Todos recordamos cómo comenzó. Un 11 de mayo, pero de 2012, el entonces candidato presidencial por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), Enrique Peña Nieto, respondió a la invitación de la Universidad Iberoamericana para exponer sus propuestas a la comunidad estudiantil. Ese día, los estudiantes demostraron que no serían engañados una vez más por el viejo régimen y dieron inicio a lo que culminaría como el movimiento #YoSoy132.

Durante el periodo de preguntas y respuestas, los estudiantes cuestionaron al candidato sobre su responsabilidad en la masacre de San Salvador Atenco del 2006. Tras varios intentos de evadir la pregunta, Peña contestó que se responsabilizaba de los hechos, minimizó los abusos de las autoridades y afirmó “fue una acción determinada personalmente, que asumo personalmente, para restablecer el orden y la paz, en el legítimo derecho que tiene el Estado mexicano de hacer uso de la fuerza pública [y], como además debo decirlo, fue validado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación”.

Antes que tranquilizar a los estudiantes, la respuesta resultó indignante: si bien, se responsabilizaba de los abusos cometidos contra una población que defendía su tierra de una injustificada expropiación con miras a la construcción de un aeropuerto, lo hacía con soberbia y demostrando una absoluta incapacidad de autocrítica.

La rechifla y el abucheo de los estudiantes demostraron su total rechazo. Se le gritó “fuera”, “asesino”, “no te queremos”, y se le llamó títere de Carlos Salinas de Gortari a través de máscaras que los asistentes portaron. La huida hacia los baños de la Universidad y su escoltada salida del recinto son detalles de una historia por todos conocida.

Así comenzó el más grande movimiento estudiantil en nuestro país desde 1968. Por primera vez en mucho tiempo, los jóvenes hacían manifiesta su dimensión política y una fuerte preocupación por el futuro del país.

Muchos medios de comunicación, alineados con el proyecto presidencial del PRI, ignoraron la manifestación al interior de la Universidad y reportaron un evento exitoso y pacífico. Posteriormente, se llamó infiltrados y porros a los estudiantes que habían atacado a Peña. Por este motivo, 131 estudiantes realizaron un video de Youtube en el que mostraban sus credenciales de estudiantes y volvían a expresar su rechazo a EPN y al regreso del viejo PRI.

El video corrió como llama en el bosque a través de las redes sociales y demostró el poder de impacto que la comunicación en Internet tiene cuando de defender nuestros derechos, criticar al poder y difundir la información se trata.

Aunque los estudiantes respondieron, las televisoras y varios medios de comunicación insistieron en intentar tapar el sol con un dedo e ignorar los eventos. Para el 18 de mayo, una marcha en contra del sesgo informativo había sido convocada. Para el 19, la primera marcha anti-EPN había sido convocada. Estudiantes de todas las instituciones participaron en el evento y hacían clara una cosa: no serían silenciados, censurados ni sometidos a ninguna clase de control por nadie.

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Los estudiantes demostraron hablar en serio el miércoles 23 de mayo, cuando una manifestación fue convocada en la Estela de Luz para deslindar al movimiento de la publicidad engañosa con la que Josefina Vázquez Mota buscaba sacar provecho del fenómeno.

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Fue ese mismo día que el movimiento cobró identidad a través de los videos titulados “Somos-más-de-131” y la declaración firmada #YoSoy132.

Aquél documento definía al movimiento como ciudadano, de universitarios, apartidista pero político y social, laico, plural, humanista, autónomo, permanente y anti-neoliberal. Definían como su principal objetivo la defensa del derecho a la información y la expresión, de suerte que proponían como necesaria la búsqueda de la democratización de los medios de comunicación.

Supuestas disidencias, contracampañas, espionaje: el movimiento fue digno de todos los ataques mediáticos de los que los opositores fueron capaces. Los resultados fueron más o menos desastrosos, más o menos eficaces: esto es tema de debate y para nada una conclusión.

Lo que se puede afirmar de manera definitiva, no obstante, es que la aparición, acciones y seguimiento mediático del movimiento #YoSoy132 tuvo un efecto sin precedentes sobre una ciudadanía caracterizada por ser, antes del fenómeno estudiantil, la más apática y menos participativa en muchos años. Ya se estuviera a favor o en contra del movimiento, los temas que puso sobre la mesa resultaron urgentes e inevitables para cualquiera que tuviese el poder de votar e incluso, más allá.

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El movimiento tuvo dos objetivos principales: la democratización de los medios y la creación de un tercer debate entre los candidatos presidenciales. El primero abrió el camino para la posterior discusión de la #LeyTelecom mientras que el segundo se logró con cabalidad y, por primera vez, los ciudadanos sentaron a todos los candidatos presidenciales a discutir en un debate que televisado (el único candidato que no se prestó a la discusión fue Enrique Peña Nieto).

Las prioridades del movimiento #YoSoy132 ayudaron a reescribir la agenda política nacional. No puede negarse su peso, por ejemplo, en la decisión que tomaran los partidos al determinar como preponderantes, y por tanto, castigadas con nuevas responsabilidades y medidas de competencia justa, a empresas como Televisa.

Existe una herencia innegable del movimiento #YoSoy132 y esa es la de no olvidar que en una democracia participamos todos y que por ello, el Estado debe garantizar la principal herramienta de participación: la comunicación plural y universal. Esta garantía sólo se logrará en tanto nosotros luchemos por ella.

Por este motivo, nuestro deber, y el de todas las organizaciones que se han sumado a esta causa, es el mismo que el que tuvimos en 2012: lograr un país apto para la información y para denunciar lo que está mal.

@plumasatomicas

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