El 9 de febrero de 2004 salió a la venta el homónimo debut de un grupo de Glasgow llamado Franz Ferdinand. Gracias a la tremenda recepción del sencillo “Take Me Out”, el álbum encontró el gusto tanto del público como de la crítica; sin embargo, desde hace 10 años, la banda no se ha desviado mucho de la fórmula con la que encontró el éxito.

Cada diez años (más o menos) aparece una banda en el Reino Unido que busca devolverle el glamour a la música rock de guitarra. Esa falsa nostalgia que perdura a través de los discos de Roxy Music, T.Rex y David Bowie es capturada por una nueva generación de artistas que se siente atraída por el concepto de mezclar la música con la moda. El estilo es parte de la sustancia y eso tiene que verse reflejado no solo en las prendas de vestir, sino también en las letras arrogantes, en la actitud subversiva y en la presencia de escenario que se desborda de carisma.

En 1984, The Smiths lanzaron un homónimo debut, el cual dejó plasmado la fuerte presencia del vocalista tanto en sus letras como en las presentaciones en vivo, acompañado por unos acordes que se inspiraban demasiado en las guitarras de las bandas de los sesenta, al estilo de los Beatles y los Kinks. En 1993, Suede lanzó su homónimo debut siguiendo la misma fórmula de los Smiths, aunque esta vez el público fue mucho más receptivo al regreso triunfal del pop de guitarra, abriéndole paso a una nueva ola de bandas, bautizada como britpop. En 2004, Franz Ferdinand lanzó su homónimo debut (nada como dejar sin título tu primer disco) también rescatando el estilo visual de sus antecesores, pero adaptando su sonido al indie dance-punk que tanto ruido estaba generando hace diez años.

Cuando el britpop de Oasis, Blur y Pulp dio lugar a un sonido más sofisticado (The Verve, Spiritualized) o más meloso (Coldplay, Travis), los británicos que buscaban un estilo de música más simple y crudo volvieron a prestar su atención a lo que estaba saliendo de Norte América. Nada más en Nueva York estaban surgiendo grupos como The Strokes e Interpol, demostrando que las bandas de guitarra todavía podían ser relevantes. ¿Cómo? Pues volviendo al pasado. Así que muchas bandas británicas que buscaban algo de inspiración para dar su primer paso desecharon sus teclados y sus sintes, corrieron a la tienda de guitarras, se compraron sus pedales y sus amplificadores, y pusieron manos a la obra para revolucionar la escena con el garage rock de sus abuelos.

Ahora bien, mientras grupos como Arctic Monkeys y The Libertines se dejaron llevar inmediatamente por Is This It (vease: Arctic Monkeys y su lugar entre las 5 bandas más importantes del indie rock británico), otros como Bloc Party y Franz Ferdinand le rascaron más a la superficie para dar con bandas como The Rapture, Liars, Clinic, The Faint y los Yeah Yeah Yeahs. Estos grupos tomaron prestado el post-punk de Joy Division y Television para producir un estilo más accesible a la pista de baile.

Lo que Franz Ferdinand hizo de manera magistral en su primer disco fue mezclar las guitarras angulosas del dance-punk (que serían perfeccionadas en Silent Alarm), el estilo refinado de Bryan Ferry (Alex Kapranos es prácticamente una versión joven del vocal de Roxy Music) y, claro, las letras que tanto caracterizan los gustos británicos (incorporando incluso algunas referencias sexuales no tan sutiles). Aquí la clave es la guitarra de Nick McMarthy que arranca cada tema con un gancho que obliga al público a reconocer la rola desde el primer segundo y prenderse. Las únicas excepciones son “Jacqueline”, la primera rola en el disco que inicia con la voz de Kapranos invocando el nombre de la dama aludida, “Darts of Pleasure” que arranca con la sección rítmica y “Auf Achse”, quizás el única tema que incorpora un teclado.

Todos los demás temas son identificados por sus primeros acordes, ya sea por la cautela de “40′” o la explosión de “Take Me Out”. Otro de los encantos son los cambios de tempo que nos cambian el tablero a media rola y provoca que la audiencia salga de su trance y renueve su atención. La guitarra principal juega un papel tan importante que es el instrumento que va trazando los pasos del baile, como alguna vez lo hicieron las bandas de punk, al estilo de Gang of Four. Las notas son tan filosas que cortan el aire, y desde ese entonces, Franz Ferdinand no se ha desviado mucho de esa fórmula. Lo único que ha salvado a FF de caer en la obsolescencia como muchos de sus contemporáneos (Maxïmo Park, Futureheads, o hasta el mismo Bloc Party) es que las canciones de su debut -y de su segundo álbum- son tan buenas y pegajosas que eso les garantiza una longevidad envidiable.

De vez en cuando, Franz Ferdinand busca cambiar un poco su estilo, aunque lo hace de manera muy sutil, sin que muchos se den cuenta. Por ejemplo, una rola tan brillante como “The Universe Expanded” -de su más reciente álbum- tiene que ser enterrada en la segunda mitad del disco, aunque el primer sencillo sea “Right Action”, una canción que se vende como si pudiera encajar en el primer disco. Pero el público (particularmente el público británico) es alérgico a cualquier tipo de cambio, y siempre desea que el sonido de sus bandas favoritas permanezca igual, y si alguna vez llega a cambiar su dirección o deja que “evolucione su sonido”, los fanáticos y hasta los medios esperan que la banda “regrese a sus raíces”. El homónimo de Franz Ferdinand es un disco que pertenece a su época pero que hoy podemos escuchar, no con un sentimiento de falsa nostalgia provocado por -digamos- un Hunky Dory, sino apegado a memorias que nuestra generación puede atribuir a los años que vivieron en realidad.

T:@ShyTurista

*Franz Ferdinand se presenta el próximo sábado, 3 de mayo, en el Palacio de los Deportes. Todavía puedes encontrar boletos en Ticketmaster o en las taquillas del inmueble.

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