Miley Cyrus está de vuelta. Es fácil identificarse con ella en muchos aspectos, tanto musicales como personales, sobre todo si trata de la transición de la juventud a una etapa más adulta. La cantante lo ha hecho ahora con un material que la encumbra en géneros que, si bien no son su sello meramente característico, no desconoce y sabe dominar.

La ex-estrella de Disney entrega hoy Plastic Hearts, séptimo álbum de estudio que sorprende con miles de maneras distintas bastante gratas. Miley adopta una estética de estrella de rock de los años 70-80 y la trae a nuestro tiempo con un disco que, entre sus melodías, recoge la metamorfosis de una artista que podrá ser tan estrafalaria como quieran, pero que sabe aprovechar sus recursos en el estudio.

Foto: Sony Music

Miley  Cyrus en la tendencia de lo retro

Si algo ha caracterizado a este año en el ámbito musical es la tendencia que muchos artistas pop siguieron para hacer una revisión retro. Ahí tenemos a Dua Lipa con su bien recibido Future Nostalgia y esa vibra neo disco-funky, o al propio The Weeknd con su exitosa “Blinding Lights” llena de tintes ochenteros que recuerda a “Take On Me” de A-ha. Pues bien, Miley Cyrus no ha sido la excepción.

A diferencia de los artistas antes mencionados, la polémica Miley se decantó por explorar su lado más ‘pesado’ en el rock, tanto en imagen como en sonido. La portada de Plastic Hearts es la primera probada de esta faceta descontrolada y alocada. Cyrus reclutó al reconocido fotógrafo del rock & roll, Mick Rock (conocido por captar icónicas imágenes de Iggy Pop, Lou Reed, David Bowie, Debbie Harry y más) para la cubierta.

Imagen tomada por Mick Rock. Foto: Cortesía

La portada, tan sencilla como puede parecer, evidencia el objetivo de Miley: demostrar que el rock -aunque no le guste a muchos- sigue vivo y que ella puede ser la exponente que el género necesita, les agrade o no. Y si no están tan convencidos de la idea, una buena escuchada a las canciones del disco los hará cambiar de parecer.

Comienzo vertiginoso y texturas suaves

Miley Cyrus tiene un gusto peculiar por la extravagancia y es enérgica como artista, arriba y debajo del escenario. Es, al parecer, fanática de las viejas glorias del rock-pop de la historia, aspecto que dejó bastante claro en los meses previos con los covers realizados a “Zombie” de The Cranberries y “Heart of Glass” de Blondie.

De ahí un poco la estética adoptada y el estilo musical del nuevo álbum. La parte más vertiginosa y desquiciada (en el buen sentido de la palabra) del disco es precisamente la primera. “WTF Do I Know” abre el material como una poderosa canción llena de guitarras y rasgueos rápidos que juegan con coros delirantes y versos tranquilos. El tema por sí solo es un huracán.

Foto: Captura de pantalla

Tras la enérgica dosis de potencia, toca algo un poquito más liviano. El track homónimo tiene una textura suave en la que llaman la atención, desde su comienzo, unos bongos y un grito salvaje en segundo plano que recuerdan mucho a “Symphaty for the Devil” de The Rolling Stones. Miley se desgarra la voz para contrastar la parte más melodiosa de la canción.

Y es que si algo hace bien este disco es combinar la pasividad con la intensidad, algo que se escucha con detalle en “Prisioner” donde Cyrus junto a Dua Lipa mantienen una lírica provocadora -tanto como su video oficial- sobre una pieza musical tranquila. Bastante hipnotizante esta demostración de provocación y delicadeza.

Momento de bailar

Si tuviéramos que dividir el disco en secciones, lo que sigue es un compendio de canciones con las que no sería raro pararse a bailar. Eso sí, Miley en estas alturas continúa experimentando, de muy buena manera, con varias aristas del rock y el pop contemporáneo.

El ejemplo perfecto es “Gimme What I Want”, una pieza que bien podría inclinarse en la influencia más industrial de la cantante pero que se sumerge en el electro-rock más puro de, por ejemplo, Depeche Mode. El tema cierra con unas guitarras muy ochenteras breves y muy catchy que, honestamente, debieron tener más presencia en la canción. Pero muy buen tema finalmente.

Foto: Getty

Ahora sí, agárrense fuerte porque el dance-rock se asoma con una tremenda colaboración. Billy Idol llega a Plastic Hearts con “Night Crawling” como una de las canciones más impresionantes del álbum, sin duda. Aunque la presencia vocal de Billy es muy esporádica, se gana el aplauso con su poderoso coro, lleno de coraje como si estuviera cantando su clásica “Rebell Yell”.

La melancolía también es un momento sustancial del disco, pero no menos bailable. Así lo plasma la cantante en “Midnight Sky”. Miley es acérrima fanática de Steve Nicks y por eso decidió utilizar un sampleo de su canción “Edge of Seventeen”. Acá, podemos decirlo sin temor, Cyrus demuestra toda su capacidad entera como interprete, dándole a la parte vocal mucho peso cuando se trata de elevar el grito y controlarlo cuando debe ser suave. Muy pegajosa la canción, por cierto.

Recogiendo sus raíces

Miley Cyrus recientemente cumplió 28 años y, acercándose cada vez más una etapa adulta mucho más seria, es difícil que no tenga en cuenta sus orígenes. Para el disco no se lo guardó e incluyó “High”, tema que aunque no tiene video oficial, funcionaría perfecto para musicalizar una escena vaquera en un bar de Tennessee, su ciudad natal. Una balada acústica producida Mark Ronson que aligera bien la carga eléctrica de las composiciones anteriores.

Bajo esa misma estela llega “Hate Me”, un tema muy cercano al country-rock pero sin dejar de ser pop. Entonces es momento de darle espacio al girl power con la aparición de la legendaria Joan Jett. Y sí: este es el tema perfecto para echar un vistazo al mejor momento del garage-rock de los 70. “Bad Karma” es sencilla, pero muy divertida.

Joan Jett y Miley Cyrus. Foto: Captura de YouTube

Si “High” era la balada acústica necesaria, entonces “Never Be Me” debía ser el momento romántico imprescindible. Esta canción demuestra que Miley Cyrus, más allá de su extravagante manera de ser, sabe abrazar la nostalgia. “Never Be Me” debe ser de lo mejor del disco. Finalmente con “Golden G String”, Miley se adentra en un recorrido retrospectivo (no sabemos si de su vida) que a diferencia del tema pasado, no tiene tanto encanto pero sirve para aquellos que extrañan el pasado con melancolía.

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 ¿Uno de los mejores discos de Miley?

Miley Cyrus es una artista de calidad, de eso no hay que tener duda. Si el rock necesitaba un respiro en las grandes esferas de la industria, ella podría ser la persona indicada para reivindicarlo aunque sea por un momento. Este es, sin duda, su trabajo más maduro y mejor elaborado en los detalles.

Por supuesto, haberle dado espacio a leyendas como Billy Idol, Joan Jett y Stevie Nicks también es parte del mérito de un álbum que rompe el estereotipo del pop tradicional con una buena dosis de rock de antaño. Repetimos: ella puede ser la exponente que el género necesite (por este único instante de declive tal vez), aunque no le guste a muchos.

Miley Cyrus y Dua Lipa se van gira en un viaje alocado para el video de "Prisioner"
Foto: Captura de YouTube

Tracklist

“WTF Do I Know”

“Plastic Hearts”

“Angels Like You”

“Prisoner” feat. Dua Lipa

“Gimme What I Want”

“Night Crawling” feat. Billy Idol

“Midnight Sky”

“High”

“Hate Me”

“Bad Karma” feat. Joan Jett

“Never Be Me”

“Golden G String”

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Redactor de música, entretenimiento y otras cosas cool en SopitasFM como parte de Sopitas.com. Recién (o ya no tanto) salido de la carrera de comunicación y periodismo de la FES Aragón UNAM. "La música...

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