“No hay bronca que no sepas el idioma, a señas te entienden”, ha de haber pensado el héroe de esta historia que sirve como lección para esos intrépidos turistas que creen que el idioma universal es el amor, la sonrisa… o cualquier de esas jaladas hippies.

Aunque no sabía nada más que mandarín, un turista chino de 31 años quiso realizar un viaje por diferentes partes de Europa, teniendo Alemania como su primer destino… para su desgracia, una serie de eventos se fueron encadenando, uno tras otro, para terminar con él dentro de un centro para refugiados.

Todo comenzó cuando al arribar a Stuttgart, el ciudadano de origen chino trató de denunciar el robo de su billetera. Quién sabe qué señas hizo o de qué le vieron cara las autoridades alemanas que, dado que el avión en el que llegó transportaba un número considerable de refugiados, le proporcionaron un formulario para solicitar asilo germano… y ahí va el oriental a llenarlo.

turistas chinos

Obediente de las autoridades, el susodicho (del que no se da a conocer su identidad, para que no le carguen carrillla) fue conducido a un albergue en Heidelberg donde pasó tres largos días (suponemos que esperando su cartera). De ahí pasó a Dortmund, donde le fue recogido su pasaporte, para luego ser trasladado a Dülmen. De menos podrá presumir que conoció varias ciudades alemanas.

En fin, fue en el albergue ubicado en el último lugar indicado donde un funcionario de la Cruz Roja, Christoph Schlütermann, notó algo “diferente” en el singular turista-refugiado… al menos algo que lo particularizaba del resto de las 50 personas con las que compartía techo y comida.

“Él no se veía como un refugiado común, más bien lucia como un funcionario, vestido con traje y corbata”.

Fue al buen Christoph al que se le prendió el foco y, si bien no hablaba mandarín, medio se ayudó con un traductor digital… ahí se dio cuenta del error: el turista chino ya ni quería su cartera, sólo que le dieran chance de seguir su viaje a Italia.

Si bien las autoridades alemanas tuvieron algo de responsabilidad de esta regadota, también el chino… bien dicen que a quién no habla (aunque sea en mandarín) dios no lo oye: “Él tuvo un comportamiento normal durante todo el tiempo que permaneció en el albergue y se integró sin problemas a la rutina diaria”.

El asunto se terminó de arreglar con la ayuda de un empleado de un restaurante chino, quien señaló que su compatriota quería lanzarse a Francia e Italia… pero se topó con la burocracia que, así como aquí, nomás no oye y se dedica a sellar formularias y a decir “el que sigue”.

*Vía El País

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