¿A cuántos conciertos vas al año?
Diez, quince, veinte conciertos quizás. Ya son muchos ¿no crees?
Aquí en Sopitas.com, uno de nuestros colaboradores fue a 48 eventos en el 2012 y eso ya puede ser clasificado como una obsesión.
Pero ¿cómo sería el estado mental de una persona que acude a 300 (lease: trescientos) conciertos al año? ¡Y todos de metal! Quizás las preguntas más pertinente serían ¿A qué hora duerme? ¿Cómo le hace para trabajar? ¿Todavía tendrá un tímpano?
Conoce a Roger Tullgren, un hombre de 42 años que vive en Suecia. Tullgren es un sujeto especial porque ha sido un fanático del metal desde los 2 años de edad, cuando su hermano compró un disco de Black Sabbath. Pero el no se describe como un adicto en el sentido de que le “guste mucho” un cierto tipo de música. Más bien es un adicto en el sentido literal de la palabra, así como hay sujetos adictos al alcohol o a las drogas. Su adicción a los conciertos de metal es tan grave que es incapaz de mantener un empleo normal.
Actualmente Tullgren tiene un trabajo de medio tiempo lavando trastes en un restaurante. Su jefe le permite unos días extra de descanso para ir a conciertos y le deja escuchar música en el trabajo, mientras el volumen no moleste a los clientes.
Tullgren logró que tres psicólogos reconocieran su adicción al metal como una discapacidad lo cual le permite recibir beneficios del gobierno según lo estable la ley sueca. El diagnóstico de los doctores sirve también para que ningún reclutador lo pueda discriminar por su condición.
Tullgren tuvo que luchar por diez años para lograr que su dependencia musical fuera reconocida como un obstáculo para trabajar y llevar una vida común y corriente.
Metaleros mexicanos… ¿Qué los detiene? Ustedes también deben ir a su clínica correspondiente del IMSS y exigir sus derechos satánicos.
via Global Post