Viajar en metro es siempre una aventura: ya sea por los numerosos casos de acoso sexual, agresiones verbales y físicas, los aglutinamientos dentro del vagón en hora pico (con su respectiva y repugnante paleta de olores), la permanente intromisión de mercaderes merolicos que lo mismo venden la pomadita de marihuana, el artículo de moda y novedad (¿ya vieron la bufandita que también se vuelve en un práctico gorro?) o el compilado de ‘Los Dioses de la Guitarra’ rebotando en las holguras del vagón a todo volumen. Ya ni hablar del abordaje del tren: los empujones, arrimones, codazos, empellones, ‘dormilones’ —y hasta escupitajos— son el pan nuestro de cada día. No importa que a la entrada de cada vagón rotule la leyenda “antes de entrar, permita salir“, en nuestro Sistema de Transporte Colectivo impera la ley del más fuerte, en detrimento del sentido común y todo atisbo de lógica.

Alrededor del metro de la Ciudad de México giran mil y un historias. Desde el rumor de rata gigante en el metro Merced, rumores sobre estaciones y túneles secretos, hasta la aparición de un vampiro en Barranca del Muerto. Tan sólo en los últimos días hemos sido testigos de las cascadas en el metro Panteones o el caso del sujeto que se vestía para manosear mujeres en el vagón exclusivo. Este viernes 30 de junio, el metro nos volvió a regalar una de estas postales extrañas y sorprendentes: un águila se posó en la estación Nopalera, de la Línea 12 (dorada), durante una hora. La aparición del ave se dio después las lluvias torrenciales de este miércoles y jueves, las cuales convirtieron las calles de la capital en canales que recuerdan que la ciudad está asentada sobre un lago.

¿A alguno se le vino a la cabeza el mito fundacional del águila que devora a la serpiente? Con las lluvias como están, con la ciudad anegada y con el águila parada sobre la nopalera, sólo nos faltó la serpiente.

 

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