Lo que debo saber

El Día de Muertos siempre se entenderá mejor si acompañamos la tradición de poner nuestra ofrenda, con la de leer los mejores poemas de muerte de Jaime Sabines.

El Día de Muertos no se parece a nada; es a la vez una celebración de la vida y una manera profunda de dialogar con nuestros difuntos. Y aunque muchos han intentado explicar esta fiesta, solo Jaime Sabines logró capturar en sus poemas la esencia de cómo entendemos la muerte en México.

Este prolífico autor chiapaneco tuvo el don de encontrar en el fin de la vida el principio de la eternidad.

Sus poemas sobre la muerte son como faros en la oscuridad. Nos permiten, como las ofrendas, conectar con otros mundos. Son piezas de arte, pero también una forma de enfrentar juntos el temor a lo desconocido y de crear un vínculo con los que se fueron y no volvieron.

Para muchos, quizá uno de los mejores poetas de México./imagen Gaceta de la UNAM

Y es que Sabines tenía una relación íntima con la muerte; hablaba de ella, escribía sobre ella y hasta se atrevía a verla a los ojos.

Para él, los difuntos debían seguir en la vida y por eso en su poética los entierros y el olvido de los cementerios estaban prohibidos.

Nuestros muertos no desaparecían, sino que podíamos encontrarlos en la naturaleza, “en la respiración de un buey o en el temblor de las plantas”.

Dicho esto, no existe una mejor manera para pasar el Día de Muertos que con la compañía, casi etérea, de los poemas de Jaime Sabines. Pequeñas obras de arte que huelen a copal y nos obsequian esa sensación cálida que tenemos cuando vemos las fotos viejas de nuestros abuelos.

Algo sobre el hijo del Mayor Sabines

Jaime Sabines nació un 25 de marzo de 1926 en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Hijo de Julio Sabines, migrante libanés que creció en Cuba, y que se fue a vivir a Tabasco, donde se unió a la Revolución Mexicana y se volvió Mayor en Chiapas.

Jaime creció junto a sus dos hermanos en “El ranchito”, un predio en la mitad de la nada, donde se acostumbró a la naturaleza y a la libertad.

Todos los días se levantaba a las seis, iba al río a nadar y en las tardes escuchaba a su papá leer en voz alta relatos árabes que lo inspiraban, como Las mil y una noches o el Cantar de los cantares.

Así se veía Jaime Sabines en los primeros años./imagen Página Facebook Jaime Sabines

Era bueno para la escuela, tanto que en 1945 entró, para complacer a sus papás, a la Facultad de Medicina en la CDMX.

En Ciudad de México vivió en barrios pobres y se deprimió en las clases de anatomía.

Entre clases y libros, leyó a Neruda, Alberti y otros poetas y, finalmente, para salvarse de la soledad del quirófano, empezó a plasmar en una libreta sus primeros versos.

Ya en 1950 abandonó el bisturí y regresó a su pueblo para atender el negocio familiar y escribir.

Pronto publicó su primer libro, Horal, un grupo de poemas que fue un respiro de aire fresco para los lectores; una voz cercana, que le hablaba a todos y que le daba versos a la soledad, a la muerte y al desamor. Un canto a la vida, pero también a la pérdida.

Jaime Sabines y su esposa./imagen Página de Facebook “Jaime Sabines”

A lo largo de su carrera publicó 23 obras destellantes, llenas de poemas como Los amorosos, que hablaban de la “hermosa vida”. Fue un poeta telúrico, visceral y de entraña.

Conquistó lectores y escuchas de todas partes; para él la poesía era una maldición y una bendición capaz de salvarnos de las pequeñas muertes que nos visitan todos los días.

7 poemas de muerte de Jaime Sabines

Además de acompañar el Día de Muertos, leer los poemas de Jaime Sabines es una forma hermosa de rendirle un homenaje a una de las mejores plumas que ha habido en México. Sus palabras no solo son inmortales, sino que nos invitan a cruzar mejor esta vida que un día empieza y un día termina.

1. Algo sobre la muerte del mayor Sabines

Imagen del Mayor Sabines. / Fotografía Página de Facebook “Jaime Sabines”.

“¡…Morir es retirarse, hacerse a un lado,
ocultarse un momento, estarse quieto,
pasar el aire de una orilla a nado
y estar en todas partes en secreto.


Morir es olvidar, ser olvidado,
refugiarse desnudo en el discreto
calor de Dios, y en su cerrado
puño, crecer igual que un feto”.

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2. Qué costumbre tan salvaje

Uno de los poemas emblemáticos del autor./imagen Unsplash

“¡Qué costumbre tan salvaje esta de enterrar a los muertos!, ¡de matarlos, de aniquilarlos, de borrarlos de la tierra! Es tratarlos alevosamente, es negarles la posibilidad de revivir

Yo siempre estoy esperando a que los muertos se levanten, que rompan el ataúd y digan alegremente: ¿por qué lloras?…”.

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3. La procesión de la muerte

Los poemas de Jaime Sabines son fáciles de leer./imagen La Ciudad de México en el tiempo.

“… Es claro que no quiero que me entierren. Pero si algún día ha de ser, prefiero que me encierren en el sótano de la casa, a ir muerto por las calles de Dios sin que nadie se dé cuenta de mí. Porque si amo profundamente esta maravillosa indiferencia del mundo hacia mi vida, deseo también fervorosamente que mi cadáver sea respetado”.

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4. Aleluya

Sabines le hablaba a sus muertos./imagen Gaceta de la UNAM

“… Si hubiera de morir dentro de unos instantes, escribiría estas sabias palabras: árbol del pan y de la miel, ruibarbo, coca-cola, zonite, cruz gamada. y me echaría a llorar.

Uno puede llorar hasta con la palabra “excusado” si tiene ganas de llorar…”.

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5. La primera lluvia del año

Sus poemas son una forma de vincularnos con la vida./imagen Unsplash

“… ¡Amo tanto la luz adolescente
de esta mañana
y su tierna humedad!

¡Ayúdame, Tarumba, a no morirme!
a que el viento no desate mis hojas
ni me arranque de esta tierra alegre”.

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6. Dice Rubén

Muchas de sus obras se basan en sus vivencias./imagen Unsplash

“Dice Rubén que quiere la eternidad, que pelea por esa memoria de los hombres para un siglo, o dos, o veinte. Y yo pienso que esa eternidad no es más que una prolongación, menguada y pobre, de nuestra existencia.

Hay que estar frente a un muro. Y hay que saber que entre nuestros puños que golpean y el lugar del golpe, allí está la eternidad.

Creer en la supervivencia del alma, o en la memoria de los hombres, es lo mismo que creer en Dios, es lo mismo que cargar su tabla mucho antes del naufragio”.

7. Tía Chofi

Sus poemas también nos invitan a observar la naturaleza./imagen Unsplash

“Vas a ser olvidada de todos
como los lirios del campo,
como las estrellas solitarias;
pero en las mañanas, en la respiración del buey,
en el temblor de las plantas,
en la mansedumbre de los arroyos,
en la nostalgia de las ciudades,
serás como la niebla intocable, hálito de Dios que despierta…”.

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