“La mala alimentación mata más que el narcotráfico, el crimen organizado o la violencia en América Latina y el Caribe”, esa es la conclusión que presenta el reciente informe de La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación.

Esta también señala que más de 360 millones de personas que habitan en Latinoamérica sufren de sobre peso y obesidad, mientras que otros tantos, padecen problemas de desnutrición y mala alimentación.

Los países con mayor cantidad de residentes obesos son Bahamas, México y Chile, siendo las mujeres y los niños los principales afectados. Entre las principales razones que cita el informe, se encuentra la mala cantidad y calidad de ingesta de alimentos, el ritmo laboral, los problemas de crecimiento económico en el área y por supuesto, el incremento en el consumo de alimentos ultraprocesados. Ahora mismo Latinoamérica una bomba de tiempo en cuanto a salud pública se refiere.

Y es que la obesidad tiene consecuencias tanto individuales, como sociales. Según la FAO, la primera reacción de una persona obesa son los sufrimientos psicológicos, al que le sigue el deterioro de la salud que se traduce en diversos trastornos crónicos y con ello la muerte.

Por lo tanto, el índice de mortandad por factores asociados al sobrepeso, como padecimientos cardiovasculares y diabetes van en aumento. Tan sólo en México, se estima que más de cien mil personas mueren anualmente a causa de estos trastornos.

Y el panorama es aún más desesperanzados, pues México es el país con mayor obesidad infantil, que directamente se asocia con una mayor probabilidad de obesidad, muerte prematura o discapacidad en la edad adulta.

De 280 niños entre siete y 15 años que son tratados en el Hospital infantil, el 40% sufre algún tipo de diabetes; el 18% sufre de hipertensión y el 65% tiene alteraciones metabólicas de grasa. En contraste, durante este año fueron diagnosticados 1 millón y medio de niños que padecen desnutrición crónica.

Lo que refleja es simple: la obesidad y desnutrición no son más que otras graves señales de la desigualdad, y sobre todo de los diversos factores socioeconómicos que directa o indirectamente nos han llevado a adoptar costumbres alimenticias que no son del todo sanas.

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