¡Indie Rock! Un término tramposo que dice mucho pero al mismo tiempo no dice tanto.

El indie rock puede tener distintos significados dependiendo de a quien le preguntes y donde lo hagas, pero la gran mayoría está de acuerdo sobre un punto: la música indie no define un estilo de música en particular. Una banda indie puede tocar punk, electronica, funk, dance, metal, folk, garage o cualquier otro género que se te ocurra. Históricamente, las bandas indie eran así denominadas porque no estaban bajo el yugo de ninguna disquera. Los mismos integrantes de la banda se encargaban de la producción, distribución y promoción de su música o lo hacían a través de un sello de escasos recursos, pero los suficientes como para poner su logo sobre la parte posterior de un disco.

Pero eso fue en un siglo anterior cuando necesitabas cintas magnéticas y grabadoras de dos pistas para hacer tus cassettes de lo-fi. Estos días las barreras tecnológicas no son tan altas y no necesitas demasiado equipo para lanzar tu propia carrera musical. Hasta los instrumentos son prescindibles. ¿Tienes una laptop? Ya la armaste. Todo artista independiente debe tener un espíritu emprendedor, dispuesto a absorber las pérdidas hasta encontrar el éxito soñado. Claro, la gran mayoría ni siquiera se acerca a esa meta a causa de la ridícula cantidad de propuestas que saturan la red pero todo mundo tiene derecho a expresarse y la música sigue siendo el arte preferido de la gente.

Eso es un artista independiente, pero esa definición no cabe en la percepción popular de lo que es una banda “indie”.

Acércate a un amigo que escuche música (de cualquier tipo) y pídele que te nombre una banda indie, la primera que se le ocurra. ¿Cual es su respuesta?

Lo más probable es te diga bandas como Arcade Fire, Arctic Monkeys, The Black Keys, Animal Collective, The Flaming Lips, The xx o cualquiera de los que están ahorita en la alineación del CC13. Incluso te pueden responder con los Pixies, los Smiths, Melvins, Pavement o hasta Nirvana. Y no estarían equivocados. Todo banda tuvo sus inicios como un proyecto independiente que tuvo que empezar tocando en todas las fiestas, cantinas y antros de mala muerte para darse a conocer. Aunque sus inicios radicaban en la escena underground, a lo largo de los 80 vinieron a darle forma a lo que sería conocida como una opción distinta al rock que consumían las masas a través de la radio FM: un rock alternativo.

Sin embargo, el término INDIE no se popularizó sino hasta el ocaso del viejo milenio, tras el hartazgo popular de la música alternativa y el surgimiento del internet como un medio de comunicación global. La explosión de la red permitió que se abrieran las puertas a un mundo que no sabías que existía, alejado de las bandas aprobadas (o de plano manufacturadas) por los grandes conglomerados a través de sus focus groups. Los artistas independientes siempre habían estado ahí, esperando a que alguien dijera “¡Wow! tienes que escuchar esto”, pero su estilo de música era muy excéntrico, muy vanguardista o muy experimental para que una disquera se arriesgara por ellos… y eso fue antes de que Napster fuera el primero en tumbarles el negocio.

Mientras todo esto estaba ocurriendo en el gabacho, en el Reino Unido la tímida y sutil revolución indie se generaba debajo de las narices de las grandes estrellas de la era Britpop. De hecho, la banda responsable por prender la mecha ni siquiera era británica sino un grupo de Nueva York que eran alabados por la prensa de ambos lados del Atlántico como los salvadores del rock. Esa banda: The Strokes.

Si Julian Casablancas fuera inglés, su banda figuraría en esta lista sin problemas. Tal fue la influencia que tuvieron los Strokes en el inconsciente colectivo de la comunidad artística de Gran Bretaña, tanto en la clase media de Sheffield como en los círculos elitistas de Glasgow y en las oficinas de los dictadores de gustos en Londres. Otra banda neoyorquina que tuvo un impacto en los medios ingleses fue Interpol aunque no se compara con la altura del pedestal sobre el cual colocaron a los Strokes.

El término indie se les pegó porque fueron parte de la primera ola de artistas que se promovían a través de la anarquía de la internet. Bandas como Interpol, Hot Hot Heat, The White Stripes y The Strokes recibían más apoyo de los fans que los escuchaban por medio de esta nueva herramienta que a través de la televisión o la radio. El gusto de la gente era genuino y nadie se sentía presa de una compleja campaña publicitaria. La prensa especializada se contagió de la emoción que estas bandas desconocidas estaban generando y realmente lo único que hicieron fue echarle más leña al fuego.

Los británicos siempre han sido fanáticos de la música de guitarra y ese fanatismo se hereda así como un padre hereda a su hijo su asiento en los juegos de casa del Arsenal o del Manchester City o de cualquier otro equipo de la Premier League. La generación de los 90 tuvo a Oasis, a Blur y a Pulp y la nueva generación también quería tener sus grandes bandas –¡ah! pero no las mismas. Por lo menos Damon Albarn y Jarvis Cocker estuvieron conscientes de ello y le cedieron el paso a otros candidatos.

¿Pero quién?

Coldplay, Travis y Doves eran demasiado “alternativos”. Necesitaban una banda con un color más local, más rudo y que escribiera sobre sus vidas, con melodías simples que los fans pudieran emular en la guitarra y con canciones con las que pudieran hacer slam. Los chavitos querían sus propias bandas con los mismos instrumentos de siempre (dos guitarras, bajo y batería) pero con su propio sonido, distinto al rave de los 80 o el pop de los 90. Querían ROCK N’ ROLL.

Obvio, no le podían decir así. En la Gran Bretaña no había muchas opciones satisfactorias así que sólo quedaba una opción, por más difícil que fuera aceptarlo: girar la vista hacia Norte América. Y fue así como los brits conocieron del amor a primera oída.

En el profético año del 2001 -el año en que todo volvió cambiar- The Strokes lanzaron Is This It. Por encima de la avalancha de hype que recibieron de la prensa (especialmente la inglesa) el disco tiene sus méritos. Prueba de ello es que más de diez años después todavía podemos disfrutar el álbum de principio a fin sin tener que brincarnos una de sus pistas, un logro que sus otros discos… pues simplemente no. Es casi una paradoja hacer algo perfecto con tu segundo intento.

Reseñas de Is This It hay muchas, así que no te vamos a aburrir con una ahorita, pero si vamos a decir que la banda despertó las pasiones de artistas “en potencia”. El Reino incluso se llevó una edición especial con una portada mucho más bonita que la edición gringa (¿esto qué?). The Strokes tenían lo suyo, pero a final de cuentas eran gringos. Había que tomar esos riffs y acompañarlos con letras y fraseos más ingleses, y un cantante con una postura más arrogante. Una vez más, los gringos imponían la fórmula y los británicos la iban a perfeccionar.

¿Y quiénes fueron los que dejaron huella? A continuación te presentamos las 5 bandas más importantes del indie rock británico en los últimos diez años:

ARCTIC MONKEYS

A los Arctic Monkeys los ponemos primero, no porque sean los más importantes o los menos influyentes en esta lista, sino simplemente porque son los más próximos a venir a nuestro país. Por si no sabías (¿y cómo, si te lo recordamos todos los días?) la banda encabezará la alineación del segundo día del festival Corona Capital, el 13 de octubre.

El éxito que los monos encontraron cuando lanzaron su debut en 2006 se puede explicar gracias al desmedido entusiasmo de la prensa británica, tan desmedido que la revista NME colocó a Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not en la quinta posición de su conteo de los discos británicos más grandes de todos los tiempos. Cabe hacer énfasis: No de la década anterior… ¡de todos los tiempos!

¿Uh? El disco es muy bueno, de eso no hay duda. Pero ¿En serio? ¿TODOS los tiempos? ¿Acaso se les olvidó el nombre del país en el que viven? Bueno, es su revista y pueden escribir ahí lo que se les de la gana, nosotros no somos sus editores. Pero lo que no vamos a poner en discusión es la influencia de esta banda sobre la nueva generación de grupos indie que ahora saturan los medios.

¿Cuál es su secreto? Pues los Arctic Monkeys no son para nada originales, pero lo que saben hacer lo hacen muy bien, más que nada gracias a la versatilidad de Alex Turner y la furia de su baterista, Matt Helders. Los monos tomaron prestadas las melodías de los Libertines con el dinamismo de los Strokes y le agregaron ese toque de clase media británica que tanto carecían las letras de otras bandas. La brillantez de Turner reside en su talento para crear imágenes tangibles con sus versos. Su voz también tiene ese gancho atractivo que tiene Pete Doherty, por ejemplo. Aunque a diferencia de Doherty, a Turner si le podemos entender, con todo y trabalenguas.

Con el paso de los años, la prensa sensacionalista del Reino Unido se ha enfocado en inflar otras bandas que no tienen tantos méritos como los Arctic Monkeys ni su perspicacia para entrarle al negocio. Antes de lanzar su primer disco, la reputación de la banda de Sheffield se propagó a través del (en ese entonces) novedoso fenómeno de las redes sociales. En la competencia de las disqueras para ganarse el contrato más lucrativo, los monos decidieron tomar el camino indie al firmar con Domino Records, el sello que sigue siendo su casa y a través del cual van a lanzar su quinto álbum de estudio en septiembre. Su sonido ha cambiado un poco, del garage rock de sus inicios al stoner rock que escuchamos en sus sencillos más recientes, pero el cambio es prueba de su talento por saber el camino que hay que tomar para atraer el gusto de la gente. Después de todo, a nadie le gusta probar para siempre el mismo sabor y Turner estás consciente de eso.

THE LIBERTINES

Podemos decir que los Libertines fueron la última banda del britpop noventero así como fueron la primera que inauguró la nueva ola de grupos indie en el nuevo milenio. Bajo el mando de Pete Doherty y Carl Barât, The Libertines fueron la respuesta inmediata de la Gran Bretaña al surgimiento de los Strokes en Estados Unidos, The Hives en Suecia y The Vines en Australia. Parecía que todos los países querían tener su propia banda de garage rock para venderse a una nueva audiencia global como HIP. En retrospectiva, resultaba algo irónico que la generación del celular exigiera música similar a la que escuchaban nuestros abuelos: un rock n’ roll puro y sencillo, sin los complejos arreglos de los britpopperos. En el 2002 -y de la mano de Mick Jones- llegaron los Libertines con Up the Bracket, un disco que le pintaba un nuevo rostro a la escena indie británica que a finales de los 90 era dominada por grupos como Belle and Sebastian. La única desgracia de los Libertines fue que el grupo era demasiado pequeño para contener a dos egos inestables como los de Barât y Doherty. Así como los Strokes han logrado sobrevivir porque no tienen a dos Casablancas entre sus filas, no podemos decir lo mismo de los Libertines que sufrieron la misma suerte que otros innovadores de su género diez años antes: The Stone Roses. Es curioso como se repite la historia.

BLOC PARTY

Un año antes de que los Arctic Monkeys arrollara la competencia sobre los hombros de los tabloides británicos, había otra banda que había perfeccionado la fórmula del indie garage para hacer un impacto con su propio estilo. Por supuesto, estamos hablando de Bloc Party que con Silent Alarm nos obligó a todos a poner atención a un disco de principio a fin. Sin contar con mucho apoyo de la prensa, Bloc Party actualizó el sonido angular de Gang of Four para ajustarse a las exigencias del nuevo milenio: un vocalista carismático con un discurso político cortesía de Kele Okereke y una verdadera máquina hiperactiva en la batería con Matt Tong (una receta algo similar a los monos). Otra característica que los distingue son esos guitarrazos que cortan el aire como navajas. ¿Cuántas bandas escuchas ahora que te hacen decir “Meh… suena a Bloc Party”?

FRANZ FERDINAND

Mientras Bloc Party es una banda para el desmadre, Franz Ferdinand se presta más a la pista de baile. Pero eso no significa que no conserve algunos elementos punk y garage que los pone en la misma linea que sus cuatro pares. Oriundos de Glasglow, la vieja capital del indie escoces tenía que tener su representante en esta lista. Tomando el nombre del archiduque austriaco cuyo asesinato provocó la erupción de la primera Guerra Mundial, Franz Ferdinand llegó en el año cuando el mundo empezó a tomar nota de las bandas indie que estaban reclamando espacios, incluso en el viejo mundo del MTV (en sus canales alternativos, pues) y la radio FM (en las estaciones universitarias, por lo menos). Notorios por cambiar de estilo a media canción, el cuarteto de Escocia se ganó a millones de admiradores gracias al tremendo éxito del sencillo “Take Me Out”. Aunque la banda no ha logrado igualar esa hazaña, la doble F tiene un talento para abastecer sus discos de ganchos pegajosos, letras ridículas y rolas simplemente divertidas.

THE KILLS

Si algo tienen en común las cuatro bandas de arriba es que todas hicieron un impacto de bomba atómica con su debut. Pero tan grande fue la euforia al principio que era inevitable que desde entonces su popularidad haya decaído con el paso del tiempo. Sin embargo, la excepción en nuestra lista son The Kills, que no encontraron el éxito popular sino hasta el 2008 con su tercer disco, Midnight Boom. La oveja negra de la lista, The Kills ni siquiera son del todo británicos. Mientras Jamie Hince es inglés, su secuaz, Alison Mosshart, es de Florida… y la mujer más atractiva del indie rock según nosotros. La banda también prescinde de un baterista al contar con una caja de ritmos que sirve de backdrop para sus composiciones minimalistas. Pero su imagen es la que mejor conserva el clásico look descuidado del punk con sus ropas rasgadas y su postura rebelde, a diferencia de los chavitos bien vestidos y medio burgueses de arriba. Además, si lo que querían los puristas era una banda que reviviera la sencillez, o mejor dicho, la cruda elegancia de la bandas garage de antaño, no sería fácil escoger una mejor opción que los Kills.

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Texto: @ShyTurista

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