Brasil en los próximos días vivirá una gran fiebre… pero no mundialista, las huelgas podrían arruinar la fiesta del fútbol al obligar al gobierno a resolver problemas que para los brasileños son más primordiales.
Río de Janeiro, ciudad que alojará la final de la Copa del Mundo, enfrenta una ola de huelgas. Además de la reciente paralización del servicio de autobuses, también están en paro de actividades vigilantes y algunos funcionarios del servicio sanitario del Estado. Pero ahí no para la situación: el próximo lunes profesores de la red municipal y estatal prometen abandonar las aulas y, en el mismo día, servidores estatales del sector Salud, así como de algunos hospitales realizarán asambleas con miras a detener labores… en fin, sólo falta que los futbolistas también armen la suya.
Bueno, mientras todo esté tranquilo, no hay bronca –pensarán algunos-… pero hasta la seguridad podría estar próximamente en pausa, ya que después del 15 de mayo –de no ser atendidas sus reivindicaciones- serán los policías federales y civiles de Río quienes inicien una huelga. Para inicios de junio incluso los “azules” que trabajan en el Aeropuerto Internacional detendrán labores.
Estos movimientos laborales que posiblemente afecten los servicios de salud, educación, transporte y seguridad tienen un punto en común: que las autoridades tomen conciencia de los problemas esenciales de la ciudad. Ejemplo: los trabajadores del sector salud argumentan que la inversión en la Copa del Mundo contrasta con el salario de los trabajadores: “¿Cómo puede un gobierno que gasta tanto en una Copa del Mundo no tener dinero para pagas a sus profesionales de la salud? Vamos a aprovechar el momento para mostrar la situación del sector”, señaló Denise Nascimento, del Sindicato de los Trabajadores Públicos Federales en Salud y Prevención Social.
Aunque parecen justas los reclamos de los diferentes representantes sindicales, en cada una de las áreas próximas a huelga, medios nacionales en Brasil –como O Globo- remarcan la irregularidad con que se realizan algunos de los movimientos, caso el de los choferes de autobuses, cuyo paro afectó a miles de usuarios. Según apunta el medio, la huelga efectuada hace unos días debería haberse anunciado con 72 horas de anticipación, para que el público tuviera oportunidad de tomar precauciones.
“La amenazas a los trabajadores no coinciden con la historia del movimiento sindical que busca siempre el apoyo de la población. La ley prevé que, en caso de servicios esenciales, sea asegurado la atención a la población”, explicó Marcus Vinicius Cordeiro, presidente de la Comisión del Derecho del Trabajador.