Y como cada lunes aquí está nuestra dosis antitendencial, el espacio que dedicamos a aquellos proyectos musicales que muestran una estética distinta a la música meramente comercial o popular, y que por ende, difícilmente escuchamos a través de los principales canales de difusión como la radio o televisión.

Porque hay que entender que la música es un lenguaje mucho más complejo de lo que imaginamos a primer escucha. Debemos ser conscientes de la impresionante cantidad de proyectos musicales que se desarrollan al rededor de todo el mundo y que viven casi en el anonimato por no formar parte del monstruoso juego de la industria musical. Expresiones, géneros, estilos, ritmos, colores y tesituras infinitas se crean por todo el mundo, sólo queda en nosotros darnos un clavado en la red, limpiarnos bien las orejas y recibir todo tipo de propuesta.

Esta ocasión recomendaré uno de los discos que más me ha golpeado sentimentalmente, de aquellos álbumes que guardas como un tesoro celosamente de bajo de la almohada con el miedo de que alguien más venga a arrebatártelo. A pesar del característico celo-melómano, este disco es una belleza de pies a cabeza, por lo que me haría sumamente feliz saber que se cosecha en los oídos de varios queridos lectores, siendo este el último post de Antitendencias Sonoras con el que agradezco a cada uno de ustedes por su tiempo y por sus oídos.

Se trata de A Winged Victory for the Sullen, dúo formado por Dustin O’Halloran y Adam Wiltzie, quienes se reunieron detrás del escenario un 24 de mayo de 2007 para acordar y dar vida a este proyecto. Fue hasta el 2011 que la banda logró debutar su álbum homónimo con el que dejaron en claro la profundidad y gran talento que tienen como compositores.

 

 

Dustin O’Halloran es un pianista y compositor estadounidense que ha logrado posicionarse como uno de los compositores contemporáneos más interesantes de este siglo. A lo largo de su carrera profesional ha publicado cuatro álbumes en solitario en donde el piano es el protagonista de sus paisajes un tanto melancólicos. También formó parte de la banda indie Devics y es reconocido por sus composiciones para cine y televisión.

 

 

Por otro lado, Adam Wiltzie no se queda atrás. Él es un compositor e ingeniero de sonido altamente reconocido, ha formado parte de bandas de música ambient y experimental como Stars of the Lid, The Dead Texan, Aix Em Klemm y Sleepingdog. Es bastante reconocido como ingeniero, ha acompañando en giras a bandas como The Flaming Lips, Mercury Rev, Labradford, Bedhead y Jóhann Jóhannsson. También ha musicalizado varias películas, inclinándose más por el glamoroso Hollywood.

 

 

Como podrán darse cuenta, ambos son músicos bastante reconocidos en la escena contemporánea. Dos cabezas increíbles que lo mejor que se les pudo ocurrir, fue el reunirse.

¿El resultado? un increíble lenguaje en donde la música académica se mezcla con su curiosidad por la experimentación, entregando así un álbum con una personalidad un tanto onírica e inigualable. Una delicada y cuidadosa composición que nos cautiva entre la profundidad del piano y los paisajes ambientales en donde las frecuencias parecen crear una cortina de neblina que transforma el paisaje en algo aún más romántico. Lo más sobresaliente de su proyecto es la orquestación, las cuales transforman sus obras en piezas mucho más espaciales y complejas.

En el 2014 publicaron su álbum Atomos y su EP Atomos VII, en donde ya logrando consolidar su sonido, ahora nos invitan a obras mucho más extensas y orquestadas. Sin embargo, si apenas cierras los ojos para introducirte a su mundo, no dudo en recomendar su álbum debut como una introducción a su rico y sensible lenguaje.

 

 

¡Gracias!

T: Diego C.

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