Este artículo es un poco largo (sólo tantito) pero en él intentamos resumir la historia de Porfirio Díaz. El ex dictador es uno de esos personajes más polémicos de la historia nacional. Por un lado, hay un movimiento que trata de reivindicarlo (sobre todo del lado económico de su administración), por el otro, hay muchos que no han olvidado los represor de su régimen y los grandes personajes que pagaron muy caras las críticas que algunas vez le hicieron al señor. En fin, hoy son los 100 años de su muerte y aquí veremos en un corto resumen quién fue ese señor que gobernó más de 30 años al país.

Infancia y juventud

Como pocos saben pero es bueno que se enteren, Díaz fue una persona muy cultivada, de hecho el señor hablaba latín ya que estuvo a punto de dedicarse a la teología, pero fueron las guerras e invasiones extranjeras lo que lo motivaron a dedicarse a la carrera militar. En sus memorias escribe sus orígenes:

“Nací en la ciudad de Oaxaca el 15 de septiembre de 1830. Mi padre fue José Faustino Díaz y mi madre Petrona Mori. Aunque de origen español, mi padre era de los que llamamos raza criolla y mi madre tenía encima media sangre india de raza mixteca.

Mi padre era pobre cuando se casó. Mirando que a su mujer no le gustaba vivir en la Sierra de Ixtlán, se lanzó a correr fortuna y se trasladó a la costa que el estado de Oaxaca tiene en el Pacífico… y puso una tienda en el valle de Xochistlahuaca”

De origen humilde y de sangre mitad española, mitad mixteca, Díaz era el sexto de 7 hijos. Apadrinado, cursó los estudios en el seminario, se le facilitó el estudio de la lengua latina y fue así como comenzó a escabullirse entre los alta sociedad oaxaqueña (entonces Benito Juárez era gobernador de Oaxaca).

Aquí lo describe él mismo:

“Al acabar el curso me inclinaba yo a la teología. Y aunque mi madre deseaba ardientemente, no ejercía presión sobre mí, pues yo me sentía muy inclinado a ese género de estudios, pues los niños se aficionan a lo que ven.

Una noche, al salir de la casa de don Marcos Pérez, después de dar clases a su hijo don Guadalupe Pérez, fui invitado yo a la solemne ceremonia de distribución de premios que iba a tener verificativo esa misma noche en el colegio del estado. Acepté la invitación y en ese momento me presentó con el señor gobernador del estado, don Benito Juárez.

Entusiasmado entonces por lo que había visto y oído, tomé la resolución de no seguir la carrera eclesiástica. Luché conmigo toda la noche, y no pudiendo soportar el estado en que me encontraba, comuniqué a mi madre mi decisión al día siguiente”

Su educación pasó entonces a las manos del liberal Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca (odiado por los católicos). Ya dentro del pensamiento liberal, y después de un tiempo, comienza a impartir en ese mismo Instituto la cátedra de derecho romano.

El 1 de marzo de 1854, en Ayutla de los Libres, actual Estado de Guerrero, Florencio Villareal y Juan N. Álvarez proclamaron el Plan de Ayutla contra el presidente Antonio López de Santa Anna (otro de esos nombre polémicos dentro de la historia nacional). Benito Juárez es exiliado por encarar a Santa Anna y Díaz se une en la escaramuza contra el gobierno de este dictador.

Díaz también participio en la gloriosa Batalla de Puebla en la que se venció el primer intento francés de intervenir en el país. Una vez implantado Maximiliano de Habsburgo en la corona mexicana, Díaz comienza a realizar guerrillas en el estado de Oaxaca, tan es así que nunca cayó bajo el dominio de la corona.

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Naturalmente, después de que Benito Juárez vence a Maximiliano, Díaz fue bien recibido por el presidente y sus esfuerzos fueron reconocidos.

Juárez hizo público su reconocimiento a Díaz en una carta a Guillermo Prieto, donde afirmaba “Es un buen chico nuestro Porfirio. Nunca fecha sus cartas hasta que no toma una capital”. En su discurso final del 15 de julio, día en que entró a la capital, Juárez reconoció públicamente a Díaz, quien fue premiado con una división y una hacienda en Oaxaca, conocida como Hacienda de La Noria, donde años más tarde sería proclamado el Plan de La Noria (el que encabezó Díaz en contra de una nueva reelección de Benito Juárez… quién diría que años más tarde él mismo terminaría reeligiéndose varias veces).

Díaz contra Juárez

Una vez culminada la guerra de intervención francesa, Juárez, que se había amparado en el artículo 128 de la Constitución de 1857 para permanecer indefinidamente en el poder, convocó a elecciones presidenciales, que se efectuaron el domingo 25 de agosto de 1867. Los resultados finales fueron:

Benito Juárez: 2.344 votos
Porfirio Díaz: 785 votos.

Por lo tanto, se declaró a Benito Juárez como ganador de las elecciones. Porfirio Díaz se sintió derrotado y abatido por el triunfo de Juárez en las elecciones. Decidió retirarse a La Noria.

Porfirio Díaz decidió presentarse a las elecciones presidenciales de 1871. Para esta elección, Juárez fue postulado por tercera ocasión.

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Los resultados finales fueron revelados al país el 7 de octubre y fueron los siguientes:

Benito Juárez: 5.837 votos
Porfirio Díaz: 3.555 votos
Sebastián Lerdo de Tejada: 2.874 votos

Díaz y Lerdo no quedaron conformes con el resultado dado a conocer por el Congreso, e iniciaron una serie de impugnaciones a la elección. Lerdo decidió retirarse de los juicios electorales y volvió a su puesto de presidente en la Suprema Corte de Justicia. Díaz, sin embargo, comenzó a ganar adeptos en el sur del país, entre los hacendados de Oaxaca y los militares de ese estado. El 8 de noviembre lanzó el Plan de la Noria, llamando a todos los militares del país a luchar contra Juárez. De esta manera dio inicio la Revolución de La Noria.

De inmediato los estados de Oaxaca, Guerrero y Chiapas se unieron a Díaz, quien avanzó triunfante hasta Toluca, donde comenzaron las derrotas. Sóstenes Rocha e Ignacio Mejía evitaron que los rebeldes tomaran la capital. A pesar de que lograron conseguir adeptos entre las clases más bajas de la sociedad mexicana, los sublevados de La Noria tuvieron un largo proceso de derrotas, de hecho, uno de sus amigos le envió esta nota:

“Vamos a perder, Juárez nos va a aplastar, pero quiero darle a mi hermano esta última prueba de afecto, porque lo que es el indio, nos friega.”

Pero el destino tiene vueltas insospechadas, pues la noche del 18 de julio, Juárez falleció en la Ciudad de México. Así que la revolución de La Noria ya no tenía sentido, ya no estaba Juárez.

Volvió a haber elecciones, y Díaz volvió a perder, se metió como diputado y fue ahí donde pasó un hecho vergonzoso, trato de defender la pensión de los militares pero su labia fue tan poca y su retórica tan mala que al final del discurso se puso a llorar, lo que abolló la presencia política que le precedía. Pero no importó las políticas de Sebastián Lerdo de Tejada (presidente en ese momento) incomodaron a las clases altas, lo que le hizo ganar adeptos y cuando Lerdo de Tejada se quiso reelegir, Díaz comenzó la Revolución de Tuxtepec.

Sebastián Lerdo de Tejada

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Las derrotas que Díaz y sus partidarios comenzaron a sufrir no se hicieron esperar, puesto que la mayor parte del ejército permanecía fiel a Lerdo. Mariano Escobedo, derrotó el 10 de marzo de 1876 a Díaz en Icamole, Nuevo León. Se dice que Porfirio Díaz lloró, al verse derrotado y abatido. Por esta razón se le conoció, durante el resto de la Guerra, como “El Llorón de Icamole”.

Díaz se embarcó a Cuba en un barco que salió de Tampico, Tamaulipas, haciéndose pasar por un médico. Una vez llegado a La Habana, logró conseguir armas y varios adeptos entre los esclavos de Cuba, puesto que la isla aún se encontraba en poder de los españoles. Cuando regresó a México, tomó la zona correspondiente a Veracruz y San Luis Potosí, mientras que Manuel González y Benítez tenían capturado el Estado de Guerrero. A principios de noviembre comenzó el ataque hacia Puebla.

El 16 de noviembre, Díaz y Escobedo se enfrentaron en ese paraje. En principio, la batalla iba a ser ganada por las tropas lerdistas, pero la intervención de Manuel González y sus refuerzos, lograron derrotar a las tropas federales. Se dice que al término de la batalla, cuando los lerdistas huyeron, Díaz habló con González, herido en la batalla (de ahí su apodo “El Manco de Tecoac”), y le dijo:

“Compadre, gracias a usted hemos ganado, y por eso, será usted mi Ministro de Guerra”

Una vez terminada la guerra civil, Díaz llegó a la Ciudad de México y se erigió en presidente provisional de la República Mexicana. Porfirio Díaz se convirtió en presidente la mañana del 5 de mayo de 1877, día en que protestó su cargo ante el Congreso de la Unión, después de haberse celebrado las elecciones de 1877 de forma extraordinaria.

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Según la revista Clío, durante más de tres décadas Porfirio Díaz intentó mejorar las condiciones de ese México empobrecido, inestable y violento que empezó a gobernar en 1876. De esta forma, se aseguró de mantener la paz que faltaba al desarrollo de México, ya mediante la conciliación con los enemigos o a través de su franca represión. Los gobiernos porfiristas restablecieron también el dañado crédito internacional del país, lo cual abrió las puertas a grandes capitales foráneos que hicieron posible la construcción de ferrocarriles, el resurgimiento de algunas industrias y el nacimiento de un incipiente mercado nacional.

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Hacia el ocaso del Porfiriato —no obstante— la vieja dictadura no había saldado algunas deudas importantes. Por un lado el notable desarrollo económico no había beneficiado a la gran mayoría de los mexicanos; por el otro las clases medias urbanas —producto de aquel progreso— aspiraban a una libertad política y a unos derechos democráticos que la constitución establecía, pero que simplemente no existían en la práctica.

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Pese a la expansión del ferrocarril promovida por los gobiernos porfirianos, y no obstante sus esfuerzos por mejorar la situación sanitaria (aunque no se debe dejar de hacer notar que las ideas detrás de la creación de sanatorio como el de la Castañeda tenía como objetivo el sacar de la sociedad todo aquello que no era considerado “normal” y por lo tanto “sano” lo cual se tradujo en la represión de grupos minorizados) y embellecer los pueblos y ciudades, la situación de la gran mayoría de los mexicanos no dejó de ser mala durante el Porfiriato. El contraste dramático entre la riqueza y la pobreza, y entre la cultura y la ignorancia, no cambió significativamente durante ese periodo (de ahí que las clases altas extrañen a Don Profirio y que las clases medias y bajas no lo hagan).

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Más allá de la inequidad prevaleciente, los mexicanos de todas las condiciones se relajaron en los espacios de diversión tradicionales (paseos, bailes, fiestas cívicas) y también con los nuevos modos de esparcimiento que se consolidaron en los primeros años del nuevo siglo, con la aparición de los deportes, el cinematógrafo y los viajes de placer en ferrocarril (ése, para que vean, sí lo extrañamos).

Entre 1876 y 1911 la cultura y las artes del Porfiriato se expresaron a través de dos modelos atractivos y en cierto sentido opuestos. Por un lado se encontraba el nacionalismo de corte liberal, que alentaba a los escritores y a los artistas a ocuparse de temas mexicanos y a contribuir de esa forma a la consolidación de una identidad nacional.
Por el otro se hallaban muchos creadores que se identificaban con las corrientes vanguardistas y cosmopolitas provenientes de Europa, entre los cuales destacaba el movimiento moderno o modernismo.

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Las dos fuerzas eran poderosas y no admitían una síntesis fácil ni inmediata. Entre la aspiración de rescatar la cultura propia, y el afán de acompañar a las vanguardias modernistas del mundo, el país se entregó a un diálogo que dura hasta nuestros días.

El ocaso de Díaz

Díaz estaba en contra de la reelección y termino no soltando el poder por más de 30 años, las pequeñas burguesías no estaban contentas y, bueno, ya saben cómo terminó todo (México sumido, una vez más en guerras intestinas).

En los primeros meses de 1911 la revolución maderista acabó con el régimen del general Porfirio Díaz, que no había dado satisfacción a los reclamos políticos de las clases medias y que se había mostrado incapaz de responder a las demandas sociales del nuevo siglo (pues su paz se sustentó en la represión).

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Obligado a abandonar repentinamente el país, don Porfirio se estableció en la capital francesa con su familia y algunos fieles allegados, siempre con la esperanza de regresar a México y de morir en su tierra natal, Oaxaca. Una ilusión que solo perdería con el triunfo de la revolución constitucionalista en agosto de 1914, poco menos de un año antes de su muerte, acaecida en París el 2 de julio de 1915.

Por cierto, no hay que dejar de notar que los que se consideraban hijos de la Revolución que desterró a Díaz: el PRI, ahora lo quieren traer de vuelta al país (no sabemos por qué, el cementerio francés en el que está es muy famoso y hay ahí mucha gente ilustre). En fin, ya veremos qué sucede.

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