En las semanas previas al Corona Capital circulaban fuertes rumores de que uno o dos de los headliners iban a ser ciertos actos grandes del big beat noventero, entre ellos, The Prodigy, The Chemical Brothers, y Fatboy Slim. Éste último resultó ser el ganador de los pronósticos, así que tendremos una vez más a Norman Cook por nuestros lares, girando las tornamesas… pero no descarten a los otros dos, con eso de que aun faltan ciertos nombres por confirmar.

Es curioso cómo en los últimos 15 años, los artistas del big beat se han cotizado hasta la fecha como actos estelares de festivales internacionales, rebasando las expectativas de la crítica sobre la longevidad de esta música. Canciones como “The Rockafeller Skank”, “Smack My Bitch Up”, y “Elektrobank” siguen prendiendo en los foros de cualquier evento del mundo… bueno, cualquier evento de música rock. Resulta irónico que el atractivo de estos actos ya se haya caducado entre los chiquillos del EDM, quienes consumen un estilo de electrónica todavía más simplón y redundante que el big beat.

Pero… ¿Qué es el big beat exactamente?

Así como ahora, la música electrónica a mediados de los 90 se dividía en dos frentes con objetivos totalmente opuestos. Por un lado, estaba la escena vanguardista que buscaba experimentar con las más recientes innovaciones tecnológicas para crear nuevos sonidos, o igual podían explorar los límites de tecnologías existentes para generar música incompatible con las tendencias del momento (drum n’ bass). Por el otro lado, estaba el rostro popero de la electrónica, más interesado con poner y mezclar tracks para calentar la pista de baile, recurriendo a sencillas fórmulas que han funcionado en el pasado, modificándolas de vez en cuando para renovar el producto. La música dance alcanzó la atención del mainstream a mediados de la década con canciones bobas pero pegajosas de actos como Captain Jack, Mr. President, y Scatman John.

El big beat surge a raíz de esta inclinación por buscar el nuevo fenómeno de música electrónica “anti-intelectual” y que contrarreste la seriedad emotiva del trip-hop. Sellos británicos como Wall of Sound y Skint buscaban música tonta, accesible, divertida, y claro, grandes beats que te pudieran atrapar y no te soltaran por una hora. Projectos como The Prodigy y The Chemical Brothers se alejaron del techno y el house (respectivamente) de sus inicios y plantaron la semilla en Inglaterra para luego convertirse en sus promotores más entusiastas, por lo menos hasta que el movimiento comenzó a perder influencia al arrancar el nuevo milenio.

Además de los ya mencionados, entre la primera ola de artistas podemos encontrar algunos nombres ya medio olvidados como Propellerheads, Bentley Rhythm Ace, Lo-Fidelity Allstars, Les Rythmes Digitales, y Wiseguys. Lo que es notorio es que el big beat fue de esos raros géneros que pegaron tanto en Europa como en Norteamérica. De este lado del Atlántico fuimos testigos de la popularidad alcanzada por Crystal Method, DJ Icey, y Überzone, aunque claro, nunca lograron obtener el mismo nivel de reconocimiento crítico y popular como sus pares británicos. Ya en el 97 y 98, cuando el género estaba en su máximo apogeo, saltaron en la escena actos como Groove Armada, Junkie XL, y Mint Royale, aunque ya para entonces, la gente de los clubs se estaba hartando de escuchar los mismos breaks.

La música big beat se apoyaba sobre los samples que un productor podía mezlcar en una pista con breakbeats de antros, al estilo de los ganchos irresistibles que uno podía hallar en la música rap de Grandmaster Flash, por ejemplo. Su dependencia en samples originales para mantener un producto fresco y emocionante implicaba una fecha de expiración para el movimiento ya que solo hay tantos sonidos a los que un DJ puede recurrir antes de caer en los nuevos lugares comunes. Afortunadamente, siempre había music geeks como Norman Cook, armados con una impresionante colección de records y un conocimiento enciclopédico de su catálogo para crear sonidos que superaban las expectativas de los medios y le ganaban suficiente prestigio como para seguir recogiendo los frutos 15 años después…

FATBOY SLIM

Uno de los productores más famosos extraídos del llamado “brit-hop” noventero, Norman Cook fue responsable de catapultar la música big beat a todos los antros, clubs, comerciales, soundtracks, y playas del mundo, y su música -tanto la de aquella época como la que produce ahora- sigue teniendo un considerable impacto en la actualidad. Su trayectoria musical inició en los 80, cuando por un año fue bajista para una banda de pop conocida como The Housemartins, y más tarde se uniera a un proyecto de acid house que se hacía llamar Pizzaman, generando algunos éxitos en su camino. Pero no fue sino hasta 1996 con Better Living Through Chemistry -su primer álbum de larga duración bajo el nombre contradictorio de Fatboy Slim- que el productor comenzó a generar atención en medios especializados. Cuando en 1998 soltó You’ve Come a Long Way, Baby, certificado como disco platino al poco tiempo, su nombre fue sinónimo de música para fiestas y desmadres, apoyado por megahits como “Praise You”, “Right Here, Right Now”, y “The Rockafeller Skank”.

Aunque muchos de sus pares desaparecieron del radar con el cambio de siglo, Fatboy Slim se mantuvo vigente y relevante en las tablas de popularidad, mezclando todo lo que tenía a la mano, y desafiando las fronteras de las casillas impuestas por los géneros. Spike Jonze jugó un papel clave en la popularidad internacional de Cook, dirigiendo el video de “Praise You” (y ganando premios de MTV cuando esa hazaña significaba algo) y dos años más tarde poniendo a Christopher Walken a presumir sus pasos de baile en el todavía más famoso video de “Weapon of Choice”. Aunque Jonze se alejó del formato para enfocarse en largometrajes, Fatboy Slim siguió haciendo lo suyo, aunque en distintos ámbitos. En 2004 lanzó su último álbum (propiamente dicho) como Fatboy Slim con Palookaville, más tarde se dedicaría a lanzar proyectos colaborativos con David Byrne y otros artistas. Estos días, el nombre de Fatboy Slim se aparece de vez en cuando para estrenar uno que otro sencillo, encabezar festivales o eventos especiales como la clausura de los Juegos Olímpicos de Londres y la Copa del Mundo de Brasil. Hoy por hoy, Norman Cook es admirado como una de las leyendas, no solo del movimiento que popularizó, también del género electrónico en su conjunto.

THE PRODIGY

Cuando The Prodigy lanzó “Firestarter” en 1996 -primer sencillo de The Fat of the Land– el proyecto encabezado por Liam Howlett ya era una institución en el Reino Unido, responsables por introducir una fuerte influencia punk y acordes metaleros a la emergente escena del rave de finales de los 80. Sus característicos breakbreats de hardcore dejaron un tremendo impacto con sus primeros dos discos, Experience y Music for the Jilted Generation, pero su fama internacional se capitalizó con su tercer álbum de estudio. Cuando The Prodigy se había posicionado fuera del circuito dance para apelar a los gustos de las audiencias de rock, llegaron a encabezar festivales como Glastonbury y Keith Flint se salía con la suya al asustar a las audiencias familiares de Top of the Pops.

The Fat of the Land no tardó tiempo en colocarse en las primeras posiciones de las tablas de popularidad en Estados Unidos y en el Reino Unido, aunque claro, no sin generar controversia. Temas como “Smack My Bitch Up” levantaron quejas de grupos feministas y más tarde fue suficiente para que el álbum fuera vetado en tiendas departamentales. No obstante, The Prodigy fue reconocido como uno de los primeros actos electrosos en conquistar los escenarios principales de los festivales de rock, y ya para entonces contaban con suficiente material para exprimirle jugo por varios años. De hecho, en lo que va del siglo XXI, solo hemos visto tres discos de The Prodigy, hoy un vehículo para las producciones de Liam Howlett (en su mayoría); su más reciente álbum, The Day Is My Enemy, apenas fue editado hace unos meses.

THE CHEMICAL BROTHERS

Al igual que The Prodigy, el dúo de Tom Rowlands y Ed Simons gozaba de cierta reputación antes de lanzarse al estrellato bajo la ola del big beat de finales de los 90, un género que ellos prácticamente inventaron. A diferencia de The Prodigy, los ex-Dust Brothers trazaron su propio trayecto al lanzar el primer álbum post-techno en hallar el gusto de audiencias americanas con su álbum debut de 1995, Exit Planet Dust. Productos de la escena rave del Madchester, Rowlands y Simons comenzaron como DJs locales que importaron el Balearic House originario de Ibiza y paulatinamente fueron agarrando vuelo para llamar la atención de DJs y productores de alto perfil como Andrew Weatherall. Al hacer su debut, los recién bautizados Chemical Brothers eran uno de los actos más cotizados en los clubs nocturnos de Londres, fueron jalados por Oasis para abrir sus shows en el Reino Unido, y Noel Gallagher se había comprometido para poner sus vocales en su próximo sencillo, “Setting Sun”.

Los Chemical Brothers no decepcionaron a nadie con el estreno de su segundo álbum de estudio en 1997, Dig Your Own Soul. Inmediatamente aclamado por la crítica como uno de los mejores discos de aquel año, el disco cuenta con colaboraciones de Noel y Beth Orton, además de un video dirigido por Spike Jonze. Ya para entonces el dúo era una superpotencia en el mundo electrónico y han logrado mantener cierto nivel con el paso del tiempo, produciendo un nuevo disco de larga duración cada tres años, sin incluir material colaborativo, remixes, o soundtracks. El acto en vivo de los Chemical Brothers sigue siendo altamente cotizado gracias a su espectáculo de luces, una combinación formidable de efectos visuales y música sin fin que tienes que ver a la primera oportunidad que se presente.

THE CRYSTAL METHOD

The Crystal Method ha sido etiquetado por los medios como la respuesta americana a los Chemical Brothers ya que solo basta escuchar los sencillos de su debut, Vegas, como prueba de la fuerte influencia del big beat británico. Canciones como “Busy Child” y “Keep Hope Alive” tienen todos los sellos de sus contemporáneos, pero eso no les resta el mérito que las vuelve inmediatamente reconocibles al escuchar los primeros breaks. Aunque el primer disco no escapa las comparaciones, el proyecto de Scott Kirkland y Ken Jordan se ha mantenido activo y relevante hasta la fecha, tanto como productores, DJs, y compositores de soundtracks. El año pasado salió a la venta su quinto álbum de estudio, un disco homónimo que fue bien recibido por medios especializados. Cabe mencionar que The Crystal Method es el único acto americano en esta retrospectiva.

DEATH IN VEGAS

Cerramos la lista con Death in Vegas, un proyecto que hoy es clasificado como una banda de rock psicodélico, pero que tuvo sus inicios como un proyecto electrónico que se colgó de la popularidad del big beat para lanzar sus primeros discos… pero que no haya malentendidos, ya que el su segundo álbum es un trabajo que vale la pena conseguir. Death in Vegas fue formado en Londres hace 20 años por Richard Fearless, lanzando su primer álbum de estudio en 1997 con Dead Elvis, y seguido un par de años después por The Contino Sessions. Este disco generó suficiente atención, no solo por sus colaboradores (Bobby Gillespie, Iggy Pop, y Dot Allison), también por el fantástico recibimiento de sencillos como “Dirge” y “Aisha”, suficiente para ganarse una nominación al premio Mercury. Aunque la alineación de Dirt in Vegas cambia constantemente con el lanzamiento de cada disco, el proyecto permanece como un vehículo solista para las exploraciones sonoras de Fearless. Como dato curioso, Death in Vegas no ha vuelto a tocar en vivo desde el Corona Capital de 2012. Dichosos los que estuvieron ahí.

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Texto: @ShyTurista

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