Por Fernando Bustos Gorozpe

La nueva serie de Netflix, producida por Selena Gómez, tiene su origen en un libro escrito en 2007 por Jay Asher. El libro narra la confesión de suicido de Hannah Baker, una chica de 17 años que, luego de enfrentar diferentes problemáticas en su nuevo colegio, decide quitarse la vida, no sin antes grabar una serie de cintas, en las que dedica cada lado de un casete (7 casetes, 13 audios en total) a una persona diferente. Los personajes de éstos son, según su propia palabra, los que la llevaron a suicidarse.

13 Reasons Why es un recorrido a modo de flashbacks por diferentes episodios de la vida de Hannah Baker (Katherine Langford) a través de los ojos de Clay Jensen (Dylan Minnette), protagonista de la serie, que un día cualquiera recibe en la puerta de su casa una caja con varios casetes dentro y que, al reproducirlos, se encuentra con la voz de su amiga Hannah explicando de qué van las cintas y cuáles son las reglas, pues las 13 personas implicadas deben escucharlas o éstas serán exhibidas públicamente, lo que podría tener repercusiones legales para algunos. 

La serie ha sido un éxito, prueba de ello es la cantidad de memes generados a partir de ella. No es cosa menor. Si algo nos sirve como vara para medir el alcance de un tema en la cultura popular, son estas imágenes fáciles de viralizarse. Y 13 Reasons Why vio rápidamente su paso de la cultura pop al mundo del meme desde el cuál se ha interpretado la serie a la vez que se le ha criticado, a razón de que, aceptémoslo, la serie es demasiado teenager.

El programa puede ser aburrido y la duración de una hora de cada episodio parece excesiva para la trama. No es que los contenidos sean irrelevantes, pero sí la manera en que lo cuentan. Con tal de generar tensión, la producción decidió convertir a Clay en un héroe que puede desesperar al espectador con su indecisión sobre si escuchar las cintas o no, al tiempo que está desesperado por saber qué le hizo a Hannah para estar dentro de esa lista de acusados. No obstante, cabe resaltar que cada uno de los actores logran construir a profundidad sus personajes hasta el punto de lograr empatía o repulsión.

Independientemente de la holgura con que la historia está contada, la problemática expuesta es interesante y cotidiana. La denuncia a la que Hannah Baker nos invita es a la de problematizar cuáles son los marcos de reconocimiento con los que nos acercamos al otro. Es innegable que la escuela (en sus diferentes etapas) es un espacio político en el que luchamos por ser reconocidos por el otro; es decir, hay un deseo. Sin embargo, el problema viene cuando el otro me reconoce desde un punto que vulnera mi vida. En palabras de Judith Butler: 

Yo puedo sentir que sin ciertos rasgos reconocibles no puedo vivir. Pero también puedo sentir que los términos por los que soy reconocible convierten mi vida en inhabitable. 

Y es esto lo que interesa de la serie, la forma en que expone, en primera persona, la vulnerabilidad de la vida, cómo una persona puede sentirse ajena al mundo porque dentro del esquema no ha encontrado un lugar, o más bien, porque la red de significados te han desplazado hasta un punto donde la dignidad de la vida se borronea.

Es por esto que la serie no es un entramado de recomendaciones sobre cómo imposibilitar el suicidio, sino  sobre el tema del acoso escolar. El jalón de orejas no va hacia el espectador que se siente identificado con Hannah, ni tampoco es una incitación a ver el suicidio como un arma que sirve para hacer rendir justicia a los ojetes que nos molestaron en la escuela; más bien, es una llamada de atención para aquellos que, indiferentemente de las consecuencias, han sido (o son capaces) de lastimar a sus compañeros.

No nos hagamos de la vista gorda, la escuela, ya sea privada o pública, es una jungla y todos lo sabemos. En algunos lugares la injuria va sobre el cuerpo, en otros es mediante el lenguaje, pero si algo comparten es que este hecho siempre deja al sujeto en un no lugar: algo se disloca. Claro, muchos hemos superado la vida escolar a pesar de todas estas condiciones, ya sea actuando como el fuerte o bien siendo presa, pero esto no debiera ser orgullo que ayude a normalizar estas prácticas barbáricas que, plagadas de mero deseo, son capaces de desvirtuar al otro hasta el punto de hacerlo sentir que su vida, genuinamente, no vale nada. Hay jóvenes que se han quitado la vida por no poder sostener estas relaciones que los demás guardan con ellos. Si bien la serie puede llegar a ser hasta cierto punto sosa, sobre todo para los adultos, habría que detenerse a pensar sobre por qué los jóvenes no sólo la consumen sino que se la han apropiado en pláticas y en memes. Para nosotros es un tema quizá que ya no nos incumbe, pero para todos aquellos que aún están en tránsito no es mera ficción.

Cuando se escucha la palabra ‘bullying’ (que se ha adoptado al español) es inevitable pensar en una cafetería al interior de una escuela de EEUU, hay una idea común por asociación de estas prácticas a aquel país, pero esto no es exclusivo de ellos. En México, se estima que el 60% de los suicidios en menores son a causa del bullying, apenas el año pasado tuvimos el caso de un niño de 14 años que se suicidó en Aramberry, Nuevo León, a causa de las burlas que sus compañeros le hacían por su físico. Como ajenos (desde lejos) somos capaces de reírnos, de viralizar los memes que se mofan, por poner un ejemplo, del niño de Master Chef, y no alcanzamos a ver las consecuencias de estas acciones, creemos que los niños tienen que ser valientes y sopesar las adversidades, en vez de preguntarnos si es que esas diferencias merecen cosificarse en agresiones que se esconden en el humor (¿no es ése el uso político que se le ha alcanzado a dar al meme: borrar al otro mediante la risa?).

13 Reasons Why no es deslumbrante ni expone algo nuevo, e incluso puede resultar aburrida a ratos, pero definitivamente es material que sirve para reflexionar. Insisto (porque he leído a muchas personas de más de 25 años quejarse), es una serie para adolescentes que quizá a los adultos ya no les comunica nada, porque suponemos que en la vida adulta ya no se tiene que librar estas batallas (en el mejor de los casos), cuando en la escuela, ya sea primaria, secundaria, prepa y hasta universidad, ésta es una batalla de todos los días.  13 Reasons Why puede servirnos, por muy teenager que sea, para reflexionar sobre las consecuencias del acoso escolar, pero también sobre el papel de la mujer, ya que al final el personaje de Hannah se ve expuesta a una serie de abusos por una caduca construcción del género, que se vuelve urgente cambiar en la actualidad para evitar estas fechorías.

***

Fernando Bustos Gorozpe es filósofo y profesor de la Universidad Anáhuac Norte. Estudia el Doctorado en Filosofía de la UIA y es colaborador de la revista Nexos.

Twitter: @ferbustos

Todo lo que no sabías que necesitas saber lo encuentras en Sopitas.com

Comentarios

Comenta con tu cuenta de Facebook