello la meditación busca, más que conectar con la mente, busca conectar con la respiración y el cuerpo, para así lograr darle un poco de descanso a la mente. Cada vez se comprueba más que alcanzar este estado permite conectar con conciencia verdadera.

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De manera voluntaria podemos decidir en qué y por cuánto tiempo ocupar nuestra mente para realizar las tareas cotidianas o resolver los retos de la vida, sin embargo, pocas veces logramos racionalizar ese tiempo dedicado a cada cosa y tendemos a priorizar, a veces, en las cosas que menos importan o que más nos afectan. 

Desde el aspecto psicológico los pensamientos que resultan de nuestro sistema nervioso límbico suelen clasificarse en 9 tipos o formas como: reflexivos, críticos, analíticos, lógicos, sistémicos, analógicos, creativos, prácticos o deliberativos; sin embargo, existen tantas formas de pensamiento como seres y formas de ser en este planeta. Es esa diversidad la que nos juega a favor o en contra, porque todas las formas de pensamiento pueden darse hacia lo negativo o positivo. 

Pensemos un momento en los conceptos de subconsciente, consciente, preconsciente, que mucho escuchamos últimamente y que se relacionan tanto con lo que pensamos o creemos que no pensamos. Para explicarnos la diferencia invitamos a la terapeuta Patricia Pascual, quien nos dice: “la mente es como un iceberg, donde la punta que se asoma es nuestro consciente, lo cual representa un porcentaje que va del 5% al 10%, teniendo al otro casi 90% en la profundidad de la mente. Por tanto podemos decir que la mente se divide en tres partes: el consciente, que son todos los pensamientos que podemos reconocer y ubicar; el subconsciente, que es una especie de repositorio de sentimientos, imágenes e información almacenada; y la tercera, que corresponde al inconsciente, al cerebro reptiliano o primitivo, todavía más profundo, que es el funcionamiento biológico del cuerpo humano y nos arroja instintos para alejarnos del peligro o buscar el placer”.

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– ¿Y cómo se comunican las tres partes de la mente?

Ante una situación consciente que podría ser de angustia (un nuevo trabajo, un evento en específico), el inconsciente reacciona y arroja alguna reacción física para evitar enfrentarse a esa situación, porque trata de protegernos. El subconsciente no razona, no tiene temporalidad y se trata de toda esa memoria plasmada en distintas capas que actúa para defendernos, aunque a veces no lo necesitemos. Por ello, si el subconsciente tiene algo grabado, será muy difícil actuar conscientemente porque dominará a ese 90%. Así, será fundamental darle órdenes a nuestro cerebro para programarla hacia la congruencia entre lo que pensamos, decimos y hacemos.

– Escuchamos mucho acerca del ego, ¿qué papel juega en este entramado mental?

El ego es una especie de voz interna conectada con el subconsciente y el inconsciente, se ha convertido en una palabra muy popular normalmente llevada a lo negativo, lo cual no tiene nada que ver. El ego no es malo necesariamente porque nos protege también del peligro y de todo aquello que se arroja en la profundidad. Sin embargo, como se trata del “yo”, suele relacionarse con la personalidad y las etiquetas que utilizamos o que nos impone la familia o la  sociedad. Todo se  relaciona porque las etiquetas llevan una carga emocional e histórica.

– ¿Podemos decir que hemos estigmatizado al ego?

Sin duda sí, pero son las etiquetas o las personalidades que queremos que vean de nosotros o lo que creemos ser. La forma de ser también es una decisión, uno es como decida que quiere ser. Claramente tenemos un temperamento de nacimiento que viene de nuestros padres, pero incluso éste puede modificarse para mejorar.

– ¿Podemos reprogramar nuestra mente?

Sí, tal como una computadora, la mente puede reprogramarse. El inconsciente es como una red con entramados muy profundos que pueden tratarse y modificarse en terapia o de otras formas alternativas. La meditación es una herramienta fundamental y no se trata de mantener la mente en blanco, hoy en día hay muchas formas de meditar, puede ser a través del movimiento, con ojos abiertos, contemplando algo que te parezca divino. Se trata de conectar con tu consciencia divina, con el universo. Es un espacio de silencio para conectar con el corazón.

Vaya tema tan complejo e interesante para quienes buscamos intentar de muchas maneras estar bien. Calmar la mente tiene mucho que ver con entender los espacios, los momentos, los silencios y así nuestra existencia. Cada vez nos queda más claro que ser y estar bien no es lo mismo que creer estarlo, pero como no estamos en una competencia, será mucho mejor intentarlo de verdad, antes de simularlo. En esta ocasión queremos decirles que no pasa nada, que somos perfectibles y que vale la pena intentar pensar de formas más equilibradas y sanas. 


Mafer Olvera y Paola Palazón Seguel son creadoras de SIKI y Ser Mamá Hoy, plataformas de bienestar emocional y promoción de la salud mental.  Mafer es creadora del modelo Hospital de las Emociones, consultora en juventudes y salud mental,  y Paola es autora, emprendedora y creadora de proyectos de bienestar emocional y espiritual.

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