Una noche de puro garage puro con The Fuzztones

Tuvieron que pasar 15 años para que los máximos representantes del garage revival se hicieran presentes de nueva cuenta en escenarios mexicanos. Encabezando cartel del “Invasión Fuzz y Gritos Festival” los mismísimos Fuzztones prendieron los ánimos de los amantes del rock primitivo. Los cuales tuvieron un gacho coitus interruptus cuando, en 2009, los de Nueva York dejaron para después su visita… todo por culpa de la influenza.

Pero ahora sí: ni frío, ni “gasolinazo”, ni el precio del boleto (para quienes no lo pescaron en preventa), fueron pretexto para dejarse envolver por los ritmos de los liderados por el cautivante Rudi Protrudi, quien con guitarrazos y lances vocales, parecía hipnotizar a todo el respetable de la Sala Corona de la Ciudad de México.

Pero vamos por partes. Antes de que The Fuzztones hicieran que hasta la dama más frágil sacara al cavernícola que lleva por dentro (no se fíen de las chicas que se meten a los guamazos… están bien pin%&/es locas), sobre el escenario hicieron rápidas pero contundentes apariciones Los Magníficos, The Cavernarios, Beso Negro, Los Mustang 66 y Los Sicóticos.

Por detalles que no vale la pena recordar, quien escribe no alcanzó a ver a las tres primeras bandas y sólo llegó para ver cómo los de Beso Negro se fueron sin pena ni gloria, pese a contar con la guitarra de Julián Lede (Titán, Silverio) y los desesperados intentos de su vocalista para ganarse la simpatía del público. A fuerza ni los calcetines entran. Caso muy diferente con los Mustangs 66, quienes con el característico sonido del órgano tocado por su vocalista, hicieron que el público comenzara a sacar los pasitos que explotaron cuando las leyendas, Los Sicóticos, aparecieron para aplicar su primitive garage.

Ahora sí, por ahí de las 21:30 apareció Rudi Protrudi y compañía para pasar lista a Pentagram, The Sonics, The Sparkles, Blue Öyster Cult y demás bandas a las que The Fuzztones reviven a base de los primitivos aporreos que Marco Rivagli le da a su batería y el siempre puntual remate con el bajo de David Thorpe. Para desgracia de sus admiradores, Lana Loveland no estuvo en el órgano, pero éste estuvo bastante bien cubierto.

Con los primeros temas, no faltaron los que se quisieron acercar más para dejarse hipnotizar por la cadencia de Protrudi. Grave error: con “Jack the Ripper”, quedó claro que el concierto no era apto para los que no hayan probado el rigor de Metro Pantitlán en hora pico y menos para los que nomás les gusta pasarse los conciertos con celular en mano. Empujones, codazos, chelas voladoras y una pelea al más puro estilo del tianguis, fueron musicalizados con “I’ve Got Eyes in the Back of My Head”, “You Must be Witch”, “Don’t Speak Ill Of The Dead”, “Ward 81” y “The Witch”.

Más de veinte canciones, un sólo encore. Suficiente para dejar satisfechos a los fans más férreos de los que muchos consideran la banda de garage revival más importante de la historia. Los que durante cerca de hora y media no dejaron de gritar las canciones y darse en su madre, sólo interrumpidos por los momentos en que gozaban de la cavernícola imagen de Rudi Protrudi. A ver si no tenemos que esperar otros 15 años para tenerlo de vuelta.