“El metal no se crea ni se destruye, sólo se transforma”, escuché decir a uno de los miles de fanáticos que estaban a punto de ingresar al Foro Sol para ver a Metallica. No sé bien a qué se refería ese sujeto (quizás sólo a las latas de cerveza que ya se había empinado), pero el hecho de que las cosas cambien y en esencia sigan siendo las mismas, es lo que se le olvida a los ahora detractores de la banda californiana.

Especialmente a varios de ellos que se niegan a pagar por verlos –dicen– por no perdonar que los liderados por James Hetfield se hayan cortado las matas, que ya no saquen discos como el Kill’Em All o que se hayan vuelto “comerciales” (lo que sea que eso les signifique). Y también algunos de los que, con boleto en mano, van emocionados a encontrarse con la mejor banda de metal de todos los tiempos pero, aún así, justifican su presencia en el concierto de quienes días antes compartieron escenario con Lady Gaga. Son contradictorios… como buen ser humano. “Yo sólo del Álbum Negro pa’ bajo”. Y eso lo saben hasta los que venden las playeras.

Claro, no todos. Hay quienes reconocen que, así como para Hetfield y compañía, para ellos el tiempo no pasa de a gratis. Ya no son ni pueden ser los veinteañeros furiosos de antes. Ya hay cuentas y responsabilidades. Hay que entrarle sabroso al “Godinato”: traer el pelo corto, ocultar los tatuajes y vestir formal. Pero una vez al mes, al año o cada que viene esa banda que musicalizó gran parte de su vida, pueden volver a ser lo de antes, sacar a pasear al monstruo. Mostrar lo que son en esencia.

“Return to ashes, shed this skin

Beyond the black, we rise again

We shall live forever”

Bueno, la gente común lo hace sólo de vez en cuando. Los privilegiados, como Metallica, lo hacen una y otra vez. Todo lo “criticable” en su contra muere cuando suben al escenario y reviven a los artífices de “Welcome Home (Sanitarium)”, “The Four Horsemen”, “One” y “Seek & Destroy”.

Y mientras los Hetfield, Hammett y Ulrich de hace años vuelven a mostrarse, en las gradas y pista, pasa algo similar. Para bien y para mal. El de al lado vuelve a mover la mata (lo que queda de ella), la doña vuelve a emocionarse al ver cómo Kirk hace chillar la guitarra, el mala copa regresa a la etapa en la que no controla el esfínter y todo mundo grita igual que hace 24 años. (Y uno que ya se había emocionado cuando proyectaron el flyer en las pantallas… ¿otra fecha? Pero nomás era cuestión de hacer memoria).

Pero no se crean, la presencia de Metallica no sólo revive muertos. También es el encuentro con quienes apenas los están conociendo: a los que les correspondía del St. Anger  para acá, pero sabiamente se fueron para atrás y ansiaban causarse tortícolis al ritmo de “Fight Fire With Fire”… para después bajarle a los niveles con “Nothing Else Matters” que, la verdad, hasta para XV años la utilizan.

¿Y después? Revivir al que se para temprano para ir a la escuela o al trabajo. Nuevamente ponerse los lentes guardados celosamente para que no se cayeran entre tanto apretón. Correr para ver si todavía se alcanza Metro. Comenzar a ahorrar para la próxima. Buscar nuevas formas de aniquilación y resurgimiento: libros, películas, música, gente… más conciertos. De eso se trata: de nuestra constante muerte y resurrección.

 “Are you Alive?” pregunta Hetfield antes de echarse “Now That We’re Dead”. Y sí, como dice el título de la canción que al ser ejecutada es uno de los puntos altos del concierto, “estamos muertos”. Pero reconocer nuestra constante muerte hace más interesante la vida. Sólo así se puede seguir adelante, sin aferramientos al pasado. Experimentando ellos al crear sonidos y nosotros al escucharlos. Total, no pasa de que no nos guste y mentemos madres. Sólo así valen pito las críticas de cantar con Lady Gaga (o de ir a ver a esos güeyes). Es asunto de identidad, saber lo que eres. No te creas ni te destruyes, sólo te transformas. “Metalero eres y metalero serás.”

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Hola, soy Álvaro. Estoy en sopitas.com desde hace algunos años. Todo ha sido diversión, incluso las críticas de los lectores. La mejor de todas: "Álvaro Cortés, córtate las manos".

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