Hace unos días se presentó Animal Collective en el festival Ceremonia. Fue un concierto relativamente corto, sin encore, sin mucha interacción entre la banda y los fans. De vez en cuando alguien decía “gracias” en español o mandaba saludos al vacío.

En efecto, fue una presentación algo fría y distante, pero de alguna manera también fue el mejor bloque de toda la noche. ¡Y por mucho! Los demás artistas en la alineación son muy buenos e hicieron lo posible por animar a un público que se estaba congelando los pies (cuando éstos no estaban sumergidos en el lodo). Pero en realidad no fueron más que teloneros de la extraña banda de Baltimore, Maryland.

Esto NO es una reseña del set de Animal Collective ni del Ceremonia. Ya tenemos un par de esas rondando por ahí. Más bien es una humilde solicitud para que ya no escuchemos más bandas como Animal Collective. La razón es bastante simple, la explicación es un tanto más compleja.

No es mi intención sonar como hipster (bueno, ¿ya qué?) pero cabe aclarar que he sido un fanático de Animal Collective desde hace diez años aunque nunca los había visto en directo. Cuando salieron los músicos al escenario, tuve esa misma emoción que sentí cuando vi por primera vez a Blur en el Vive Latino o a Pulp en el Palacio. Es una experiencia surreal tener delante de ti a estos tipos que tanto admiras y que nunca habías visto fuera de un video o una imagen. Es como dejar una palomita en tu lista mental de cosas que hacer antes de morir.

Sin embargo, por más emocionante que haya sido ver a los animales sobre un escenario mexicano, había algo que no encajaba en el entorno. No era el hecho de estar en las afueras de Toluca en temperaturas invernales (bueno, quizás un poco). Más bien tenía que ver con la música. El desempeño de la banda era genial. Sin muchos ánimos de estar ahí, es cierto, pero se rifaron con puro oficio. El setlist pudo haber sido mucho mejor ya que no tengo muchas cosas buenas que decir sobre su álbum más reciente. Pero había algo más, algo que esa noche no tenía yo muy claro a un nivel consciente, pero que me molestaba como si fuera ese importante pendiente que dejas sin hacer mientras tú te estás divirtiendo en otro lado.

Ahora ya sé que es.

Animal Collective ya no tiene nada de raro… y ese era uno de sus grandes atractivos.

Entre las miles de bandas indie que experimentan con las viejas fórmulas pop, es muy difícil resaltar. Incluso las grandes bandas independientes de hace diez o veinte años como Pavement, Built to Spill, of Montreal y Belle and Sebastian -que alguna vez nos ofrecieron una verdadera alternativa al “rock alternativo”- se han perdido entre el océano de opciones que tenemos ahora.

Regresemos diez años en el tiempo. La primera vez que escuché a Animal Collective fue un sacón de onda.

Las canciones no tenían letras obscenas ni causaban polémica. No había un discurso político ni intentaban representar a un grupo marginado. Su objetivo tampoco consistía en llamar la atención a través de innovadoras tácticas de mercadotecnia. Así como suele circular la buena música de una persona a otra, un día leí en un message board una recomendación, o mejor dicho, una guía de introducción al emocionante y novedoso mundo del indie rock.

Para emplear un viejo cliché, el internet había abierto la caja de Pandora, y cada día más y más gente descubría bandas, discos y canciones que en otra época anterior nunca hubiera escuchado. Para las grandes disqueras del pasado, este tipo de música simplemente no era rentable y por lo tanto, no apto para el consumo de las masas. La excentricidad de la música (no tanto del artista, sino de la misma obra) nunca hubiera logrado pasar el primer filtro si no fuera por el paulatino desarrollo de los nichos en la red. En poco tiempo, lo que antes era considerado como un pasatiempo elitista de los snobs, había encontrado una audiencia más amplia a través de la internet.

En otras palabras !la gente adquirió un gusto por las “cacofonías” que escuchaba en sus audífonos! Escucharon Funeral de Arcade Fire y se enamoraron de los cuatro “Neighborhoods” con sus gritos desesperados, sus arreglos que destripaban cuerdas, y las melodías barrocas con el acordeón, el melotrón y otros instrumentos raros que ya estaban fuera de uso. The Decemberists, Neutral Milk Hotel y Sufjan Stevens, entre otros, descubrieron que todavía se podía hacer algo interesante con estos instrumentos folclóricos. Mientras tanto, bandas como Weezer, Sleater-Kinney y los Blood Brothers le inyectaban nueva vida a géneros moribundos como el power pop, el punk y el hardcore. ¿Quiénes eran estos sujetos? ¿De dónde salieron?

Pues eran geeks, nerds y gente que no encajaba socialmente. Nada que ver con los rockeros de pelo largo del alternativo, los raperos gangsta que intimidaban a los blancos de clase media o las supermodelos guapísimas y calenturonas de MTV, ni siquiera los tipos arrogantes del britpop. El estereotipo del indie kid era un chavito de lentes, bien vestido y bien portado que -como buen nerd- supo sacarle provecho a las nuevas tecnologías para grabar su música a un bajo costo, y además -como buen geek- se sabía toda la historia del rock. No por nada su música nos remite en unos casos al rock psicodélico de los 60, al disco-funky de los 70, o al new wave electropoppero de los 80.

Pero en la cabeza de todos ellos estaba el subgénero que más contribuyó a definir el indie rock como la música para los excéntricos y los introvertidos. Algo categorizado como freak folk, un tipo de música que mezclaba las armonías del folk con la psicodelia y de paso metía instrumentos poco convencionales como el harpsichord. A finales de los 90, Jeff Mangum y su colectivo Elephant 6 fueron los que más influencia tuvieron en la escena. Ellos introdujeron un tipo de música que a oídos de muchos sonaba pretenciosa, inaccesible o de plano irritante, pero que para otros fue como ser convertidos a otra religión. En otras palabras, era algo NUEVO, y por lo tanto, desafiaba los parámetros ya establecidos por la industria de lo que era bueno o malo, o mejor dicho, de lo que era comercial o todo lo contrario.

Eso no quiere decir que huían del éxito. Después de todo, una banda siempre va a querer ser escuchada por el mayor número de personas. Pero un artista que valga su nombre tampoco va a dejar que sus intenciones artísticas se sometan a los gustos de un común denominador. En la cabeza de este movimiento estaba Animal Collective, aunque no por sus méritos de liderazgo, sino porque los fans los pusieron ahí.

En sus inicios, Animal Collective no era una banda en el sentido tradicional, sino un verdadero colectivo de artistas universitarios que se juntaba para, pues, hacer música.

A partir de Here Comes the Indian en el 2003, el colectivo terminó por consolidarse bajo el nombre de Animal Collective. Este año celebran su décimo aniversario como una verdadera banda de rock. Sus cuatro integrantes principales: Avey Tare en los vocales, teclado y guitarra; Geologist en los sintetizadores y samplers; Panda Bear en los vocales, batería, percusiones y sintetizadores; y Deakin en la guitarra, drum pad y vocales. Por supuesto, esos no son sus nombres reales, pero ese anonimato era parte del encanto. Ahora, gracias a Wikipedia y otras herramientas, sabemos cada detalle de sus vidas, sus proyectos alternos, en donde están tocando en la actualidad y qué no.

En la narrativa, el misterio brinda interés y despierta la curiosidad. Por muchos años, los integrantes del viejo colectivo se fueron abriendo poco a poco a los medios como Pitchfork, desecharon las máscaras de animales (un bonito detalle que la gente todavía lleve este tipo de máscaras a sus presentaciones) y luego, accedieron a que sus rostros aparecieran en fotos promocionales.

Toda banda debe de evolucionar si quiere sobrevivir y Animal Collective ha logrado mantenerse un paso adelante de las expectativas. Su álbum más reciente es bastante extraño, pero no es la misma peculiaridad que se asomaba en Feels o Strawberry Jam. La magia de AnCo reside en su talento inigualable para tomar prestado las sublimes melodías popperas de Brian Wilson y transformarlas en un monstruo horripilante de cuatro cabezas. Son los niños traviesos que juegan en el laboratorio de su padre, y terminan creando algo tan fantástico que ni sus brillantes antecesores podrían imaginarlo. Esta locura se puede escuchar en temas como “Grass”, “Chores, “Banshee Beat”, “For Reverend Green”, “Summertime Clothes” y muchas rolas más.

Ya sea por los gritos de Avey Tare, las secuencias programadas por Geologist o las armonías de Panda Bear (o el BAILE DE LA MUERTE DE DEAKIN!!!), la exquisita locura de la banda los hacía resaltar del resto porque su brillantez era genuina. Pero… ¿qué sucede cuando lo extraordinario se vuelve recurrente? ¿O cuándo lo subversivo se vuelve la norma? Un artista no tiene ningún otro recurso más que ver como su influencia se convierte en un arma de doble filo. Aunque ahora tienen el respeto de toda la comunidad, no hay patente que proteja un estilo de música.

¿Quiénes son estas bandas? Es fácil que no te percates de su presencia porque las escuchas todos los días (asumiendo que, como nosotros, escuchas los estrenos de cada día). Como ya lo había mencionado antes, lo que antes era nuevo y fascinante ahora es el pan de todos los días. Por eso no es de extrañarse que cuando tocó Animal Collective en el escenario, sinceramente me sonaba a: otra banda más. Una banda muy, pero muy buena, por supuesto… pero nada del otro mundo.

Claro, puede que exagere un poco. Nadie podrá sonar exactamente igual a Avey Tare y compañía, pero si pueden tomar un pedazo prestado de aquí, otro de por acá. Esto lo estamos viendo, y escuchando, tanto en las radios universitarias de Estados Unidos como en la escena local mexicana (quizás no tanto en el Reino Unido donde el indie rock tiene unos fetiches distintos). Al querer buscar la vanguardia al estilo de Animal Collective, un artista se une al rebaño de bandas que buscan el mismo objetivo: innovar. Pero claro, uno no puede ser innovador cuando todos anhelan el mismo objetivo.

Por ejemplo, a Arcade Fire le fue muy bien con su música “Hey Ho” (así definido por Owen Pallett tras el éxito de “No Cars Go”) pero cuántas bandas surgieron en los últimos años queriendo imitar ese mismo triunfo: Of Monsters & Men, Edward Sharpe, The Lumineers, hasta los Mumford & Sons desde el Reino Unido escucharon algo ahí que les llamó la atención.

Claro, no les podemos exigir a todos que busquen nuevos territorios que explotar. No se ha escrito nada original desde la Biblia. Pero si les podemos pedir a los artistas que giren la cabeza a otro lado, y busquen el medio de expresión que mejor les corresponde, en lugar de buscar el terreno fértil donde otros artistas ya cosecharon los frutos de su trabajo. En palabras menos metafóricas, por el bien de Animal Collective, no más bandas como Animal Collective por favor.

SETLIST EN CEREMONIA:

1. Applesauce
2. Did You See the Words
3. Wide Eyed
4. I Think I Can
5. Today’s Supernatural
6. Amanita
7. What Would I Want? Sky
8. Monkey Riches
9. Brother Sport
10. The Purple Bottle
11. Moonjock
12. My Girls

DURACIÓN: 1 hora y 30 minutos
TEXTO: @ShyTurista (shy@sopitas.com)

PandaBear

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Fundé Sopitas como hobby y terminó siendo el trabajo de mis sueños. Emprendedor, amante de la música, los deportes, la comida y tecnología. También comparto rolas, noticias y chisma en programas...

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