Es extraño salir a la calle y tratar de divertirte en estos días. No sólo por todo lo que ha pasado tras el 19 de septiembre, sino por ese ambiente de miedo que se respira entre la gente en cualquier lugar, esperando que el inmueble en el que se encuentran no colapse de un momento a otro. Los integrantes de Kasabian estuvieron conscientes de esta situación desde que llegaron a nuestro país y cancelaron de último minuto el ingreso de la prensa al concierto, pues creían que era imprudente dar la impresión de insensibilidad posterior a la tragedia con titulares genéricos sobre cómo emocionaron a la audiencia.

Fue así como decidieron hacer de lado el setlist convencional de cada noche para regalarnos un show inolvidable con el único propósito de “hacernos felices” y romper con esa gran tensión que se apoderaba de la multitud con cada anuncio de las indicaciones sobre qué hacer en caso de sismo, proveniente de los altavoces.

 

 

Qué raro es descubrir que gran porcentaje de los fans de Kasabian ya asiste en compañía de sus hijos adolescentes, si consideramos que esta banda es aún bastante joven y que este tipo de postales suelen ser más común en los conciertos de músicos de antaño. Aun así, el “ambiente familiar” quedó en el olvido desde el momento en que Slaves demostró ser el telonero perfecto de esta gira ,enganchando desde el inicio con canciones como “Sockets”. Esa cubetada de agua fría necesaria a mitad de semana en forma de un crudo estilo punk, que únicamente necesitó de un par de tambores y una guitarra. Difícilmente un telonero obtiene toda la atención del público, pero la ira de Slaves de inmediato arrebató miradas con los contoneos de Isaac Holman destrozando baquetas sin piedad alguna.

Aunque nada de esto se compara al momento en que una canción de ópera –”Nessun Dorma” de Giacomo Puccini– suena a la par de la cuenta regresiva y unas cuantas lágrimas se iluminan al fondo del escenario anunciado el regreso de Kasabian después de tres largos años. Tom Meighan, Sergio Pizzorno, Chris Edwards e Ian Matthews aparecieron uniformados de blanco con caras tristes en la espalda para arrancar de golpe con esos nuevos himnos creados para dominar multitudes.

Después de una breve presentación, ya entrados en calor sólo con dos canciones, Pizzorno se tomó la molestia de hablar por el resto de los integrantes antes de continuar esta fiesta con un mensaje en español en solidaridad a México, dándonos a entender que el concierto que estábamos a punto de vivir jamás se repetirá.

 

“Estamos con ustedes. Queremos traer felicidad y amor en su hermoso país, Fuerza México”.

 

 

Lo lograron, después de tanto tiempo encontraron la fórmula del éxito para cada show, demostrando una gran evolución desde aquel Corona Capital en 2014. La clara prueba de ello está en la combinación de “Eez-Eh” con “Around The World” de Daft Punk, dándole un giro completo al tema sin perder el hilo entre el baile de la gente. De hecho, la interacción del público se volvió esencial en cada canción al grado de diseñar coros especiales que parecieran porras de estadios de futbol (como “Bless This Acid House”), incitándote a formar parte de ellos aunque no te sepas el resto de la letra.

La jugada más arriesgada para consentirnos fue soltar gran parte de sus hits desde el inicio (“Days Are Forgotten”, “Shoot The Runner” y “Underdog”), generando una fuerte conexión con la audiencia, la cual provocó que todos siguieran cantando a pesar de que ya había terminado la canción, obligándolos a extender una vez más el coro hasta sacar ese sentimiento del pecho en forma de gritos. Esta reacción tenía tan fascinados a Tom Meighan y Sergio Pizzorno que también se dejaron llevar por el momento y tocaron un fragmento de “Sympathy For The Devil” de The Rolling Stones en “L.S.F. (Lost Souls Forever)”.

 

 

Para tratarse de un set relativamente improvisado, la banda eligió muy bien algunas canciones de cada disco con el fin de darle variedad sin dejar caer los ánimos en ningún momento. Sin darnos cuenta, entre gritos y saltos fuimos olvidando nuestros problemas hasta terminar en un slam al ritmo de “Club Foot”, dejándonos llevar por la adrenalina del momento. Y es que las guitarras de For Crying Out Loud en el debut de “Wasted” y los sintetizadores de Velociraptor y 48:13 sólo tuvieron un descanso con “Goodbye Kiss”, la única “balada” acústica que además llevaba dedicatoria.

Pasó tan rápido el tiempo con “Comeback Kid” y “Vlad The Impaler” que repentinamente nos prepararon para el estallido final de “Fire”, reavivando una llama que parecía perdida en estos “días oscuros”, reafirmando que divertirse está bien después de todo.

El regalo de Kasabian fue devolvernos esa alegría necesaria que, tal vez, nos obligamos a reprimir. Probablemente ni siquiera ellos estaban seguros de lograrlo, pero en ningún momento perdieron la fe con cifras de respaldo que hablaban por sí solas en un sold out. Las grandes sonrisas en sus rostros desaparecieron la postura glamourosa y casi indiferente de conciertos anteriores, que ocultaban a Meighan detrás de unos lentes de sol. Y el espacio limitado del Pabellón Cuervo creó el ambiente perfecto de intimidad para volver de este un momento inolvidable.

Gracias por este gran concierto, Kasabian.

 

 

Setlist

01. Ill Ray (The King)
02. Bumblebeee
03. Eez-Eh (Around The World Daft Punk Snnipet)
04. Underdog
05. Days Are Forgotten
06. Shoot the Runner
07. You’re in Love With a Psycho
08. Wasted (Debut)
09. Re‐Wired
10. Club Foot
11. Treat
12. Empire
13. Bless This Acid House
14. Stevie
15. L.S.F. (Lost Souls Forever)

Encore:

16. Goodbye Kiss (Acoustic)
17. Comeback Kid
18. Vlad The Impaler
19. Fire

Galería

Fotos: César Vicuña / OCESA

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