Por Ana Cecilia Escobar Nieto

Please don’t tell anyone this, but I wanna be happy. Hannah

Cuando Girls salió al aire me emocioné inmediatamente. De chica fui muy fan de Sex & The City, a la que le doy un crédito importante en mi decisión de dedicarle mi vida a los medios de comunicación y a destruirme los pies usando tacones cada uno de los días que fui a la universidad. Fue un show muy inspirador, me atrevo a decir que hasta empoderador.

Pero en cuanto vi el primero episodio de Girls entendí que Hannah no era Carrie y que ésta no era la misma serie para una nueva generación. Ni cerca de serlo.

Si bien vivir en Brooklyn siempre tendrá algo de aspiracional para quienes no vivimos en Brooklyn, Girls no ofrecía un mundo tan glamoroso o inalcanzable como Carrie y su clan. Para empezar, no eran mujeres poderosas y millonarias, sino que tenían mi misma edad y estaban pasando más o menos por el mismo tránsito. Yo estaba viviendo sola por primera vez sin más muebles que mi cama, aterrada de perder mi mal pagado empleo, tuiteando de manera inapropiada y navegando una relación emocionante pero incierta. En pocas palabras, tratando de descifrar quién era y quién quería ser.

Cinco años después no es que sepa con completa certeza quién soy, pero ya tengo muebles, me gusta mi trabajo y siento que estoy encaminada a un buen lugar. Soy más feliz que en mis angustiosos 20. Pero sigo sin tener todo bajo control, mis inseguridades y todos los defectos que me hacen insoportable siguen ahí, pero los asumo y los afronto con más valentía.

Hannah siempre será una autocentrada terrible, pero al final del día también es una adorable e inteligentísima persona. Al borde de los treinta dejó de servir café para dedicarse a la academia y se admitió a sí misma que sería más feliz fuera de Nueva York. Creció. Como lo hicieron el resto, aunque no fuera en una narrativa tradicional. Jessa dejó la escuela, pero asumió que tenía que ser más empática para poder servirle a los demás. Shoshana dejó de hacerse daño en relaciones tóxicas, buscó la felicidad del otro lado del mundo y finalmente encontró el amor. Marnie tiene menos miedo de enfrentarse a lo que no puede controlar. No son las mismas niñas de 24 años que vimos en 2012.

Dejarlas ir ha sido difícil, pero muy divertido para los que gozamos del maratón de cocaína de Hannah y Elijah, Shoshana diciéndole a Ray que lo quiere como le tiene lástima a un changuito, las fabulosas groserías de Jessa equiparables con su guardarropa y el horrible vestido de plástico de Marnie en la fiesta de Booth Jonathan.

Pero también los que apreciamos la visión y sensibilidad de Dunham para narrar hermosamente las historias dentro de Girls. Uno de mis momentos favoritos es el tiempo que pasa Shoshana en Japón, tan colorido y hermoso, pero profundamente solitario. O el regreso de Charlie a Nueva York, en el que acaba sumergido con Marnie en el lago de Central Park; quizá, el mejor episodio de la serie. Aunque en el corazón de los fans, o al menos en el mío, Adam corriendo a salvar a Hannah de sí misma es inigualable.

Cuando Hannah sufrió esa crisis estaba intentando escribir su primer libro. No lo logró, y hasta donde llegamos a verla, tampoco logró convertirse en la voz de su generación, o en la de una generación al menos. Pero su creadora, Lena Dunham, sí lo hizo. Al menos a quienes crecimos de la mano de sus personajes, sintiendo emociones similares, comprendiendo quiénes somos un poco mejor y dejando ir lo que se debe quedar atrás.

Las chicas se despidieron en el penúltimo episodio de la serie. Como lo hicieron Hannah y Adam en el anterior de una forma dolorosa y conmovedora, planeando un futuro que ambos saben que ya no podrán tener. Y finalmente me despedí de Hannah este domingo.

En él Hannah aprende a ser mamá de la mano de Marnie (que ganó el título a mejor amiga AL FIN) pasando los días de pésimo humor, desnudándose frente a la cámara y teniendo conversaciones brillantes. Girls en todo su esplendor.

Pero a diferencia del resto de los episodios, los créditos no tienen música de fondo. Sólo se escucha el susurro de Hannah cantando “I had a feeling I could be someone, be someone, be someone” al bebé que todos pensaron que no debería tener.

Hannah ya es alguien no por ser madre, sino porque creció para entender un poco mejor quién es. Hannah es la misma chica inmadura, egoísta, dramática y malagradecida que todos aprendimos a amar,  pero que creció para convertirse en una mujer, que aún quiere convertirse en alguien.

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Ana Cecilia Escobar Nieto trabaja en Twitter México y estudió periodismo en el CIDE.

Twitter: @LaSeductra

Fotos: Shutterstock

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