Básicamente, desde la noche del 1 de julio, cuando el conteo rápido del INE pronosticaba una apabullante victoria de López Obrador en las elecciones, el presidente electo no ha dejado pasar un solo día sin dar la nota. Subió videos a YouTube, salió en conferencias de prensa y lo agarraron en el chacaleo en cada esquina. Habló del aeropuerto, del Tren Maya, de la Constitución Moral, de las pensiones, de la Guarda Nacional, del fuero y de los bancos. Ya besó a una reportera, los corazoncitos y se aventó el “me canso ganso”. Todo eso —y mucho, mucho, más— en poco más de 4 meses. Le caerían bien unas vacaciones para llegar fresco a la toma de protesta. 

Después de recibir a centenares de personas y convertirse en la segunda casa más conocida de la política mexicana —¡Hola, Casa Blanca!— la casa de transición de la colonia Roma no tendrá ninguna actividad los días 28, 29 y 30 de noviembre.

Según su equipo de prensa, dedicará estos días a preparar los mensajes que dará en la toma de protesta. Si todo sale de acuerdo al plan, hablará tres veces el próximo primero de diciembre: el “juramento” tradicional, un mensaje al Congreso desde la tribuna de San Lázaro y después, más en la tarde, dará un speech desde el balcón de Palacio Nacional.

Estos tres días de descanso previos a su presidencia, servirán como un respiro mediático, para él y para los reporteros de la fuente. Total, se van a ver las caras durante 6 años. Lástima que las Grandes Ligas y la Liga Mexicana de Beisbol andan en pretemporada y no se podrá echar en la tele ni un partidito.

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