Este fin de semana, Chicago, la metrópoli de los festivales culturales en la temporada de verano, fue el escenario de un experimento inédito: la primer edición de un festival dedicado exclusivamente a la música “alter-latina”, y como buen experimento los resultados fueron bastante variables y poco convencionales. Nosotros decidimos ser conejillos de indias de este proyecto y a continuación les presentaremos un recuento de los tres días del RUIDOFEST.

Fue el Parque Adams, ubicado en Pilsen, la zona “paisa” de Chicago, el lugar elegido para el festival. Un parque no muy grande; si te parabas justo en el centro podías ver cualquiera de los tres escenarios, bautizados con los nombres de figuras de la lucha libre: Santo, Demon y Mil Máscaras.

A pesar de tener un cartel digno de un Vive Latino, el ambiente, tamaño de escenarios y cantidad de asistentes estuvo lejos de asemejarse al nivel de éste; sin embargo, el haber logrado montar un espectáculo con las mejores y más populares bandas de Latinoamérica dentro de los Estados Unidos es por sí mismo un acontecimiento enorme.

Una de las cosas más interesantes de RUIDOFEST es que no sólo reunió a bandas de gran renombre como Zoé, Molotov, Kinky y Café Tacvba (que por cierto viajaron con la mitad del equipo que usualmente utilizan en otros festivales), sino que funcionó como una plataforma para poner especial atención a los artistas emergentes de la escena independiente y alternativa en México y el resto del continente.

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LAS MEJORES PRESENTACIONES DEL DÍA UNO:

Banda de Turistas, un sonido fresco y valiente de rock alternativo que logró llamar la atención y reunir a un público que prefería permanecer en la sombra de los árboles bebiendo, que estar al pie del cañón del escenario.

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Dënver. Un trío de percusión, teclado, voz y guitarra que apuesta por música disco y pink pop, con coreografía de baile en el escenario y toda la cosa.

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La fiesta se empezó a armar cuando los Compass subieron al escenario. Mucha cumbia y tropicalia que aumentó el calor y el consumo de cerveza.

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¿Y qué tal la playera de Camilo Lara? Después de toda su novela, fue acá en donde él y León Larregui pudieron hacer las paces.

Enjambre y Zoé cerraron las actuaciones del viernes con presentaciones bastante limitadas por cuestiones técnicas de los escenarios, pero aplaudidas por los asistentes.

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Llegaba el DÍA DOS y la lluvia ocasionó que el festival se retrasara en uno de los escenarios y que la gente comenzara a llegar más tarde. A pesar de esto los Rebel Cats llegaron al rescate para reventar el escenario Mil Máscaras con una presentación contundente que encendió el ambiente y puso a todos a bailar twist y rockabilly. (Las fotos se las debemos porque llovía bastante).

Más tarde, Descartes a Kant presentó más que un show, una puesta en escena teatral y dramática donde incluyeron outfits de burlesque, máscaras, sombrillas y todo un acto dramático acompañado de su música esquizofrénica y rock bipolar.

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Cesaba la lluvia y Siddhartha regaló un set ameno, que logró hacer cantar a todos en varias ocasiones; a la par que Jessy Bulbo le daba sabor tropical al Demon Stage.

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El mejor acto alternativo del sábado fue sin duda el de “su majestad Imperial”: Silverio. Un show desquiciado, frenético y provocativo, una versión posmoderna del punk latinoamericano.

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Molotov fue el headliner del sábado y a pesar del contexto social que vive la mayoría de la gente que asistió al festival, la respuesta fue bastante tranquila y pacífica.

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Eso sí, no pudo faltar la dedicatoria para este señor.

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El DÍA TRES fuimos testigos de las actuaciones estelares de Porter y su ofrenda “Moctezuma”, Kinky y su explosión contagiosa en el escenario y por último del acto más esperado de los tres días: Café Tacvba.

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Evidentemente en estos shows estelares hay mucho furor y fiesta, no obstante la experiencia y comportamiento del público no se asemeja al folklor que podemos ver en otros festivales latinos. Y no es sorprendente, ya que estamos hablando de asistentes que llevan años viviendo en Estados Unidos o que incluso ya son americanos. Eran contados aquellos que se sabían las canciones de Café Tacvba, así como pocos también son los que continúan hablando español.

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Es justo en este sentido en donde radica la importancia de que eventos como el RUIDOFEST sucedan y continúen surgiendo a tal escala, ya que no sólo se trata de una fiesta de tradiciones y un encuentro cultural sino de la oportunidad de preservar y llevar la música y los sonidos a oídos de una sociedad que cada vez se aleja más de su territorio, sus costumbres, su música y su idioma.

RESEÑA Y FOTOS: Jorge Cabrera

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