Ya le había pasado a Los Ángeles Azules que se les cuestionara su participación en un festival masivo. Fue antes de que sus duetos con Ximena Sariñana o Ana Torroja sonaran en absolutamente todas las tiendas departamentales de México, cuando apenas estaban pasando de las tocadas masivas callejeras a los festivales de renombre, cuando eran música para las 2 de la mañana en las fiestas, y que sin unos cuantos alcoholes encima pocos apreciaban.

En 2013, los Ángeles Azules se presentaron en el Vive Latino, con su nombre en las letras más chicas que había en el cartel. ¿Qué tenía que hacer una banda de cumbia de Iztapalapa al lado de Blur y Morrissey y Los Fabulosos Cadillacs y Yeah Yeah Yeahs? Hubo detractores, pero también hubo un par de miles que fueron a verlos a uno de los escenarios de la curva. Ese día, la cumbia iztapalapeña trascendió delegaciones, extractos sociales y rompió varios prejuicios con unas cuantas notas de acordeón. El disco Cómo te voy a olvidar, que fue lanzado apenas un par de meses después, cambió los conceptos de lo que la gente “bien” escuchaba. La cumbia dejó de ser “de naquitos” para convertirse en el mainstream nacional.

Eso decía Camilo Lara, del Instituto Mexicano del Sonido, y productor del disco en una entrevista para la revista Gatopardo en ese entonces: “La cumbia ha sido mal vista socialmente ‘¿Oyes cumbia? Eres naquito’. Es tristísimo: en todas las fiestas terminas bailando cumbia, es parte de nuestra espina dorsal. Mucha gente, por prejuicios y miedo a sus placeres culpables, no admite que la cumbia es buena”.

Camilo ha sido uno de los mayores impulsores de la cumbia y la cumbia electrónica, y fue él quien ideó crear un disco rescatando los temas de los Ángeles Azules que llevaban casi dos décadas poniendo a bailar a todo mundo en la cúspide de las fiestas, pero a los que les faltaba el reconocimiento de cierto grupo de escuchas como algo más que meras composiciones para “la peda”.

Los duetos en Cómo te voy a olvidar, con Saúl Hernández, Carla Morrison, Jay de la Cueva, Ximena Sariñana, entre una lista larga, le dieron una nueva vida a la carrera de Los Ángeles, quienes habían inundado las calles de la Ciudad de México con canciones maravillosas por casi tres décadas sin recibir el reconocimiento merecido. Hoy tienen los éxitos, los conciertos llenos en cualquier plaza del país en la que se paren, las versiones sinfónicas, los playlists de Spotify y los oídos de una generación que antes los negaba.

Ahora, esa fiesta de calle llega a un escenario masivo en Coachella. ¿Qué tiene que hacer una banda de cumbia al lado de Cardi B, Beyoncé, Migos, The Weeknd o SZA? Poner a la gente a bailar como si Indio, California fuera Iztapalapa. La cumbia siempre ha sido chida, siempre ha sido, más que cualquier otro ritmo, la música de la Ciudad de México, aunque no siempre la hayamos apreciado en nuestra burbuja pretenciosa. Ojalá poco a poco los prejuicios contra la música popular desaparezcan.

Ya lo sufrió la cumbia, la salsa y el reggaetón, y a su manera, cada uno de esos géneros se convirtió en el nuevo pop. Hace algunos años, escuchar a los Ángeles Azules era “de naquitos”, pero este año, para los que vayan a Coachella, representará escoger entre verlos a ellos o a Kygo. Estoy seguro de que la cumbia se va a poner mejor.

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