“El 2018 fue un año dominado por un puñado de hombres poderosos, cuyas acciones ponían en peligro la vida de millones y arriesgaban el futuro del planeta. Donald Trump de Estados Unidos, Vladimir Putin de Rusia, Xi Jinping de China y una serie de truhanes similares, autoritarios de segundo nivel, usaron sus posiciones de poder alrededor del mundo para avanzar sus intereses personales a expensas de los valores democráticos, legales, humanos y ambientales”, escribe Simon Tisdall, editor del reconocido medio inglés, The Guardianen su columna de repaso anual. Cómo estará la cosa que llamó a este año que despedimos como ‘El Año del Autócrata’.

Si nos ponemos específicos, la autocracia —y los autócratas que las dominan— son un sobrante de décadas pasadas. Una época donde el poder estaba guardado en una sola persona, sin restricciones o mecanismos regulativos. Imagina una monarquía absoluta o una dictadura.

Extrañamente, ahora se nos colaron por medios “democráticos”.

Tisdall explica las extrañas paradojas en las que el “comportamiento arbitrario de estos hombres poderosos” nos metieron. La economía gringa sí creció, pero nos llenamos de guerras comerciales y tarifas internacionales. Europa conmemoró los 100 años del final de la Primera Guerra Mundial con los nervios latentes de un conflicto con Rusia. Es más, hasta los tradicionalmente bélicos iraníes trataron de rescatar un pacto de paz nuclear.

Donald Trump es un personaje principal en este año que termina. “Su intolerancia por la crítica, sus decisiones arbitrarias y su gusto por tergiversar la verdad, sentaron las bases para este grupo de ‘hombres fuertes’ alrededor del mundo”, opina Tisdall.

A Trump le recuerda su constante pelea contra la prensa “falsa” —que para él son los medios que no le aplauden— y su “evidente misoginia” que chocó una y otra vez contra las acusaciones de abuso sexual. En la época del #MeToo, el presidente de Estados Unidos prefería denigrar a las víctimas que investigar la conducta de sus colaboradores cercanos.

Si Trump se encargó de acaparar los titulares, Putin hizo su luchita fuera de los reflectores. El presidente de Rusia se reeligió con una elección con sospechosos resultados y hasta encarcelaron a su más prominente adversario.

El poder de estos dos anteriores es personalizado, pero el de Xi Jinping va de la mano con ser el líder del partido en el poder. El Partido Comunista de China reforzó su control sobre la sociedad civil, los medios, el internet, la academia y las instituciones religiosas. Y va para largo, porque a mediados de este año se acabaron oficialmente los límites de tiempo al frente del Gobierno de China.

Esos tres eran los principales, pero claro que Tisdall le regaló varios párrafos a otros autócratas en el poder.

La aparición de Jair Bolsonaro en Brasil preocupa a los disidentes y al medio ambiente. En Myanmar, el General Min Aung Hlaing organizó un genocidio. En Venezuela, Nicolás Maduro siguió haciendo de las suyas. Rodrigo Duterte, de Filipinas, vive bajo tal impunidad que aceptó ordenar asesinatos extrajudiciales y no pasó nada.

En Nicaragua, la desesperación de Daniel Ortega ha ocasionado cientos de muertes. En Egipto, se exterminó de tajo la esperanza de La Primavera Árabe cuando el general al-Sisi se reeligió en la presidencia con todos sus oponentes encarcelados. En Turquía, Erdogan se aventará otros años en la presidencia y aumentó su poder.

Para Tisdall, la aparición de estos líderes, machos, “fuertes” y autoritarios, podrían ser “el augurio de un peligroso desarrollo: la ruptura de las leyes internacionales y el lento colapso del orden global”. Ojalá el 2019 venga diferente.

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