Por Olympia Ramírez Olivárez

Desde que las diferentes áreas de estudio comenzaron a independizarse de la filosofía, las hoy llamadas ciencias se aislaron radicalmente de diversas ramas del conocimiento, especialmente con las humanidades. La mente ha sido una de las principales víctimas de meticulosos estudios que pretenden explicarla, no obstante, a lo largo de los años varios pioneros se han aventurado a intentar descifrar sus enigmas; a pesar de sus esfuerzos, ninguna ley ha sido formulada y hemos tenido que conformarnos a diferentes teorías que apenas muestran un plano muy general de este laberinto.

Roberto H. Dueñas se sumerge en las entrañas del pensamiento y experimenta con las diferentes propuestas que intentan conocerlo a profundidad teniendo como resultado Anatomía de una noche (Instituto Cultural de León), una colección de cuentos que reconoce las perversidades más secretas de la mente  y las expone con una narrativa que desconoce los límites entre la obra y el lector. El autor somete a dos disciplinas aparentemente contrarias, las ciencias (en específico la psicología) y la literatura, para que entre sí se complementen y poder crear historias que no buscan trazar una explicación de la mente, sino mostrar la manera en la que ésta funciona cuando de protervas se trata.

A través de diferentes narradores transparentes podemos observar aquellos deseos, causas, intenciones y rencores de los personajes que configuran estos cuentos. Dichas voces omnipresentes comunican al lector lo necesario para conocer los rostros debajo de las máscaras y entender por qué actúan de cierta manera en sus respectivos relatos.

Roberto H. Dueñas rompe la barrera obra-lector. Las narraciones aquí presentadas se concentran principalmente en un personaje y de éste conocemos lo necesario para comprenderlo; incluso aquello que reposa escondido en sus mentes es exhibido a lo largo de estas páginas. No sólo podemos conocer las acciones y sus pensamientos, también los motivos que llevaron a los sujetos a tomar dicha decisión y así, como lectores, se podrá sufrir con los personajes al desnudar partes tan íntimas de su ser. Asimismo, el mapa de los pensamientos que nos proporcionan los narradores permiten esbozar, incluso antes de que suceda, un final momentáneo, un desenlace que visualmente termina al cambiar de página o cerrar el libro pero que reverbera en nuestras conciencias por un buen tiempo. En este sentido, la barrera que separa al lector del libro sólo puede ser atravesada en una dirección: el lector se sumerge en los cuentos, en los martirios de los personajes, y, a pesar de presentir lo que sucederá a continuación, no podrá intervenir mas que compartiendo sus tormentos al igual que presenciando los resultados de toda una serie de acciones y pensamientos que al fin vieron la luz.

La perversidad está presente a lo largo de esta obra y la misma nos recuerda que toda acción tiene sus consecuencias, sea a largo o corto plazo. La causalidad no tiene piedad y es paciente; es un personaje más en la obra que interviene en todos los cuentos de Anatomía de una noche. Aquí se reafirma que nuestro pasado poco a poco moldea nuestro futuro y las experiencias, buenas o malas, siempre serán los cimientos de nuestras próximas transformaciones. Así, la tarea del lector no sólo será la de conocer y sufrir con estas historias, sino tratar de desenmarañar la mente de los actores a manera de psicoanalista. Los traumas, las fijaciones, los complejos y las regresiones son algunos fenómenos que ayudan a interpretar el comportamiento de los personajes aun cuando pareciera obvio el porqué. Sin saberlo, los participantes de estos cuentos no pueden evitar su final predestinado a pesar de todos sus esfuerzos por esconder y reprimir su pasado.

Dueñas aprovecha los estudios de diferentes áreas del conocimiento que tratan los misterios de la mente y produce dieciocho cuentos que juegan con las causas de las perversiones humanas creando un sufrimiento que deja un sabor amargo en la boca del lector. A pesar de ser este libro un conjunto de ficciones, las situaciones en las que los personajes se encuentran son veraces en nuestra realidad y no podemos identificar a aquellos que esconden sus perversidades del mundo. Anatomía de una noche nos recuerda que lo único que conocemos de las demás personas son las máscaras y no lo que hay debajo de ellas.

Roberto H Dueñas

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